LII. PESADILLA

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Paso saliva varias veces y trato de moverme sin lograr hacer mucho más que resbalarme y casi quedar acostada sobre el piso. Giro a ambos lados y estiro mis manos atadas a mis espaldas, pero no logro encontrar nada cercano a mí que me sirva, parece que la única cosa que adorna este lugar soy yo. Mi cuerpo tiembla, el miedo consume cada parte de mi cuerpo. ¡TENGO QUE SALIR DE AQUÍ, TENGO QUE HUIR O MORIRÉ!

Volteo hacia todos lados, pero la oscura venda que cubre mis ojos no me deja ver. Respiro rápidamente. Mi corazón late acelerado y siento gotas de sudor correrme por los pechos. Sigo sin saber en qué parte del planeta me encuentro. Sé que no estoy en la ciudad por la falta de sonidos automovilísticos y de personas, tal vez estoy en una zona rural o en el bosque por la monotonía de los pájaros, el ruido de las hojas y el frío del clima.

Las noches son realmente heladas, tanto que tiemblo como marioneta mientras me esfuerzo por descansar, no tengo nada con qué cobijarme, sólo la ropa que traigo puesta desde que me secuestraron aquella noche. No sé cuántos días han pasado, pero mis fuerzas por luchar están por desvanecerse, parece que la resignación está por tomarme.

¡AUXILIO! ¡POR FAVOR, AYUDA! –grito con todas mis fuerzas una vez más.

Pero como siempre no obtengo respuesta. No sé por qué sigo haciendo esto, una parte de mi mente me dice que nadie vendrá a ayudarme, pero la otra me dice que no debo de rendirme, que sólo debo de tener paciencia y alguien por fin me escuchará. Mis esperanzas aún no se extinguen.

Trago la saliva acumulada en mi boca y trato de quitarme las sogas de mis muñecas y mis pies. No sé si lo que hago está dando frutos, pero espero al menos haberlas debilitado. El escozor hace que me queje y me desespere. Me detengo de inmediato jadeando. Con mi boca abierta respirando y la poca saliva que me queda, vuelvo a recordar que tengo sed, demasiada sed. Con mucho esfuerzo me vuelvo a sentar y recargo mi cabeza contra la pared. Trato de recuperar las fuerzas para después continuar en mi lucha por liberarme.

Desde que fui raptada mis ojos han estado vendados. Tal vez no pueda ver el rostro de los responsables, pero sé identificar sus voces, tanto tiempo así obligó a mi cabeza a utilizar mis otros sentidos. Gracias a la humedad sé que tal vez estoy en un almacén, o en una vieja casa, escucho chirriar madera a cada rato y eso me pone los pelos en punta.

Pero por otro lado, no logro entender por qué esta tortura no ha terminado. Papá es un millonario, tiene mucho dinero, ¿por qué los secuestradores no me han liberado?... ¿O es que quizá papá se olvidó de que existo? ¿Es que acaso no le importo? ¡Joder, ya ha sido demasiado tiempo! ¡PAPÁ, AYÚDAME!

Me dejaron sola... A nadie le importo... Nadie vendrá por mí. Joey, sólo eras un estorbo, por eso nadie te busca, y ahora están felices porque desapareciste... ¡MALDITA SEA! Suelto un sonido lastimero y siento mis ojos picar. No, ya he llorado demasiado, llorar no solucionará nada. Pero no puedo controlarme, termino nuevamente sacando lágrimas inútiles.

¡Ya basta! ¡Deja de llorar! –me regaño entre sollozos.

Pero no logro detenerlos, sólo los empeoro. Jadeo varias veces y sorbo mis fluidos nasales manteniendo mi rostro hacia arriba. ¡Soy una niña malcriada!

Después de un rato las lágrimas dejan de salir... Estoy seria, no pienso nada, no me muevo, no hago nada por luchar, sólo me quedo quieta respirando lentamente. Pareciera que me rendí, pero sólo es porque estoy percibiendo una extraña incomodidad por todo mi cuerpo.

Mis vellos se erizan. Alerta miro hacia todos lados a pesar de que no veo nada. Siento que alguien me observa, nuevamente siento esa mirada sobre mí, esa mirada que me da escalofríos a pesar de que no puedo ver. Jadeo varias veces y paso saliva. Tal vez es mi oportunidad, ¿seguiré esperando que me rescaten? La única que puede rescatarme soy yo misma.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora