57 - Desperate

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Un beso desesperado.

De vez en cuando, en los días buenos, ver a Jiang Cheng llorar tiene algo precioso. Sus tres novios lo piensan, y él los llama sádicos una y otra ver por ello. Lan Huan no lo es. Nie MingJue y Meng Yao sin embargo... 

Esos dos le hacen llorar con más fuerza, habitualmente mientras le impiden correrse. Y él se quejará hasta la saciedad, sí, pero la más pura verdad es que le encanta. Si no le encantase, al fin y al cabo, podría pararlo y jamás volverían a tocar el tema ni a intentar hacerlo. Pero no quiere que paren. Por eso solo se queja una vez ya está fuera de la cama. Ahora, por ejemplo, hace de todo menos quejarse.

Ahora gime, grita y solloza, atrapado e inmovilizado. Lan Huan tiene la cara entre sus piernas y la boca bien colocada alrededor de su erección, pero es Meng Yao quién maneja las riendas de ese oral por completo gracias al vibrador que hundió hace un rato en el trasero del maestro de música. A Lan Huan le encanta seguir órdenes y le encanta complacer a sus novios al hacerlo, darles placer es casi una necesidad suya, así que siempre le falta tiempo para acceder a esos juegos. A Jiang Cheng no le encanta tanto, porque uno de los objetivos de la noche es llevarle al límite, y lo están consiguiendo de maravilla. Tanto que, como siga gritando, siente que pronto se quedará sin voz. Y pronto volverán a tener otra queja más de los vecinos, pero eso les importa entre muy poco y nada.

No puede moverse, no puede hacer nada para evitarlo, aunque en realidad las restricciones le gustan. Le hacen sentirse seguro, como a Lan Huan las palabras de afecto. En este momento, sin embargo, daría todo lo que fuese por poder apartar a su novio de un manotazo y masturbarse hasta el orgasmo. Cuando Meng Yao le ve demasiado cerca hace que Lan Huan se aparte, y Jiang Cheng grita de algo que parece rabia, pero está demasiado sumido en el morbo de la situación y en su propio espacio privado al que le conducen las ataduras.

Nie MingJue, como siempre, ha hecho un trabajo magnífico con él. A veces logra convertir su cuerpo en una auténtica obra de arte, y tienen alguna foto o dos por ahí de Lan Huan y él luciendo orgullosos sus mejores nudos, pero Jiang Cheng no confesará que le encanta. No hoy al menos. O no ahora, cuando tiene las manos atadas contra sus muslos y lo único que puede hacer es clavarse las uñas en la carne. Sus piernas también se encuentran inmovilizadas. Le permiten yacer bocarriba y retorcerse, pero no escapar. Lo poco que puede moverse es solo otra forma más de caer en la frustración y en el placer. Y lo peor no es eso. Lo peor es que, poco después de atarle, Nie MingJue se largó de la habitación y los dejó a Lan Huan y a él bajo el control de Meng Yao. Por suerte vuelve justo cuando Meng Yao le ordena a su novio que deje de chupársela y se dedique a él un rato. Lan Huan solo le besa una última vez en la cadera antes de ponerse a adorar a Meng Yao, que ignora sus gemidos, sus llantos y sus insultos con una sonrisa malévola.

-Vaya, vaya -dice Nie MingJue, divertido. Acaba de regresar a su propio cuarto, desnudo. Su falo se alza, rígido contra su vientre, y Jiang Cheng se siente salivar cuando avanza hacia él, hacia el extremo de la cama del cual su cabeza cuelga-, ¿has tenido bastante, preciosidad?

-¡Si ni siquiera me he corrido, cabronazo!

Nie MingJue se permite una sonora risotada mientras pasea perezosa su mano de arriba a abajo por su imponente erección, ya cubierta por un condón de, seguramente, alguno de los sabores preferidos de Jiang Cheng.

-No has conseguido minarle mucho la moral hoy, Meng Yao.

-No lo pretendía -contesta Meng Yao entre suspiros placenteros al otro lado de la cama, mientras se regodea en las dulces caricias y besos de Lan Huan y le recompensa con uno o dos de vuelta-. Pero creo que te lo he dejado en el estado de ánimo idóneo.

Ante la sonrisa de su novio, el abogado se limita a alzar ambas cejas. Después mira a Jiang Cheng que, atrapado en la cama, se revuelve para intentar al menos frotar su propia erección con los muslos. Tiene las mejillas rojas y parece tan excitado que el más mínimo toque podría conducirle al orgasmo, así que Nie MingJue se compadece de él.

Un poco, porque solo le acaricia la frente. No es suficiente ni por asomo, pero atrae su completa atención.

-Abre bien la boca, preciosidad.

Jiang Cheng ni siquiera se lo plantea a la hora de obedecer, porque necesita sentir algo. Lo que sea. A ser posible, una polla dentro de él. La preferiría en el culo, pero tendrá que apañarse y hacer uso de ese talento nato suyo que sin duda no enorgullecería a su padre. Además, sabe que  si lo hace bien, Nie MingJue le recompensará. Nie MingJue siempre le recompensa.

Esta vez no es la excepción, no cuando el falo del abogado se hunde hasta su garganta y le siente gemir a su alrededor. Meng Yao ha liberado a Lan Huan con una sonora —y prometedora— palmada en el culo y le incita a volver de nuevo entre las piernas de Jiang Cheng para atender esa erección goteante suya. Con un miembro en la boca y otra alrededor del suyo propio, el más joven de los cuatro se siente desvanecerse entre los distintos impulsos. Nie MingJue embiste en su boca, tras sus labios, al ritmo que desea, y él solo puede pedir por más y más en sílabas desarticuladas que apenas son conscientes de lo que están rogando. Lan Huan le acaricia mientras se la chupa y de pronto hay una mano en su pecho jugueteando con sus pezones. Sabe que, por descarte, solo puede ser la de Meng Yao, distraída mientras se para a besar a Nie MingJue, pero no se le ocurre cuándo puede llegar a haberse acercado. Solo sabe que se está haciendo daño de tanto clavarse las uñas en los muslos, pero no le importa.

No sabe cuánto tiempo tarda Nie MingJue en correrse, pero podría ser cualquier punto entre un segundo y una eternidad. Está demasiado perdido en su propio placer intermitente y en las embestidas ajenas que llegan hasta su garganta como para darse cuenta. Sabe que a veces Nie MingJue se queda quieto dentro de él, que es justo cuando Meng Yao le ordena a Lan Huan que pare, cuando lo ve demasiado cerca otra vez. Ese patrón se repite otras dos o tres veces, cada una más seguida que la anterior, hasta que escucha al abogado —aunque embotado, como si estuviera muy, muy lejos— avisarle de que va a correrse. Le pregunta que si dentro o fuera. Jiang Cheng apenas es consciente de su propia contestación, pero sabe que, cuando se retira para dejarle hablar, le pide que dentro.

Durante un momento, está lleno. Lleno de Nie MingJue, lleno de los toques picajosos de Meng Yao y lleno de la boca de Lan Huan, que sigue besándole y lamiéndole hasta hacerle perder la cabeza. Aunque el abogado lleva puesto el preservativo, debe de haberse rasgado sin querer al rozar contra sus dientes en algún momento, porque el sabor de la uva se mezcla con el amargor del semen. Gimoteando, Jiang Cheng traga aquello que puede mientras sus lágrimas se desbordan una vez más, porque Lan Huan acaba de separarse de su erección. Sus gráciles dedos, tan finos y tan fríos, la rodean, pero no se mueven. Hay una pausa, un silencio, y luego todo se desencadena.

Desesperado por probarle —o quizá por probar a Nie MingJue en su boca— Lan Huan repta hacia arriba para besarle. Es feroz, desbocado y acalorado, y todo su cuerpo se curva contra el de Jiang Cheng como si más que besarle quisiera que sus pieles se fusionasen en una sola. Su mano sigue alrededor del miembro erecto de Jiang Cheng. Solo entonces, mientras le arranca el aliento y el alma con los labios, sus otros dos novios le permiten correrse.

La vista de Jiang Cheng se llena de puntos blancos con la explosión abrumadora del orgasmo.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora