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De la cordura de uno, depende el futuro de todos 

— Alejandro Magno

|Doctor soslayo|

PERSONA ANÓNIMA

Parto la leña, cada vez que levanto el hacha las manos se tensan por haber estado aquí varias horas. Cortando la leña, ha oscurecido, y el olor a carne hace que deje la herramienta.

Oigo a los hombres murmurar sobre lo fascinados que están por los movimientos de la puberta. Cojo las pinzas para poner un par de trozos de carne, antes de ir a mi cabaña, me alimento como si fuera un animal, pues llevo mucho sin llevarme ningún alimento a la boca.

Trago acabando el último bocado bebiendo agua para pasar todo, miro a mi alrededor, desgastado por culpa de la investigación. Hasta el momento solo han aparecido dos muertos, el asesino es meticuloso, como deja el cuerpo de sus víctimas, como las mata. Es como si le diera a cada uno lo que se merece. La puerta de la cabaña se abre mostrando a tres hombres enojados. El último de ellos cierra la puerta, dándome a entender que ha llegado la hora de hablar.

— ¿Qué es lo que tienes?

— No ha habido avances

— Nunca he estado tan convencido de pedir un remplazo.

— Dudo que se lo concedan Lúdop, a menos que sea por desaparición.

— Dudo que nadie le eche de menos.

— Basta

— ¿Qué es lo que se supone que tenía antes?

Brown habla con un tono de sarcasmo, lo cual no me importa. Dudo que ellos pudieran estar en mis zapatos más de cinco segundos.

— El asesino, parece pretender dar lo que se merece cada uno...

Pican la puerta antes de abrirla y resulta ser el mismo hombre que anunció que la bailarina exótica no estaría presente.

— Deben ver esto.

Con tan solo esas palabras los tres nos percatamos de que es otro asesinato, y probablemente cometido por la misma persona. Salgo detrás de los tres hombres, empujando y gritándole al enjambre de hombres que está alrededor del cuerpo, cuando consigo llegar, me quedo atónito. Ante la imagen de un hombre tirado al suelo, mojado, y con dos palos clavados entre las costillas, eso no me atemoriza, ya que hasta el momento es la imagen menos sangrienta.

— ¡Apartaros!

— Adentraros en el bosque...

— ¿Realmente crees que atraparan al culpable?, Sabrá como escaparse.

— Buscar en cada árbol de saúco, cualquier marca, cualquier rama fuera de su lugar, todo ¡reportarlo de inmediato!

Demando, no hubiera dado esa orden si no hubiera visto el grabado que tenían el torso, el cual desaparecerá, dejando el mensaje solo para mí. "Doctor soslayo".

— ¿A qué se debe tal demanda?

— A que, he avanzado un paso más en esta investigación, Ahora dejarme trabajar.

Cierro la puerta en sus rostros. Tomo un rotulador rojo para darle nombre, apellido y oficio al culpable.

[...]

Hace horas que reportaron algo inusual en uno de los árboles, por eso mismo soporto el frío, que quema mis orejas y nariz y endurece las yemas de mis dedos. Miro hacia el suelo, pues estoy colgado de un árbol, con cuidado llego al suelo, respirando con dificultad cuando oigo un aullido, el viento se sincroniza con las nubes para tapar la luna, mientras que miro a mi entorno, al escuchar una canción.

Sé que no es buen presagio, por eso cuido mis espaldas, no sé por dónde huir, pues entre la naturaleza y los ruidos, risas y piano me marean, tomo una dirección aleatoria, pero al ver algo como una sombra doy marcha atrás llegando al lugar en donde estaba con la diferencia de que tropiezo por culpa de una raíz.

La luna vuelve a alumbrar, conmigo en el suelo tratando de huir impactado por la persona que sale de entre las sombras.

— No puedes ser tú... n-no

— Sí, si puedo ser yo

Tomo un puñado de tierra que le tiro en los ojos cuando el asesino se aproxima. Echo a correr oyendo sus gritos, pues la tierra se ha asentado en sus ojos, como el prado.

— ¡AAAH!... ¡Te alcanzaré, y juro que te volveré cenizas!... sabes bien que el doctor soslayo, cumple lo que dice.

Lo último lo dice de manera cínica, es más, está tan convencido de lo que dice que se ríe. Tomo un atajo, sabiendo por qué me va a matar, porque mató a Gerda, y porque matará a Riley.

La música incrementa su velocidad, los árboles arbustos, raspan y desgarran mi piel, mis pies chocan torpes tratando de llegar a la base.

— ¿Nadie ha huido de mí... porque piensas que lo harás tú?

Oigo su voz mezclada con mi respiración y la música, no sé de dónde proviene. Pero le divierte. Un palo apunta mis genitales, antes de golpearlos, tiro de él e intento darle, pero lo esquiva. Saca una jeringa con un líquido en su interior, el cual intento arrebatarle mediante un golpe en su vientre, pero me lo arrebata nuevamente clavándolo en el cuello.

— Calmante para osos, siempre funciona... crea dolores musculares, dolor de cabeza, sequedad. Y en un humano la muerte, pero eso no es lo que queremos, ¿verdad?

Los parpados me pesan, mi entorno lo veo borroso, hasta que la música cesa con mi desmayo.

— Kos...

— Shhh, Nadie te echará de menos, puedes tener fe de eso. 

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora