XLIII. PESADILLA

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Me detengo abruptamente frente a esa casa, no hay policías vigilando, solo están los restos de las cintas amarillas. "No pasar. Advertencia". Sonrío abiertamente y avanzo adentrándome en la propiedad. Ando sin prisas sobre el camino empedrado en medio del jardín y después subo los escalones para luego detenerme, la puerta principal está frente a mí.

Tengo que averiguar dónde se encuentra esa loca, si pasa más tiempo en esta maldita ciudad terminara por enterarse de lo que sucede, y lo más probable es que acabe yendo contra él sin discreción, sólo para llegar a su obsesión. Mi ama lo sabe muy bien y por eso me dejó este trabajo. Tenso la mandíbula y giro el pomo de la puerta. Esa maldita estúpida me da más asco que aquella loca de Jane.

La puerta cede y se abre, paso de inmediato al interior de la casa, las manchas de sangre sobre el suelo y los muebles me muestran claramente lo que sucedió aquí. Sonrío satisfecha. Sus movimientos son tan predecibles. Avanzo observando cada rincón, aquí debe de haber una pista de donde se encuentra esa estúpida obsesiva. Dos días, llevo dos malditos días buscándola, no puedo permitirme que siga ni un día más en esta ciudad. Entro en una habitación y justamente esa frase sobre la pared me da la bienvenida.

Mi príncipe... –balbuceo asqueada.

Me giro y salgo de la habitación. Ha atacado tres veces hasta ahora, en diferentes lugares, sin embargo hay pocos lugares a donde podría irse a esconder ese miserable demonio obsesivo. Hay escasos sitios a los que la policía se le ocurre ir. Y curiosamente sus ataques están yendo hacia una sola dirección, con este último ataque lo acabo de corroborar.

Salgo inmediatamente de la casa cerrando la puerta tras mío y vuelvo a caminar sobre la acera. Ya no debe de estar lejos de ahí si es que sabe exactamente dónde es. Mi ama me dijo cómo se comporta esa tonta, siempre es el mismo patrón... Tengo que ir a la casa de él inmediatamente, estoy segura que ha de estar buscándolo.

Como si él pudiera acordarse de una rata como tú, le importas menos que a las víctimas que asesina. –gruño molesta.

Me subo el bozal cubriendo mi nariz y boca. Debo de proteger mi identidad, y todavía más si quiero seguir teniendo una vida normal.

[...]

Ya son las tres de la mañana y esa casa está detrás de mí... pero ella no está ahí, ya la revisé. Estoy segura que vendrá, después de todo su camino de muerte me ha guiado hasta aquí. Suspiro y me siento sobre los escalones. La esperaré si es necesario, no tardará en llegar, eso lo puedo jurar. Me recargo sobre el pasamano de madera y tomo una posición cómoda, colocando un pie en el mismo escalón que estoy sentada y el otro lo dejo extendido un escalón abajo, quedando así con las piernas abiertas.

Suspiro. Ese tonto de Keith debería de agradecerme, si no fuera por mí esta loca lo descubriría.

Idiota... Deberías de esconder tus cartas. –balbuceo.

Y fue lo que hice, escondí sus cartas por pura precaución por si a esa loca se le ocurre husmear en la casa del querido amigo de mi ama. Hasta ahora se mantienen en el mismo lugar donde las escondí, nadie las ha tocado. Me pregunto si le estoy haciendo un favor a mi ama o solo complico las cosas. Desearía que ella misma estuviera aquí para resolver sus problemas, es tedioso estar siguiendo sus órdenes. Yo debería de estar dormida, descansando para las clases de mañana.

Suspiro. No importa, por más que me queje no puedo hacer nada más que obedecer. Mi ama se fue hace una semana, me pregunto por qué se llevó a ese huérfano, ¿acaso le quiere instruir en el arte del asesinato como a mí? Esa noche llegó muy agitada, tomó al pequeño del brazo y se fue con él diciéndome que me contactaría por teléfono y me explicaría qué sucede. Hasta ahora tengo entendido que fue a visitar a su querido amigo, me pregunto si se lo llevó como regalo o lo utilizó para otra cosa.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora