XIX. PESADILLA

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Tapo con fuerza mi boca deteniendo los gritos de horror que quieren salir por mi garganta. Terror, que miedo tengo, ¡¿qué mierdas está sucediendo?! Me apresuro y me escondo en la oscuridad del armario, en silencio cierro la puerta. Nuevamente tapo mi boca ahogando mis jadeos desesperantes.

Dios mío...

Retengo el aire en mis pulmones y dejo de respirar. La puerta se está abriendo. Escucho el rechinido de la madera bajo su peso y mi piel se eriza.

¡Saray! ¡Lize!...

Los pasos se acercan. Lágrimas comienzan a resbalar por mis mejillas, no puedo creerlo.

No estoy aquí, no estoy aquí, ¡no estoy aquí!...

La imagen de sus cuerpos muertos está fresca en mi cabeza. Una marca imposible de borrar. Tanta sangre en el suelo, demasiada.

Sus cuerpos abiertos, destrozados, sus rostros reflejando terror con grandes tajos en las mejillas simulando sonrisas. Y esos pasos acercándose, en cuanto los escuché corrí hasta esconderme en el armario de la habitación.

La oscuridad me sofoca, tengo demasiado miedo, ¡no quiero morir! Los pasos se detienen. El silencio se ha comido todo. Me mantengo quieta.

No estoy aquí, no estoy aquí, no estoy aquí...

Ya no oigo nada. El tiempo parece que se ha paralizado.

Dios, que alguien me salve...

Saco mi celular y enciendo la pantalla, busco el número de emergencias. Escucho un movimiento y me paralizo. Se trata de un arrastre. Lo que sea que ha matado a Saray y Lize está haciendo algo con sus cuerpos, al parecer no tiene suficiente con tenerlas muertas. Continúo la búsqueda y lo encuentro. Esperanza.

Un crujido suena y mis vellos se erizan de nuevo. ¡¿Qué demonios fue eso?! Escucho más crujidos y leves risas. Una idea horripilante me viene al instante, ¿acaso les está rompiendo los huesos? El fuerte hedor a sangre llega a mis fosas nasales y aguanto una arcada, quiero vomitar. Tapo la luz de mi celular, me muevo y siento como la ropa que cuelga sobre mi me toca la cabeza.

La oscuridad en la que estoy me da seguridad, pero la cosa que está ahí afuera terminando por destruir lo que resta de mis amigas me mantiene en un horror sin igual. Dios quiera que no me encuentre. Los sonidos fangosos continúan manteniéndome tensa.

En silencio me acerco a la puerta del armario y observo a través de las rendijas de madera. Lo que observo sólo se queda nuevamente marcado en mi alma. Ahí, sobre los dos cuerpos de mis amigas, está alguien. Les está cortando la piel con un cuchillo como si se trataran de cerdos, como si ellas fueran animales.

Observo temblando como corta los ensangrentados músculos expuestos del brazo de Lize. Miro como lo toma, pone su pie en lo que resta de la extremidad y entonces jala y tuerce haciendo que el antebrazo se separe del brazo. Observo horrorizada como cuelgan restos del antebrazo de Lize.

¡Dios mío, haz algo!...

No puedo reaccionar, estoy paralizada por lo que estoy viendo, sólo observo como ese monstruo destroza a mis amigas pedazo a pedazo para después meterlas en una bolsa negra. Esa bolsa no estaba ahí cuando llegué a la habitación y me topé con ellas ahora muertas.

Las arcadas vuelven haciéndome reaccionar, esto es demasiado. Las contengo como puedo aunque sé que esta vez no aguantaré. Enciendo la pantalla de mi celular, desbloqueo y llamo. Termino por desequilibrarme en mi descuidado intento de evitar las arcadas y hago que la puerta del armario se abra. Caigo hacia adelante tirando el celular y logro sostenerme con una mano antes de caer de cara. Mi otra mano en la boca no lo retiene y vomito manchándola, saco toda mi cena revuelta con bilis y baño el suelo.

Estás muerta...

Me tenso, he cometido el peor error que una persona debe de hacer en presencia de un psicópata asesino, he salido de mi escondite y ahora se ha dado cuenta de mi existencia.

Sí, estoy muerta.

Aterrada levanto la mirada y justo frente a mi está él, ese hombre de rostro horrible

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Aterrada levanto la mirada y justo frente a mi está él, ese hombre de rostro horrible. Su cuchillo lo coloca bajo mi mentón y la punta del filo presiona en mi cuello. Mi celular lo sostiene con su otra mano, no ha colgado la llamada. Su sonrisa maniática me demuestra su emoción.

Nueve-uno-uno, emergencias. ¿En qué puedo ayudarle?

Es una mujer al otro lado de la línea. Pero no puedo contestar, las palabras están atoradas en mi garganta. Sólo puedo ver esos anillos negros que le rodean sus ojos hundidos en la maldad, y esa gran sonrisa perversa. Él se está divirtiendo.

¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Intento gritar y pedir ayuda, pero sólo saco un sonido que se ahoga en mi garganta, el filo del cuchillo me impide hablar.

Muy buenas noches, señorita. Disculpe la llamada, marqué por error. –dice él sonriente.

Comprendo, si necesita ayuda en algún momento por favor vuelva a contactarnos. –contesta la mujer tranquila.

Claro, no se preocupe, si sucede algo llamaré. Que tenga una buena noche.

Buena noche.

El monstruo sonriente cuelga por fin la llamada.

Gran error linda, no me busques problemas.

Paso saliva, la voz de un maniático asesino. Él deja caer el celular al suelo y lo patea.

Te atreviste a salir preciosa, me sorprendes. Aunque lo hiciste antes de lo planeado y de una manera poco inconveniente.

Abro mis ojos como platos. ¿Él siempre supo que estaba escondida en el armario? En realidad nunca tuve la oportunidad de vivir, mi fin estaba escrito desde que él entró a la casa.

El cuchillo se presiona en mi mentón y corta. El ardor es instantáneo y siento un líquido caliente resbalar por mi garganta.

Ve a dormir.

¡STRACKS!

Su cuchillo lo ha hundido en mi cuello.

INSANE DESICION ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora