Un beso para decir "lo haré".
Aunque por orgullo le encantaría negarlo, hasta Meng Yao tenía que admitir que Jiang Cheng llorando de rodillas es una de las visiones más estimulantes del mundo. Y más en su contexto actual.
Los gustos de Nie MingJue nunca han sido ni un secreto ni una sorpresa para sus tres novios. La mayor sorpresa se la llevó el propio abogado al hablar con ellos y verles tan dispuestos a explorar el mundo fetichista y a explorarse a sí mismos en el camino. A lo largo de los casi dos años que llevan en su relación a cuatro —viviendo juntos; porque según la pareja en cuestión, puede ser alguno más— les ha visto aprender lo que les gusta y lo que no, y hasta ese proceso ha sido tremendamente satisfactorio. Al fin y al cabo, pocas cosas hay tan excitantes como ver ese brillo en los ojos de Lan Huan o de Jiang Cheng cuando les ordena que se pongan de rodillas... y le obedecen. Son preciosos. O, en este caso, Jiang Cheng lo es, Lan Huan está trabajando todavía, porque es jueves y tiene extraescolares con los peques. Se encontrará un curioso panorama al llegar a casa, eso sí.
Si llega pronto, quién sabe, quizá le dé tiempo a unirse. Y si no, participar en el aftercare es una de sus actividades favoritas de todas formas.
A lo largo de este recorrido en común, sin embargo, también han aprendido que tienen puntos en los que se distancian. Por ejemplo: a Lan Huan le encanta cumplir órdenes, se desvive por satisfacer a otros y oír las palabras "buen chico" salir de los labios de su primer o de su segundo novio. Jiang Cheng, sin embargo, es un niñato peleón que rara vez cumple una orden por las buenas. Le gusta oponer resistencia, le gusta que lo reduzcan. Y por eso ahora mismo está así, de rodillas en el suelo, con un anillo vibrador torturándole en su erección y un dildo que también vibra —a bastante menos velocidad de la que a él le gustaría, eso sí— hundido dentro. Nie MingJue le sostiene con una mano por la barbilla. Le obliga a mirarle y sonríe por tenerle temblando debajo.
Meng Yao suspira, complacido, y Nie MingJue le guiña un ojo.
-Capullo sádico...
-Pensaba que lo disfrutabas, cariño. Sobre todo porque sueles pedir más cuando se te quita la tontería.
-No hablaba de ti... mastodonte... -Masculla (o gimotea) Jiang Cheng. Intenta girar la cabeza, pero Nie MingJue mantiene su mentón en su sitio con un gruñido bajo que le hace gemir, un escalofrío que le recorre de pies a cabeza-. ¿No piensas... venir?
Meng Yao se relame los labios, pero no se mueve de su sitio, con las piernas cruzadas, cómodamente apoyado contra el cabecero de la cama. Luego sonríe.
A lo largo del camino, todos han hecho sus descubrimientos. Todos. Eso le incluye, por supuesto, aunque Meng Yao ya sabía desde el principio que no encontraría demasiado placer en dejarse en manos de otros. Es algo que le incomoda, porque lo que quiere de verdad, lo que siempre ha querido es tener el mundo en sus manos. O a sus novios en sus manos, que, según el caso, es lo mismo. Nie MingJue y él pensaron al principio que sus gustos, sus fetiches, no serían compatibles, hasta que descubrieron que nada les impedía dominar juntos y que Lan Huan podría llegar a ser igual de servicial con uno que con dos. O que a Jiang Cheng no le importaba chupársela a uno y luego a otro, y que va a seguir insultándoles a ambos y oponiendo resistencia siempre consentida hasta el segundo orgasmo.
También han aprendido que a Meng Yao le encanta ser un observador. Contemplar como un cliente VIP las escenas privadas que Nie MingJue prepara con sus novios le pone tanto o más que participar en ellas, por eso ahora mismo se relame los labios desde la cama, con una mano acariciándose la erección por encima de la ropa interior sin demasiada prisa. Perezoso, solo disfruta de la película. Es como dejar que el abogado haga el trabajo sucio. Después —dentro de no demasiado rato, pero quiere verle llorar un poco más— cuando ya se haya vuelto una cosa suave y temblorosa, Meng Yao será el que se encargue de romperle en mil pedazos, hasta que se aburran o hasta que una palabra de seguridad salga de entre esos bonitos labios irritados sollozada con esa voz rota que le gusta tanto. A Meng Yao le encanta romper, destruir y luego recomponer, como cuando hacía castillos de arena de niño. Solo que ahora Jiang Cheng —su cuerpo fibroso y su cabecita estresada que necesita desesperada la relajación del placer propio y ajeno— es su arena.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanficUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...