XI. REALIDAD

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No cometas los mismos errores, eres mejor que esto. Ya no eres el mismo y jamás volverás a ser como antes. Esto es lo correcto, estás tomando buenas decisiones. Jamás retrocedas, jamás huyas, sé responsable de tus actos y acepta tu destino. Sigue siempre firme, Keith. Siempre adelante.

Jadeo profundamente y afirmo para mí mismo. Salgo de mi apartamento con la mirada alta y mi postura firme. Nadie debe de notar nada, soy un simple mundano, no es absolutamente raro salir a las cuatro de la madrugada a andar por la calle, es muy usual, cien por ciento habitual.

Mentira...

Pongo seguro a la puerta y guardo la llave en mi bolsillo delantero. Me alejo dirigiéndome al elevador por el pasillo a medio iluminar. Al estar caminando como si nada estuviera pasando, paso frente a la puerta del departamento de Samther. Ignoro. Ahora mismo distraerme en ese tipo de cosas es algo innecesario.

Llego frente a las metálicas puertas del elevador y pulso el botón de llamada que brilla en un amarillo opaco. Al instante se pone rojo, señal de que recibió mi orden y viene a por mí. Suelto un suspiro y me dedico a esperar.

Al poco tiempo me doy cuenta de que el elevador está tardando en llegar. Levanto mi mirada y la posiciono sobre los rojos números que van pasando en la parte superior de la puerta. Por lo visto el elevador fue a por algún residente hasta la primera planta. Suelto un bufido de desagrado, esta es una de las tantas razones por las que no me gustan los elevadores.

Acomodo mi casco entre mi brazo y mi costado y meto mis manos en los bolsillos de mi pantalón. Ansioso miro hacia las escaleras. Quiero ir por ellas pero no puedo, es más rápido y divertido, pero me lastimaré, jodida desgracia me ha caído.

Sin nada más que hacer, chasqueo con mi lengua y le doy la espalda a las puertas del elevador para dirigirme a la pared y recargarme en ella. No me voy a quedar parado ahí esperando como un mudo mientras el tardado elevador llega. Qué bonito, ¿no? Tener que esperar sólo por una maldita máquina.

Enfadado me recargo en la pared. Cruzo mis pies tomando una posición cómoda y dejo la mirada sobre la cortina de mercurio. Es curioso pero es lo que parecen esas puertas frente a mí a un metro y medio de distancia. Siento una real y desesperante vista al ver pasar lentamente los pequeños números rojos.

Suelto un suspiro y bajo la mirada al suelo. Dentro de uno de mis bolsillos siento a Unut, mi navaja de color negro. Un filoso y peligroso objeto que portar, una simple cosa que se convierte en un arma perfecta. Hace mucho tiempo que no la sacaba del pequeño cofre de recuerdos escondido en mi ropero. Tenerla conmigo me da confianza y seguridad, extrañamente me relaja.

Sin embargo nunca he utilizado a Unut con el objetivo de lastimar a alguien o con ningún otro destino. Este simple artefacto perteneció a mi padre y por dolorosos recuerdos decidí nombrarla cuando quedó en mi posesión. "Unut" significa olvidada en turco. La nombré así porque mi padre la arrojó a una esquina del sótano para no volver a tocarla de nuevo después de utilizarla conmigo para darme una lección.

Antes de irme de casa y ponerla en renta fue uno de los pocos objetos que me llevé. Y a pesar de que fuera de mi padre y tuviera malos recuerdos, supe muy bien que esta pequeña arma me sería muy útil para protegerme. Se puede decir que desde el día que salí de la cárcel pensé que todos me querían muerto. Pero no era de extrañarse, ser un criminal hace que todos te odien.

Recargo mi cabeza contra la pared y observo el blanco techo. Recuerdo muy bien ese día, lo recuerdo como si fuera ayer, el día de la gran lección que me marcó de por vida.

Ese día mi padre llegó de trabajar. Yo estaba peleando con mi hermana menor. Llegó justo en el momento en que tomé a Dahiana y la arrempujé contra la pared con tanta fuerza que terminó tirada en el suelo quejándose del dolor, pero eso había sido un accidente, pues estuve por completo fuera de control gracias a la furia que ella misma me ocasionó.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora