Dejo mi celular a un lado sobre la cómoda y me levanto. Del cajón tomo mi puñal y avanzo suavemente sobre el frío suelo de madera. No soy tonta, si fuera una simple persona jamás me habría dado cuenta de que alguien ha entrado, pero afortunadamente todo lo que he aprendido hasta ahora me hace ver las cosas de otra forma.
Avanzo hasta la puerta de la habitación y suavemente la abro. Por fortuna las bisagras no rechinan. Durante la ausencia de mi ama me aseguré de engrasar bien todo, así como asegurar al máximo la casa por si a algún idiota se le ocurría intentar entrar para cualquier tontería. Tal vez en un pasado mi ama se ocupó de dos ladrones mientras dormía, pero ahora tengo que hacer su trabajo, y no pienso bajar la guardia y dejar pasar sonidos tan específicos creyendo que es una simple rata husmeando.
Dejo atrás mi habitación y me acerco a las escaleras. Sin embargo me sorprendo. ¿Había dejado la luz de la cocina encendida? No, eso sería imposible, me aseguré de dejar todo en orden antes de irme a mi habitación a descansar. Paso saliva. Definitivamente estaba en lo correcto, alguien ingresó a casa.
Avanzo en silencio bajando suavemente las escaleras. Justo ahora quisiera que las escaleras no fueran de caracol, así podría mantener la espalda contra la pared por cualquier cosa. Observo que hay alguien en la cocina, revisa algo en el refrigerador. ¿Ahora los ladrones roban comida en vez de artilugios cuando entran a las casas? No, esta persona no es un ladrón. Con un poco más de confianza bajo las escaleras en silencio y llego a la primera planta.
Justo cuando estoy a punto de alejarme de las escaleras, veo a la causante de que todas mis alertas estén al máximo. Mi ama, Janís sale de la cocina trayendo entre sus manos un bol lleno de cereal y leche. Ella me mira y me sonríe burlona.
– Si quisiera matarte ya estarías muerta Cremita. Te falta aún.
– Ama... –balbuceo sorprendida.
Ella me ignora y continúa caminando hacia el sofá.
– Regresa a descansar, yo iré en un momento más. –me dice.
La veo sentarse cómodamente en el sofá para después tomar el control de la televisión y encenderla. Realmente no sé cómo sentirme. La observo comer su cereal mientras se ríe de una serie de comedía que pasan cada noche. ¿Debería de estar feliz o molesta? ¿Debería de alegrarme no tener que luchar contra alguien? ¿Debería de enojarme porque ha vuelto a seguir atosigándome en persona?
– Tsk...
Estoy molesta. ¿Cómo fue posible que se moviera tan rápido por el país? ¿Dónde carajos está el niño que se llevó con ella? ¿Qué ha pasado con su querido amigo Jeff? ¿Cómo es posible que esté igual y sin un mísero rasguño? ¿Por qué diablos no me avisó que había regresado? ¿Debería de preguntarle todas las dudas que me están comiendo la cabeza? Suelto un suspiro para tranquilizarme y niego. Supongo que si quiero obtener respuestas debo de tratar a esa mujer con cautela.
Tengo que dejar de lado mi molestia si quiero preguntarle, ella notará al instante cómo me siento y posiblemente termine castigándome. Paso saliva y tomo aire. Bueno, supongo que por el momento no tengo sueño, además, no es como si hubiera algo importante que ver en el celular.
– Ama... ¿Puedo acompañarla unos minutos? –le cuestiono.
Janís no me contesta, solo continúa mirando ese tonto programa. Su actitud enserio que me irrita. Sé perfectamente que me escuchó, no soy idiota. Si yo fuera ella, si ella fuera mi alumna, ya la habría golpeado hasta dejarla inconsciente por su mala actitud. Niego. Como siempre, debo ser insistente. Avanzo tranquilamente hasta el sofá.
Mi ama ha subido sus pies descalzos sobre el sofá tomándolo todo para ella. Observo sus ropas. Están muy poco desgastadas así como sucias, ¿acaso pasó a algunas lavanderías durante el camino? No se ve cansada, no se ve irritada más bien parece feliz. Tal vez la visita a su querido amigo le vino muy bien a su vida. Con cuidado de no molestarla me siento sobre el descansa brazos y me quedo un momento viendo el programa.
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INSANE DESICION ©
Mystery / ThrillerTenía miedo, mi mente estaba al borde de la locura, mi tortuoso pecado seguía precionando sobre mis hombros como una enorme piedra aplastándome. ¿Había alguna forma de que mi mente se callara por un momento? ¿Podía ser feliz en lo que me restaba de...