25 - Singing

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Un beso con una canción.

Que Jiang Cheng tiene la voz perfecta para cantar y que se le da de maravilla es, de hecho, un secreto muy bien guardado.

De cara al público, Jiang Cheng odia cantar. De cara al público. Nadie le ha oído, salvo quizá su hermana o su cuñado alguna vez que se lo han encontrado calmando a Jin Ling con una nana, pero esos dos se llevarán el secreto a la tumba porque prefieren que siga haciéndolo para cuando su pequeño se pone inconsolable y su jiujiu se convierte en la única persona viviente en la Tierra capaz de reconfortarle. Él cree que no lo saben, pero ni Jiang YanLi ni Jin ZiXuan tontos. Jiang YanLi no es tonta, mejor dicho, pero se calla ciertas cosas. Así que, de cara al público, la declaración completa que cualquiera toma por cierta es que odia cantar porque no sabe hacerlo, y un perfeccionista como él siempre detesta las cosas que no se le dan bien.

La realidad, sin embargo, es muy distinta. Le gusta cantar. Le encanta incluso. Y es casi tan buen cantante como cocinero, pero le da demasiada vergüenza como para demostrarlo, por eso su sobrino en ese periodo tan bonito entre los nueve meses y los dos años ha sido la única excepción.

Y los utensilios de cocina. Esos le escuchan cantar cada vez que está solo en casa. Y menudos conciertos se llevan.

Jiang Cheng tiene una costumbre que sus novios adoran entre tantas otras que o también les encantan o que a veces no soportan, similar a la de cuando tiene exámenes, pero que se extiende a todo el año y que no ha tenido que tratar en terapia. Los lunes siempre o casi siempre es el primero en llegar a casa, porque es el único día en el que no tiene clases por la tarde que lo torturen. El doctorado le tiene harto, y la Física como concepto todavía más. Habitualmente, aunque sea una jornada más corta que el resto, cuando vuelve a casa está agotado y/o estresado, así que su primer impulso (después de una ducha caliente durante la que Lan Huan o Nie MingJue podrían o no llegar a casa y unírsele, Meng Yao no porque los lunes siempre vuelve tardísimo por culpa de las tutorías) es meterse en la cocina. Y con un objetivo muy concreto: hornear. Lo más normal es que acabe horneando el postre y el desayuno de toda la semana, ya sea bizcocho, galletas, tarta, hojaldre o alguna de esas mil cosas dulces que le encanta hacer. Le pierde la repostería, y a sus novios les pierden los resultados de sus pequeñas incursiones culinarias, así que todo el mundo gana.

Cuando empezó a salir con él y Lan Huan y Nie MingJue le dijeron a Meng Yao que su relación con Jiang Cheng supondría un extra de azúcar en su vida, no esperó que fuese tan... ¡tan literalmente! Meng Yao solo pensaba que se referían a alguna cursilada de las suyas porque su novio en común es adorable al dormir o algo así. Pero no, por una vez, esos dos no estaban siendo unos empalagosos del demonio. En su defensa, esa suele ser la opción más habitual.

Este lunes por la tarde, después de quitarse la ropa, pasar diez minutos bajo un reparador chorro de agua caliente y envolverse en una de las sudaderas de Nie MingJue y unos pantalones viejos de chándal suyos (esos no se los puede robar a su novio abogado, porque caben tres como él dentro de los ajustados y se le caen a cada paso que da) Jiang Cheng está en la cocina, combinando sus dos pasiones. Tiene Spotify puesto en su móvil a todo volumen, una de sus muchísimas listas de reproducción que acaban siendo de lo más aleatorias, y canta sin importarle que los vecinos le escuchen, porque no tiene relación con ellos. En la encimera de la cocina, mezcla ingredientes para su elección de la semana, que estaba entre la tarta de queso y el bizcocho de chocolate, pero que se decidió nada más descubrir que no les quedaba chocolate. Trabaja al ritmo de Queen, y por una vez, en vez de un ceño fruncido, hay una sonrisa en sus labios. 

No puede ser tan literal en sus afectos como Lan Huan o Nie MingJue, no está cómodo con ese nivel de expresividad, y no tiene el encanto de Meng Yao, pero le gusta hacer cosas por ellos. Cuidarles con muestras de cariño en forma de algo rico con lo que recuperarse del estrés del día a día. Sorprenderles (aunque llegados a este punto ya no es una sorpresa, pero siempre se lo agradecen como si lo fuera, porque nunca dan por sentado sus esfuerzos) y encontrar su propio lenguaje del amor. Esa forma especial, única, suya, de decirles que les quiere.

Mientras está batiendo los ingredientes, entre el ruido de los electrodomésticos y el de Somebody to love —y ha tenido que subirle el volumen a la canción para oírla, su pobre móvil ya no da más de sí— no escucha el ruido de la puerta al abrirse. Lan Huan incluso saluda en voz alta, pero desde la cocina su novio no capta nada más que el zumbido de la batidora y a Freddy Mercury, y eso dando gracias. El maestro de música, que suele ser siempre el primero o el segundo en llegar del trabajo, depende de si Nie MingJue tiene juicio o no, entiende por encima la situación al escuchar la mezcla de ruidos en la cocina. También oye, y eso le hace quedarse congelado en el sitio un segundo, dos pares de voces en vez de solo una. Y una de esas es —no le cabe la menor duda, se dedica a esto y además es un experto en esa voz, la ha escuchado en casi todos los tonos posibles— la de Jiang Cheng. Su adorado novio canta, canta de maravilla incluso, y Lan Huan no puede evitar que una sonrisa bobalicona se abra paso por su rostro y le eleve las mejillas.

Para cuando entra en la cocina, Jiang Cheng todavía no le ha oído. Al fin y al cabo, el día ha sido muy largo, está cansado, tiene la música muy alta y su novio ahora intenta caminar sin hacer ruido. Spotify juega un punto a su favor, y que esté de espaldas a la puerta otro más. Así que, mientras Jiang Cheng canta, Lan Huan no puede evitarlo. En un movimiento veloz y audaz, le abraza por la espalda mientras se lanza a llenarle de besos la mejilla.

El grito entre espanto y sorpresa que su pobre novio pega se escucha más todavía que su lista de reproducción. Y a Lan Huan le deja medio sordo, pero se lo tiene merecido.

-¡Lan Huan! -Chilla Jiang Cheng, todavía con el corazón en la garganta, cuando entiende lo que está pasando-. ¡¿Qué demonios haces?!

-¿Darte una sorpresa?

-¡Eso desde luego! -Le regaña, agitando la batidora de mano que ha estado usando para comprobar el estado de la mezcla. Le salpica en la nariz, quién sabe si sin querer o no-. ¡Ten más cuidado! ¡¿No se te ha ocurrido que podría tener algo peligroso en la mano?!

Al menos Lan Huan tiene la decencia de parecer arrepentido, aunque su novio duda entre si es arrepentimiento real o una actuación aprendida de las malas artes de Meng Yao. Le pone ojos de cachorrito, y por un momento Jiang Cheng puede ver hasta cómo baja las orejas.

Le odia. No puede resistirse a ese truco.

-Perdón... -Dice Lan Huan, sin dejar de abrazarle en ningún momento-. Es solo... cantabas tan bien que no me pude resistir. -Y luego se limpia la nariz y prueba la masa líquida con esa expresión que es justo igual que la de un niño pequeño goloso. Hasta sonríe y le abraza más fuerte, besando una y otra vez su mejilla. Jiang Cheng tiene el ceño fruncido, pero no dice nada-. Y esto va a quedar delicioso, cariño.

El estudiante de Física suspira. Los halagos son su perdición... y Lan Huan lo sabe. Lo que es peor, sus tres novios lo saben, por eso a veces se las ingenian para ponerle de rodillas en la cama con relativa facilidad. Un "buen chico" esto y un "preciosidad" lo otro, y... fin. Jiang Cheng es débil.

-La próxima vez solo comprueba que no tenga nada con lo que te pueda hacer daño -bufa. Sin embargo, deja la batidora de mano a un lado con cuidado de no manchar la encimera (porque detesta manchar la encimera) y envuelve los brazos alrededor del cuello de Lan Huan-, o te romperé las piernas. 

La música sigue sonando cuando Nie MingJue y Meng Yao llegan a casa.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora