Un beso que se rompe con un jadeo.
Después de una de las múltiples broncas con sus padres (con su madre) Jiang Cheng busca consuelo en sus novios. En uno de ellos, porque hoy Meng Yao sigue en la universidad y Nie MingJue ha salido por ahí con algunos amigos suyos del trabajo para celebrar que han ganado un juicio difícil. A Jiang Cheng en realidad le encantaría poder alegrarse por él, pero en este momento le dan vueltas tanto la cabeza como el estómago por la rabia y la ansiedad contenidas, así que solo es capaz de acurrucarse un poco más entre los brazos de Lan Huan.
En realidad, no es que haya querido ser consolado —sí, sí que quiere, pero es un tozudo que se cortará la lengua antes de admitirlo— pero no puede esconderle nada. No habría podido ni aunque quisiera. Hoy Jiang Cheng solo ha tenido clases por la mañana. Esos días siempre son buenos, así que no se esperaba el golpe de una llamada de su madre que, cómo no, ha acabado en desastre porque sus esfuerzos no son suficientes. Porque él, como investigador, como estudiante, como persona y como hijo no es suficiente. Y para cuando Lan Huan llega a casa a media tarde, después de la hora de extraescolares que tiene hoy, se lo encuentra agazapado en el sofá con los ojos todavía rojos. Al menos esta vez no intenta caer en el desahogo del sexo, porque solo lo mira sin ni un suspiro, pero con ese deje suplicante en los ojos, ese que conoce más de lo que le gustaría, que le recuerda a memorias que no termina de ubicar en su vida. Y como a veces no hacen falta palabras para que se entiendan, el maestro tan solo llega a quitarse los zapatos antes de envolverle en uno de esos abrazos que hacen que el resto del mundo desaparezca a su alrededor. Y así han acabado, los dos tumbados en el sofá sin decir nada, Jiang Cheng acurrucado encima de su novio, abrazados.
En realidad, es agradable. El silencio resulta reconfortante después de todo lo que ha tenido que oír a gritos al otro lado del altavoz. Sin llegar a poner el manos libres y alejándose el teléfono de la cara los chillidos de su madre eran perfectamente audibles. Todavía lo son si se esfuerza un poco en torturarse a sí mismo, pero sabe que no debe caer en esos bucles. Se lo dicen cientos de voces, algunas que ni siquiera conoce.
Por desgracia, es más fácil decirlo que hacerlo, y no se le ocurren muchas formas de evitarlo. Tres contadas, y dos de ellas no están disponibles ahora mismo. Por suerte para él tiene una justo debajo, acariciándole la espalda por encima de la camiseta con lentitud, con cariño. Con suavidad y cuidado, como si creyera que puede romperse en cualquier momento.
Jiang Cheng deja escapar un gruñido bajo. No va a romperse.
Con lentitud, porque la cabeza le duele un poco gracias a tener las fosas nasales taponadas, Jiang Cheng alza la vista en dirección a su novio. Lan Huan le contempla en silencio con una sonrisa gentil que no acaba de llegar a sus ojos. Su mirada se muestra preocupada. Comprensiva, pero a la espera. Quiere darle su espacio y a la vez quiere saber. Y Jiang Cheng solo necesita olvidar a su madre gritándole otra vez que si se esforzase más podría ser como su hermano, porque no, no puede. Ya se esfuerza al máximo y no puede.
Oh, mierda, ahora le arden los ojos otra vez.
-A-Cheng... -murmura Lan Huan, pasando una mano por su mejilla, cariñoso y dulce-. ¿Quieres hablar?
-¿Te digo la verdad o te miento?
-A-Cheng. -Su tono es ahora un poco más severo, más serio. Sin embargo, solo consigue que Jiang Cheng niegue con la cabeza. El maestro de música suspira, pero vuelve a forzar una sonrisa. Tiene que recordarse que, aunque en un proceso frustrante, ha habido una mejora de unos meses pasados a esta parte-. Está bien, no es obligatorio.
-A no ser que te esté pagando por la hora de charla insustancial y pañuelos.
-Pero eso es otra cosa distinta.
-Ya.
Con eso, Jiang Cheng da por finalizada toda la conversación. Lan Huan no, Lan Huan tiene intención de hablar, pero su novio no se lo permite. Lo tiene bien acorralado desde arriba, todo su peso es una prisión —una de la que, en realidad, los brazos Lan pueden liberarse con un suspiro— y lo aprovecha para reptar sobre su pecho y besarle. Las manos de Lan Huan, ahora que ya por fin ambas han regresado a su espalda, se tensan un instante, pero su boca traicionera apenas tarda un par de segundos en corresponder a ese beso en el que ambos se esfuerzan en perderse. Aunque Jiang Cheng empieza llevando la voz cantante, demandante, fiero, y hasta cierto punto, desesperado, poco tarda Lan Huan en ponerse a la par, una boca contra la otra. Abre la suya contra los labios de su novio como si quisiera permitirle el acceso, que sus lenguas se entrelazasen, pero invade la ajena a la menor oportunidad. Entre besos, Jiang Cheng gime cuando las manos de Lan Huan se cuelan bajo su camiseta, heladas contra la sensible piel de su espalda.
Lan Huan no solo le besa, también le acaricia y le abraza y, durante un momento Jiang Cheng siente que se derrite. Le encanta, sin embargo. Poder dejarse llevar así, saberse amparado entre esos brazos que lo sostienen y que ahora le aprisionan a él despeja su mente más rápido que cualquiera de los ejercicios de respiración para controlar la ansiedad que practica con su psicólogo. Es entonces cuando, mientras recorren su espalda baja, los dedos de Lan Huan comienzan a describir círculos helados, gentiles pero con la presión justa para que cuenten más como masaje que como caricia. Y se sienten tan bien cuando avanzan hacia sus costados.
Un jadeo. Su beso se rompe y Jiang Cheng contempla a su novio con los ojos vidriosos. Sin embargo, sonríe. Así es hasta fácil olvidarse de los problemas.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
Hayran KurguUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...