46 - Long

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Un beso largo.

Si no supiera que es imposible, Lan Huan diría que llevan besándose horas enteras. Días enteros quizá. No le importa mucho, porque después del susto que les dio la semana pasada, besar a Nie MingJue es una de las cosas más reconfortantes que puede hacer. Le calienta el alma y logra (es lo único que lo logra) calmar los frenéticos latidos de su corazón, que se disparan cuando se aleja de su primer novio más de cinco minutos, ansioso y aterrado.

Es media tarde. Meng Yao y Jiang Cheng están cada uno en su respectiva facultad, porque a veces la universidad les consume las tardes y a veces no. Han intentado liberar al máximo posible las de este mes en las que Nie MingJue estará de baja para quedarse con él —y vigilarle— pero no pueden hacer milagros. Por suerte entre los tres han conseguido coordinar lo suficiente sus horarios para que, por lo menos, no se quede solo en casa en casi ningún momento.

Nie MingJue, por supuesto, les ha llamado exagerados. Y pesados. Y dramáticos y un montón de cosas más. Y, a cambio, Jiang Cheng le ha tirado más de una almohada, Meng Yao le ha recordado quién ha sido el que ha acabado en urgencias por agotamiento y Lan Huan se la limitado a dirigirle una de sus miradas frías que, por lo escasas y lo graves que son, le dejan desalmado, como un cachorro que no puede hacer más que bajar las orejas. Según Jiang Cheng, es que se parece demasiado a su hermano menor cuando hace eso. No es la única razón por la que procura no hacerlo.

Así que esta es la situación. Nie MingJue lleva una semana y algo en arresto domiciliario por orden de sus médicos y sus novios, y todavía le quedan tres más por delante. Hoy, su guardián es Lan Huan. Y su guardián y él están "viendo" una de esas películas malas de la hora de la siesta.

(No. Se están comiendo la boca en el sofá con un ruido de fondo debajo, pero poco más.)

Lan Huan se separa tan solo por la necesidad instintiva de tomar aire. Frente a él, enredados el uno en el otro —las piernas del maestro de música caen por encima del regazo ajeno, sus brazos se entrelazan— Nie MingJue se mantiene con los ojos cerrados. Respira hondo, con lentitud, su frente apoyada en la de su novio. Después de unas cuantas noches de sueño de calidad, las ojeras que llevaba meses arrastrando comienzan a disolverse. Al darse cuenta, Lan Huan esboza una sonrisa complicada, una que parece triste, y alza la mano. Por detrás, suena un diálogo dramático y algo sobre un hermano desaparecido o muerto. A Lan Huan eso le da igual. En vez de prestarle atención acaricia su mejilla. Es un toque lento, todos los que están intercambiando hoy lo son, y parece proclive a extenderse hasta el infinito. O, por lo menos, hasta que los párpados de Nie MingJue revolotean. Abre los ojos y le sonríe. Todavía parece agotado a ratos.

-¿Qué pasa, cara bonita?

Por un instante, el sonido de la respiración de Lan Huan al inspirar es lo único que alcanza a escucharse. Se estremece, pero luego continúa con su caricia. Su sonrisa no es tan brillante como siempre, quizá porque él también está todavía un poco aletargado.

-Nada. -Susurra, antes de dejar escapar un bostezo que puede que exagere un poco, solo para que Nie MingJue se crea que lo están haciendo por su bien y no por el suyo propio. Como Jiang Cheng y como Meng Yao, le cuesta ceder ante los cuidados. Los cuatro son unos tozudos después de todo, pero él por lo menos se deja querer-. Solo estoy un poco cansado.

-Ya te veo. 

Con cuidado, Nie MingJue alarga el cuello para besarle la frente. Luego, entre las cejas. Y, por último, en la punta de la nariz. Lan Huan sonríe un poco más, esta vez enternecido, antes de volver a hablar.

-Oye, A-Jue... 

Un murmullo. Esa es la primera respuesta que obtiene.

-¿Sí?

-¿Y si nos vamos un rato a la cama? -Propone Lan Huan, dejando que su caricia baje hasta el cuello de su novio, que ahora le contempla con curiosidad-. Esta película es... desafortunada.

-Horrorosa.

-Exacto. Y ni siquiera sé de qué va.

-¿Así que me propones que hagamos nosotros nuestra propia película?

-No como tal. -Lan Huan vuelve a detenerse ante el beso que cae en su mejilla, tierno y lento-. Si surge, maravilloso, pero también nos estamos quedando dormidos. Podríamos irnos a mi cuarto, seguir así y ver qué pasa.

Nie MingJue se aparta un poco, lo suficiente para mirar a su novio a los ojos. Lo examina durante un instante y suspira al tomar sus manos.

-Que conste que sé lo que estás haciendo. -Pillado. Al fin y al cabo, Nie MingJue es abogado. Y Lan Huan, transparente-. Pero vale. Una siesta juntos puede estar bien. 

-No tiene por qué ser una siesta si nos despertamos. Solo... está la posibilidad.

Su novio asiente, concediéndole el punto. Al minuto siguiente uno ha apagado ya la tele y los dos se ponen en pie con las manos entrelazadas. Avanzan hacia la habitación de Lan Huan. Nie MingJue está en pijama —lleva dos días en pijama, porque sus novios no le dejan hacer otra cosa— pero el maestro de música todavía lleva puesto el conjunto casual que se puso para salir a la compra. Se lo quita, dobla con cuidado los vaqueros y la camiseta y los guarda, todo ante la atenta mirada de su primer novio, que acaba de acostarse sobre el edredón nórdico de su cama. Después, saca de la parte de los pijamas una camiseta verde oscura que Nie MingJue identifica con solo un vistazo. A efectos prácticos, le pertenece, él la compró, pero va saltando de novio en novio con una facilidad pasmosa. A los tres les queda grande —Lan Huan no es la excepción, por mucho que no se saquen tanta altura, porque sigue siendo bastante más musculoso que él— y los tres están adorables. Así que cuando el profesor de primaria se da la vuelta para avanzar hacia la cama, su novio le está sonriendo.

Lan Huan se tumba de costado a su lado, mirándole, y el acto de abrazarle por la cintura y arrastrarle hacia sí mismo es casi automático. En cuanto está a tiro, lo besa. El contacto es lento, largo, y parece uno de esos besos que no se romperían por nada del mundo. Sus manos acarician zonas superficiales, inocuas, y no hay excitación alguna en su toque, solo una ternura tal que resulta estremecedora. Se acarician por encima de la ropa y se acurrucan el uno en el espacio del otro, disfrutando del calor compartido mientras los abundantes cojines de Lan Huan se dispersan a su alrededor.

Se separan, se miran, y los dos se dan cuenta de que los párpados ajenos caen por momentos. Será así hasta que se duerman, y los dos están a punto, pero no les importa. Sonríen porque están juntos, y eso es todo lo que necesitan.

Siguen besándose.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora