Un beso para pactar una tregua.
Hay una historia graciosa en cómo Jiang Cheng y Meng Yao —que al principio no podían ni verse sin desear sacarse los ojos... o intentarlo— empezaron a salir. Una casi surrealista. Cuando le dan la "buena noticia" a sus novios, ni Nie MingJue ni Lan Huan pueden creerlo. Más o menos.
-Me estás diciendo que... ¿habéis empezado a salir en la fiesta de Nochebuena de los Jin?
-No, nos liamos en la fiesta de Nochebuena de los Jin. -Corrige Jiang Cheng a un ojiplático Nie MingJue-. Empezamos a salir en Navidad.
-Es que, a ver -Meng Yao, con una de esas sonrisillas retorcidas de las suyas, toma asiento al lado de Lan Huan en la cafetería en la que han quedado con sus dos novios para contarles que ahora también son novios, así que su sueño de vivir los cuatro juntos quizá pueda cumplirse en un futuro no muy lejano. Trae una bandeja con sus cafés, y menos mal. Menos mal porque eso significa que nadie ha comenzado a beber ya del suyo y que por lo tanto nadie (Lan Huan y Nie MingJue) puede atragantarse con lo que va a decir-, después de descubrir lo bien que la chupa, me renta salir con Jiang Cheng también. Ahora ya entiendo por qué estáis con él.
-¡A-Yao!
-¿Enano?
-¡Meng Yao! ¡Estás a esto de que te parta las putas piernas!
-Si solo halago tu talento natural para comer pollas, cariño.
***
Todos los años, los Jin celebran una fiesta de Nochebuena por todo lo alto, aunque es posible que esa tradición pare dentro de poco... o se intensifique. Ostentosa, ruidosa y llena de comida cara y otros lujos que prácticamente rozan lo obsceno. Que Jin GuangShan esté a punto de entrar en una redada interminable de juicios por maltrato no va a cancelar la de este año. A la mayoría de gente le encanta, consideran un honor recibir la invitación a la dichosa fiesta. A otros no tan mayoritarios —a los que vienen obligados porque la familia es así— no les gusta tanto. Jiang Cheng lleva acompañando a sus padres y a su hermana a esa especie de pesadilla del Rey Midas desde que tiene uso de razón. Es otro motivo más para envidiar a Wei Ying, porque claro, como él es adoptado no está obligado a venir. Para Meng Yao, sin embargo, no es costumbre. Este año ha sido el primero, y solo porque necesita saber a quién y a qué se enfrenta. En su cruzada particular por hacer que su padre se responsabilizase de sus actos y de haber sido un bastardo (y de seguir siéndolo) Jin ZiXuan le ha obligado no solo a invitar a los medio hermanos de los que tenía constancia, también a que se los tratase como le trataban a él. Así que, por supuesto, no pudieron faltar. Eso no cambiará nada cuando se encuentren en los tribunales, Meng Yao lo ha decidido antes incluso de dar un paso dentro del salón.
Tanto Meng Yao como Jiang Cheng se reconocen nada más verse en el gran salón de la enorme casa de campo que además hospedará a familia y amigos cercanos hasta la mañana siguiente, cuando el alcohol ya se les haya bajado. Los dos están de mal humor, porque sus novios los han dejado solos. Lan Huan es que "no se puede perder bajo ningún concepto" las celebraciones navideñas con sus padres y su tío... que ni siquiera celebraban la Navidad. Y Nie MingJue ya había quedado con sus madres, claro que sí. Vamos que los han echado a los tiburones... y ambos prometen vengarse.
Y se han vengado, a su manera. Al fin y al cabo, esa misma noche les condenaron a la vida en cuarteto, que no siempre será ni tan fácil ni tan divertida.
Si hay algo que haya evitado que Jiang Cheng y Meng Yao se asesinen en esa condenada fiesta es, sin duda, Jin Ling. Aliarse los dos para hacerse cargo de ese pequeñajo adorable, su mini diablillo de tres años, ha sido su salvación. Y también lo que les lleva a acostar al crío a una hora bastante temprana y les da la excusa perfecta para desaparecer de la fiesta. Jiang Cheng, que igual ha bebido ya una o dos copas de más, no sabe del todo bien cómo han llegado a esta situación. O, si lo recuerda, no le interesa ser sincero. Cualquiera de las dos puede ser una respuesta más que válida. Él solo sabe que Jin Ling está dormido, que no quiere volver a la fiesta y que, fíjate por dónde, su metamor tampoco. Algo genial, porque así pueden escaquearse juntos.
Y eso nos lleva de vuelta al momento en el que Meng Yao se da cuenta de que Jiang Cheng podrá ser un novio maravilloso. O un rollo maravilloso, lo que sea. O las dos.
(Acaba, por supuesto, en novio. Y en que Meng Yao algunos meses más tarde cae en la cuenta de que está pillado hasta los huesos, cuando lo mira dormir y se percata de que le encanta tenerlo a su merced. Y si cierra los ojos podrá verle entre sus brazos, con una cicatriz donde en realidad hay un tatuaje, pero eso no le importa ahora.)
Lo que empieza en el pasillo de la segunda planta como un beso violento, uno de esos que prácticamente sirven más para desahogar el estrés que para hablar de sentimientos, continúa en el cuarto que le han asignado a Jiang Cheng para pasar la noche. Menos mal que hay habitaciones más que de sobra y no tiene que compartirla con sus padres ni con ningún miembro de la familia, porque se quedarían de piedra como entrasen sin previo aviso. Y eso que su hermana ya sabe que tiene dos novios, pero ni ella se espera un tercero. O no lo espera, por lo menos, hasta que no les ve la química que tienen cuidando de su hijito. Puede que, allá abajo, mientras charla con Qin Su y la señora Jin en un intento más o menos desesperado de lograr que se lleven bien, Jiang YanLi ya se esté imaginando más o menos con quién anda su hermanito.
Qué está haciendo su hermanito... bueno, esa es otra historia en la que sabe que no debe meter las narices. No le interesa ver cosas que no debe ver, y ya tiene la experiencia de encontrarse a A-Ying medio desnudo con su novio. No necesita vivir lo mismo con A-Cheng, que es el sensato de la familia.
Aunque al principio —cuando cae sobre la cama— Meng Yao no está muy seguro de qué debería esperarse, las dudas se le pasan rápido. A Jiang Cheng le guían más el alcohol, los besos y la frustración que el sentido común, por eso está actuando de alguna manera extraña en piloto automático. En piloto automático erótico. Meng Yao se plantea si será buena idea o no, pero luego recuerda las caras con las que llega Lan Huan algunas veces después de haber estado con él —siempre parece renovado, como si acabase de volver del spa— y decide que en esta vida hay que experimentar de todo, incluso el sexo con alguien que crees que te cae mal. En la habitación solo se oyen jadeos durante algún tiempo, hasta que el murmullo de la cremallera de la bragueta de los pantalones de Meng Yao se une a esa curiosa orquesta que antes solo contaba con dos solistas enfrentados. Jiang Cheng le besa y le lame por encima de los calzoncillos y Meng Yao siente que va a perder la cabeza de un momento a otro.
Esa idea (esa certeza, más bien) solo se reafirma cuando se harta de mirar al techo. Con un gruñido, se incorpora sobre sus codos. Puede ver con perfecta claridad a Jiang Cheng arrodillado en el suelo, entre sus piernas que cuelgan al borde de la cama. Y puede ver con una claridad aún más perfecta el instante mismo en el que el estudiante de Física libera su pene de la elástica presión de los calzoncillos y lo agarra con esos dedos finos en los que resplandece uno de sus anillos favoritos. Se sostienen la mirada durante un segundo y Meng Yao lo sabe. Está rojo, rojo como un tomate por la vergüenza y la excitación, porque está durísimo justo ahí, en la mano de Jiang Cheng, a quién ha clamado incluso odiar. Y porque todas sus máscaras han caído, aunque eso ocurrió hace ya un rato, cuando se comían la boca en el pasillo. Porque es incapaz de no gemir cuando siente a su metamor respirar sobre su glande hinchado.
-¿Sigo?
-¿Quieres?
-Teniendo en cuenta que he sido yo el que te ha bajado los pantalones, tú verás.
Sí, ese sin duda es un buen argumento.
Meng Yao traga saliva. No sabe dónde se está metiendo, pero esa copa de champán ha debido afectarle al cerebro porque, por una vez, no le importa. A él, que nunca hace las cosas sin pensar en absolutamente todas y cada una de sus repercusiones y de planearlo todo al milímetro, no le importa nada.
Lan Huan y Nie MingJue tienen razón. Jiang Cheng es especial. Tiene algo, un brillo único en los ojos que hace que quieras saltar a la piscina sin mirar si hay agua o no. Ahora lo entiende. Ahora ve por qué cuando hablan de él hay una especie de nostalgia en ellos, como si se refirieran a alguien tan querido, pero perdido en la inmensidad del tiempo, y a la vez hay ilusión por tenerle de nuevo entre sus brazos. Y ahora que empieza a entender, también comparte. Sin embargo, aunque lo haga, la voz le sale temblorosa al afirmar.
-Sigue.
Así, apoyado sobre sus codos, puede disfrutar del momento exacto en el que Jiang Cheng se mete su erección en la boca. El muy capullo no rompe el contacto visual en ningún momento de la mamada. Y si le oyen gemir en el piso de abajo cuando llega al orgasmo... en fin, solo será un escándalo Jin más a ignorar, ¿no?
ESTÁS LEYENDO
77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
Fiksi PenggemarUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...