61 - Routine

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Un beso rutinario.

Cuando decidió empezar una relación poliamorosa, la verdad es que Jiang Cheng no sabía muy bien dónde se metía. Y ahora, apenas una semana después de haberse mudado con sus tres novios y descubrir que en su día a día son todavía más mimosos y pegajosos que en las citas que tuvieron en el pasado, tampoco ha sabido hacia dónde se adentraba.

A una parte de su mente —una muy grande y representativa, pero que se mantiene silenciosa ante sus ceños fruncidos y sus quejas falsas— en realidad no le molesta. Incluso le gustan sus pequeñas costumbres, sus rutinas y que sean tan empalagosos como el caramelo líquido. Pero otra cree que tiene un papel que mantener, y se empeña en ello, por mucho que esta vida esté siendo como recuperar algo perdido. O algo que quién sabe dónde, quizá en otra encarnación anterior, nunca pudo tener.

Cada vez que uno de sus tres novios tiene que salir de casa (¡aunque solo sea a hacer la puñetera compra!) se despide de los que se quedan en el piso con un beso. Y a dos de tres no les importa, pero Jiang Cheng, que ahora mismo está relajándose con la Switch un rato tan tranquilo, le parece excesivo. ¿Qué tiene de malo gritar "hasta luego" desde la puerta? ¿O "me voy"? ¿O "vuelvo en cinco minutos/vuelvo tarde"? ¡Por favor, que no es para tanto!

Bueno, pues Nie MingJue no lo entiende. Ni Meng Yao. Ni, por supuesto, Lan Huan. Lan Huan el que menos, a decir verdad.

Jiang Cheng está tirado en el sofá del salón con su consola portátil en las manos. Lo ocupa entero, las largas piernas extendidas sin recato, un tobillo cruzado por encima del otro. Nie MingJue se ha quedado sin sus proteínas favoritas y va a bajar a la tienda especializada que tienen a dos manzanas a por ellas. Es normal, pasará de vez en cuando en la infinidad de sus rutinas compartidas. Y, aun así, siente la necesidad de pasarse por el salón y dejar un beso en su coronilla mientras, cómo no, le llena de halagos molestos y dulzones.

(En realidad le encantan esos motes, sobre todo en la cama.)

-Bajo a la tienda -le avisa, nada más separar los labios de su pelo-. Volveré dentro de nada, preciosidad. Ni siquiera te va a dar tiempo a echarme de menos.

Como no está bebiendo ni comiendo nada, Jiang Cheng se atraganta con su propia saliva. Muere en el juego por culpa de ese momento de distracción y, por supuesto, fulmina a su novio con la mirada.

-Ni que fueras a irte a la guerra -gruñe-. ¿Qué quieres, que te despida con un pañuelo y lágrimas?

-¿No me vas a dar ni un besito, cariño?

-Vete a la mierda -bufa. Como respuesta, Nie MingJue se limita a reír y a dirigirse hacia la puerta. La voz de Jiang Cheng le detiene a medio camino al llamarle-. Oye, mastodonte. Ya que vas, ¿puedes subir algo de fruta? Se nos ha acabado.

Su novio le sonríe.

***

Para su "indignada" sorpresa, incluso Meng Yao —que es sin lugar a dudas el menos cariñoso y el más contenido de los cuatro, más incluso que él mismo— tiene la mala costumbre de ir explícitamente a anunciarle que va a salir de casa por lo que sea y despedirse con un beso. Jiang Cheng cree que es porque Nie MingJue le ha dicho que le molesta. Le "molesta", claro. 

Ya llevan dos semanas viviendo los cuatro juntos y se va acostumbrando a estas cosas. Su relación con Meng Yao es la más joven de todas y no siempre va bien. Ayer, sin ir más lejos, se pelearon otra vez por otra tontería, siempre les pasa lo mismo. Y ninguno de los dos se disculpa hasta que no están muy bien follados, que es, por cierto, lo que acaban de hacer. Aunque se ve que alguien no ha tenido bastante.

-Voy a bajar a la farmacia a por más condones.

