LIII. REALIDAD

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Aparco a un lado de la entrada del cementerio Springdale y apago la moto, no me retiro el casco. Un helado viento pasa a mi lado logrando darme escalofríos. Esta noche parece ser más fría de lo normal. Alerta observo atentamente a ambos lados de la carretera. Está completamente desierta, lo único que ilumina este lugar son las altas farolas y la enorme luna en lo alto del cielo.

Suspiro para calmar mi acelerado corazón y observo las grandes puertas de metal que se alzan frente a mí. Todo está muy silencioso, tan frío y tan tenso, curiosamente me hace recordar una película de terror. Observo los altos árboles que sobresalen la barda de tres metros que rodea todo el cementerio. El viento ondea las hojas con tanta fuerza que parece querer arrancarlas.

Bajo la mirada al mando de mi motocicleta y jadeo soltando la increíble tensión en mi interior. No sé qué vaya a ocurrir esta noche, pero siento un mal presentimiento que crece conforme me acerco a mi destino. Ahora mismo podría dar vuelta atrás y huir, esa opción aún está disponible, pero... Niego obligándome a apartar cualquier idea y me bajo de la moto. No soy tan egoísta, no pondré en peligro a quienes me importan solo por salvarme.

Mientras vigilo que no haya nadie, me acerco a las grandes puertas que se alzan imponentes sobre mí. Cuando llego a ellas miro hacia el interior. Extrañamente no hay ningún oficial vigilando desde la caseta de vigilancia. Frunzo el ceño y aprieto la mandíbula. Esto no me está gustando nada, el hecho de que no haya ninguna autoridad significa que algo sucedió.

Desvío la mirada al seguro. Curiosamente no está puesto, tampoco está la gruesa cadena que comúnmente enrollan entre ambas puertas. Tomo la puerta derecha por uno de sus barrotes y la empujo un poco. Esta se abre sin esfuerzo, como si me invitaran a pasar. Me relamo los labios. Como había supuesto, fueron ellos. Conociéndoles jamás dejarían eslabones libres. Me han preparado todo para que pueda llegar sin ningún inconveniente. Me pregunto cuántos de ellos habrá allá, la probabilidad de que termine luchando es muy alta.

Suspiro. Espero que el vigilante esté bien en algún lugar de aquí. Abro por completo la puerta y regreso a mi motocicleta. Nuevamente reviso la carretera. Pero por lo visto nadie se atreve a pasar por aquí a esta hora, tal vez sea por la incomodidad que se transmite. Sonrío. Ni que fuera a aparecer un alma en pena. Me monto en la motocicleta y con cuidado acelero subiéndome a la acera, lentamente paso a través de la entrada.

Bienvenido al mundo de los muertos...

Molesto me muerdo el interior de mis labios. Solo la escucho reírse. Juro que la voz me asusta más en este momento que el mismísimo cementerio.

Agradéceme, al menos no te sientes solo...

No puedo evitar sonreír ligeramente. Aparco la moto detrás de la caseta de vigilancia para esconderla y la apago. Este lugar es perfecto, hay un árbol al lado y sus ramas bajas cubren la mayoría de la moto. Suspiro. Espero no la rayen o yo mismo se las cortaré. Me bajo y me retiro el casco dejándolo sobre el mando, luego escondo mis llaves detrás de una piedra.

Una vez que estoy seguro de que todo está correcto, salgo de entre las ramas y observo hacia atrás. Sonrío tranquilo. Ella estará bien, no la verán. Me giro para avanzar, pero entonces tropiezo con algo que casi me hace caer. Molesto observo el objeto que casi logra que me rompa la cara de un golpe. Doy con la sorpresa de que se trata de la gruesa cadena que debía de bloquear la entrada.

Me inclino y la tomo de entre el crecido pasto, la alzo en lo alto observándola con curiosidad. Está rota como supuse. El pesado candado plateado aún yace prendido a los extremos originales de la cadena. Suelto un suspiro de desagrado y la aviento nuevamente entre el zacate. Mis suposiciones se están confirmando y eso me disgusta. Vaya maldita suerte tuve para encontrármela. Continúo mi camino.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora