Un beso en la nariz.
Que Lan Huan tiene la naturaleza de una lapa mimosa o de un koala con síndrome de abstinencia de eucalipto es algo que sus tres novios saben más que de sobra. No solo lo saben, lo han aceptado —porque al fin y al cabo estaban firmando por eso mismo cuando empezaron a salir con él— y, en mayor o menor medida según el día, les encanta. O más bien manifiestan en mayor o menor medida que les encanta según el día que hayan tenido. Por ejemplo, y contra todo pronóstico, Nie MingJue es el más habituado a pedirle abrazos. Al fin y al cabo, los dos se conocen desde chavales, desde el instituto, y la suya siempre fue una amistad de lo más cariñosa. Tanto que a nadie le sorprende en realidad que acabasen saliendo. Lo de incorporar otros dos novios a la ecuación ya ha levantado más exclamaciones, en especial entre la familia Lan, pero ese es otro tema distinto. El actual consiste en que al abogado le encanta que su primer novio (cronológicamente hablando solo) sea una especie de peluche mimoso que se le cuelga cada vez que abre los brazos en su dirección, y que le besuquea por todas partes a la más mínima oportunidad que se le presenta. Siempre y cuando no esté atrapado en algún libro, claro. En ese caso, Lan Huan está apagado o fuera de cobertura, por favor, inténtelo más tarde.
Por otro lado, Meng Yao es más selectivo con sus afectos. A su manera también sorprendente, es el menos aficionado al tacto de los tres, aunque solo con los extraños. Sus novios, su sobrinito y su madre son, por supuesto, bonitas excepciones a las que le encanta abrazar. Por eso cada vez que Lan Huan está mimoso, Meng Yao se presenta voluntario de buen grado para pasar un rato entre los brazos del maestro de música mientras hablan de cualquier cosa. Es agradable, se siente protegido y bien. Y, por último, está Jiang Cheng, que siempre se queja ante los abrazos. Siempre, no falla, a no ser que esté pasando por un mal momento. Entonces su falta de negativas le da a sus tres novios la pista de que algo va mal, muy mal, y deberían preocuparse, porque solo hay dos casos en los que se deje abrazar sin revolverse ni gruñirles. Uno es ese; otro, el post-coito. Ahí suele comenzar él mismo los abrazos, por eso más de una vez —es una curiosa regla después de la mayoría de tríos que se montan— Nie MingJue acaba con un novio haciéndole el koala por cada lado. Suele tener a Jiang Cheng a su izquierda y Lan Huan a su derecha, porque son animales de costumbres.
Esa, sin embargo, no es la única costumbre compartida a dos, a tres o incluso a cuatro. Ni Lan Huan es el único miembro del cuarteto que tiene sus peculiaridades. Desde una lente externa, en realidad son todos un poco raritos, pero prefieren evitar esas valoraciones. Sus tres novios se han acostumbrado a la presencia melosa y reconfortante de los abrazos de Lan Huan y, de la misma manera, esta especie de manía se combina con los hábitos de los otros miembros de la relación. A veces mejor y a veces peor. Esa tarde, después de un examen particularmente duro que le ha tenido un par de noches en vela estudiando, la costumbre mimosa del profesor de música se acopla a la manía de Jiang Cheng.
A Jiang Cheng siempre le ha gustado cocinar, y sus tres novios lo saben más que de sobra. Por eso —y porque es el que mejor cocina de los cuatro sin duda alguna; MingJue es un negado capaz de quemar el antiadherente de las sartenes, Lan Huan solo sabe hacer sopas y bollos al vapor y Meng Yao cocina unos cinco platos para sobrevivir, pero poco más, comería sándwiches todas las noches si de él dependiera— suele ser el que se encarga de las cenas cuando no piden a domicilio. Sin embargo, su hobby no se queda ahí. Una de las primeras cosas que sus novios aprendieron de él fue que cocinar le desestresa, por eso suelen tener exceso de tuppers en el congelador en época de exámenes. Y de repostería para el desayuno cada vez que termina algún examen y se atreve a creer que le ha salido bien. Si cree que le ha salido mal, entonces es más probable que se encierre en su cuarto, la mayoría de las veces para llorar un rato a solas. Sus tres novios saben que lo hace, pero nadie comenta nada, porque es un tema difícil de tratar. Meng Yao, de todas formas, está más tranquilo desde que le confesó que ha empezado a tratar eso con su psicólogo. Ahora además hace más tandas de galletas, que son las que confiesan que el examen quizá le ha salido regular, pero intentando sobrellevarlo de otra manera.
Lan Huan, que no es tonto aunque a veces lo parezca, se ha dado cuenta de algunas cosas desde que empezaron a vivir los cuatro juntos. De patrones, en especial patrones de comportamiento. Una de ellos, sin ir más lejos, se relaciona con la tendencia a la repostería de su tercer novio y a su obsesión con tener siempre algo disponible para el desayuno y para picar entre horas. Aunque Jiang Cheng casi siempre se queje de sus abrazos, suele aceptarlos a no ser que esté de esas venadas de mal humor explosivo que le dan a ratos y que implican que el resto del mundo debe correr y esconderse. Sin embargo, hay un momento clave en el que ni está en mitad de una crisis ni tras un coito y puede abrazarlo sin que se queje demasiado. Exacto, después de un examen, mientras cocina. Habitualmente, justo después de que meta las galletas o el postre pertinente en el horno.
Jiang Cheng ha tenido examen hoy.
Ha sido uno de esos que le han salido solo medio bien. No tanto como él querría, por eso una parte frustrada suya quiere esconderse, chillar e insultarse a sí mismo, y otra se repite que ha sido suficiente, que estará aprobado y que no tiene que sobresalir siempre, que el doctorado no es una competición y que no tiene que demostrar que es mejor que nadie. Como ambas colisionan y los pensamientos intrusivos hacen que le duela la cabeza, ha decidido que mañana van a tener galletas de chocolate y avena para desayunar. Bueno, mañana y toda la semana en general, a no ser que el bruto de Nie MingJue se lleve media bandeja por delante en un día. Ya ha pasado más veces, Meng Yao tuvo una rabieta al respecto y Jiang Cheng acabó haciendo galletas solo para su tercer novio como si fuese un niño pequeño. Oh y, por supuesto, también lo llamó niño pequeño varias veces, y no solo por el tamaño.
Cuando el aroma del chocolate en el horno comienza a revolotear por toda la casa, Lan Huan sabe que es el momento. Levanta la mirada de su libro de turno, se levanta del sofá y avanza a la cocina a pasos rápidos pero etéreos, como si volara. Jiang Cheng le ha visto desde la barra americana que separa ambas estancias abiertas. Le ha visto y, de hecho, le está esperando, porque le sonríe en cuanto se reúne con él. No se lo confesará a sus otros dos novios, pero Lan Huan en realidad no está muy seguro de quién abraza a quién en cuanto entra en la cocina. Solo sabe que el horno da calorcito, y que el chico entre sus brazos más todavía. El maestro sonríe complacido mientras lo estrecha y deja que unos cuantos besos se pierdan entre sus cabellos negros recogidos en ese moño medio deshecho que tanto le gusta. Constata con ternura —porque siente que se le derrite el corazón al pensarlo— que Jiang Cheng le robó su sudadera blanca por la mañana y se la ha llevado al examen a modo de amuleto de la suerte, y vuelve a abrazarle con fuerza, hasta que escucha un murmullo ahogado presionarse contra su clavícula. Afloja el abrazo, pero sigue besuqueándole sin prestar demasiada atención a sus protestas a media voz. No para, no al menos hasta que Jiang Cheng no alza la vista con ese ceño fruncido suyo tan adorable. Tiene ojeras —muchas ojeras— pero al menos parece tranquilo. Entonces lo que hace es besarle justo en la punta de la nariz. Y luego echarse a reír cuando su novio la frunce también, como un gato confuso.
Como sabe que probablemente va a quejarse y a llamarle lapa —suele ocurrir— Lan Huan es raudo a la hora de comenzar él la conversación y desviar el tema hacia las galletas y hacia el sabor de las galletas, dos tópicos apasionantes.
-¿Chocolate?
-Con avena.
-Las favoritas de A-Yao. -Comenta Lan Huan, poniendo un puchero que en realidad es una broma. Y una jugada que le sale bien, porque su novio bufa y luego se ríe, y el estrés y la tensión del examen va desapareciendo poco a poco de sus hombros.
-Se lo debía. -Confiesa-. Ha estado toda la semana trayéndome té mientras estudio, y eso que tenía un montón de exámenes que corregir. El idiota de su tutor es un maldito aprovechado.
-Habría preferido que te obligase a dormir, pero bueno. -Suspira el maestro de música-. Mejor té que café, por lo menos.
-La semana que viene haré galletas de miel. ¿Trato?
Lan Huan enarca una ceja, porque su novio también es un maestro en desviar la conversación cuando le interesa. Y un tramposo. Sabe que no puede resistirse a las galletas de miel, sus favoritas por excelencia.
-Trato.
Aun así, no se va a librar de que le obligue a echarse una siesta en cuanto esas galletas salgan del horno. Como si tiene que llevarle a rastras a la cama. O en volandas.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...