Y el muy cabrón luego se queja de la resistencia y las ganas inacabables de Nie MingJue y de Lan Huan...

Desde la cama, tumbado y desnudo entre las sábanas, Jiang Cheng gruñe algo entre dientes. Siente las piernas medio dormidas todavía, con un cosquilleo incómodo. Cuando alza la cabeza, despeinado y rojo como está, se encuentra a Meng Yao y su sonrisa maligna en el umbral de la puerta, las cejas alzadas en gesto de satisfacción. Por toda respuesta, le hace una peineta y vuelve a hundir la cara entre las almohadas. Al parecer no es una respuesta apropiada, porque escucha pasos venir hacia él. Luego hay una mano colándose bajo su cuello y dos dedos finos pero demandantes alzan su barbilla. 

A veces los ojos de Meng Yao parecen perversos, conocedores de algo que se escapa al alcance de la gente corriente. A veces Jiang Cheng se pregunta si su novio de verdad le quiere o si sigue odiándole en secreto, pero prefiere actuar como si no porque el sexo es bastante bueno. A veces se pregunta si es suficiente para Meng Yao sin saber que Meng Yao se pregunta lo mismo.

Entonces Meng Yao le besa la frente, y el roce de esos labios contra su piel es tan tierno que se queda en blanco.

-Ahora vuelvo, ¿vale?

Jiang Cheng solo puede asentir.

***

Al cabo de tres meses compartiendo el mismo espacio vital, lo de los besos de despedida se ha convertido en rutina.

Jiang Cheng está estudiando para su próximo examen, un infierno de Astrofísica Numérica, cuando escucha un par de toques suaves en la puerta de su habitación. Con un murmullo lo suficientemente alto como para que traspase las paredes —que no son muy gruesas, de todas formas, los vecinos están empezando a conocerlos... y a odiarlos— le da paso a su novio de turno. No sabe quién es y tampoco le importa mucho. Lo único que quiere en este momento es aprobar. Con el mínimo necesario le vale, de verdad que sí.

(No, claro que no, pero está a puntito de desquiciarse y no sabe lo que hace, lo que dice ni lo que piensa.)

A Jiang Cheng no se le pasa en ningún momento por la cabeza lo de mirar hacia arriba a comprobar la identidad de su novio, ni siquiera cuando este sustituye su taza de té ya acabada por una nueva, calentita y recién hecha. En vez de eso o en vez de hablar, solo ladea la cabeza y la alza un poco, la mejilla expuesta por puro impulso para recibir un beso. Unos labios suaves, hidratados por un bálsamo, aprovechan esa tan dispuesta pista de aterrizaje para dejar ahí un beso. Su textura y su delicadeza —y el detalle de la nueva infusión— es toda la pista que necesita para descubrir que ese es Lan Huan. Su voz, segundos después, se lo confirma.

-Voy a bajar al súper a hacer la compra, A-Cheng -dice, apoyando con cuidado las manos en sus hombros y presionando con los dedos. Jiang Cheng tiene la espalda tan tensa y tan agarrotada que solo eso está a puntito de hacerle gemir, pero se muerde la lengua. Conoce bien a Lan Huan y se conoce bien a sí mismo. Si gime, follarán. Y si follan, no estudiará. Y si no estudia, suspenderá-. ¿Necesitas que te traiga algo?

Jiang Cheng se quita las gafas y se frota los ojos, descansando un rato la vista de tanta pantalla y tantos apuntes. Hay papeles por todas partes, y está empezando a confundir las fórmulas por culpa del agotamiento. Cuando alza la cabeza se encuentra el rostro sonriente de su primer novio encima del suyo propio.

-Me vendría bien algo de azúcar, la verdad -admite-. ¿Puedes subirme chocolate? O galletas.

-Puedo subirte las dos y así no tienes que elegir.

-Gracias. Me salvas la vida.

-No es nada -ríe su novio, divertido por el dramatismo que le sale de vez en cuando al estudiar-. No tardo.

Lan Huan se va después de besarle en los labios una última vez.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora