XVI. REALIDAD

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Nadie puede saberlo, nadie podrá verlo. Yo ya no soy un punk, yo ya no estoy en la cárcel. Yo ya no soy culpable.

O tal vez sí. –susurro débilmente.

Me hundo en mi lugar. Mi vista está perdida en la pared frente a mí. Estoy sentado sobre el suelo al lado de la puerta de mi apartamento. No quiero estar encerrado ahí dentro, algo diferente no está mal. Suspiro cansado y me paso una mano por el pelo. Aún sigue húmedo por lo visto. Me duché inmediatamente al llegar de trabajar, no quería tener esa incomodidad gracias al sudor en todo mi cuerpo.

Siento cansados los ojos. Hay ojeras bajo ellos pero son por obligarme a no dormir, no quiero volver a soñar con la pesadilla, últimamente no hay ninguna noche que no la sueñe. Evitar dormir está ocasionando que mi rendimiento en el trabajo empeore. Por suerte hasta ahora no se me ha caído ninguna bebida ni quebrado algún baso como antes.

Tal vez estoy excediéndome conmigo mismo. Tal vez me estoy poniendo demasiado paranoico y me estoy autodañando. Tal vez necesito a un amigo, necesito a alguien que me ayude. Pero si llegan a ayudarme lo único que haré es ocasionar la pronta muerte del responsable, y es lo que temo. Nadie más que yo puede cargar con este peso y todos estos secretos en mi memoria.

Escucho pasos en las escaleras pero no volteo a ver. Puede ser cualquier persona, no me interesa. Y como todas las que pasaron justamente por aquí, me verán, les dará igual y seguirán su camino, después de todo cada quien tiene su propia vida.

Los pasos dejan las escaleras y comienzan a acercarse. Supongo que es alguno de los residentes de este pasillo, por lo visto no se trata de una persona que va a estar a solas en la azotea.

La persona se detiene junto a mi, sinceramente no me lo esperaba. Escucho que se sienta a mi lado. Me lleno de curiosidad por saber quién es. Sin embargo no tengo que voltear a ver, la curiosidad se sacia tan rápido como vino al escuchar su voz.

Por Dios, Keith. Subir y bajar esas escaleras es un poco pesado, no sé cómo lo aguantas. –se queja.

Ella nunca falla...

Volteo a verla con una media sonrisa. Ahora puedo apreciarla como pocas veces puedo. Su cabeza está recargada en la pared y sus ojos se encuentran cerrados, de su boca salen débiles jadeos y su clara piel brilla por la ligera capa de humedad, sus manos están sobre su vientre y sus piernas cruzadas.

Ella trae jeans ajustados y zapatos planos de entrada, su pelo rubio está recogido con una pinza dejando a la vista su delicado cuello, sus hermosos hombros están al descubierto gracias a la camisa que trae, una camisa fina y suave color blanco que sólo le cubre su torso y brazos.

Me dan ganas de besarle su piel tan suave que parece de porcelana. Definitivamente ella es muy preciosa.

Pues deberías de subirlas y bajarlas más seguido, Sam. –contesto alegre.

Ella niega y abre los ojos fijándolos en el techo del pasillo.

Para la otra tú me llevarás cargando. –dice decidida.

¿Enserio? En ese caso te cargaré en mi hombro como a un costal de papas.

Sam fija al instante su mirada en mí llena de incredulidad y diversión y me golpea débilmente en el hombro. Finjo una cara de dolor y me tallo con exageración.

¡Hey!, ¡eso realmente dolió!

Sí, claro, cosita. –contesta sonriente.

Sam se levanta. Recargo mi cabeza contra la pared y la observo desde abajo. Ella me mira alegre. Es tan ajena al mundo en el que estoy. Realmente deseo poder haber tenido una vida normal como la de ella y no una como la mía. Pero lo que toca vivir no puede cambiarse con sólo un deseo.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora