68 - Gently and passionately

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Un beso que comienza con suavidad y termina apasionadamente.

La primera vez que Lan Huan consigue —a sus recién cumplidos dieciocho añitos— llevarse a Nie MingJue a su casa, y lo que es más importante, tener dicha casa para ellos solos, los dos saben muy bien lo que va a pasar.

Que, efectivamente, es lo que pasa.

No es que sea la primera vez que se encuentran ambos en la cama de Lan Huan. Desde que se hicieron amigos al principio de la secundaria, han dormido juntos incontables veces. Ya tienen tanta costumbre que, al menos una vez al mes Lan QiRen ya deja preparados aperitivos saludables y vegetarianos para su reglamentaria noche de películas del sábado, y sus dos familias ven como la cosa más normal del mundo que acaben en el cuarto del otro para cualquier cosa, desde hacer los deberes hasta jugar a videojuegos juntos, porque a Nie MingJue le encanta el Mario Kart, aunque lo negará todo de cara a la galería. Pero sin duda, sí es la primera vez que se encuentran en semejantes condiciones.

Tumbados. Nie MingJue está encima de él, los codos y los antebrazos apoyados en la cama. Está rojo hasta las orejas, porque ha colado una pierna entre las de Lan Huan y se ha dado cuenta de que su —hasta hace una mes mejor amigo— ahora novio, está tan erecto y deseoso de pasar a palabras mayores como él. Bajo sus brazos y su rostro, sin embargo, Lan Huan se ha vuelto un auténtico tomatito, aunque sus ojos relucen con un hambre que contradice la verídica inocencia que muestra el resto de su rostro de porcelana. Respiran con dificultad, ambos presos del calor de ese cosquilleo primerizo que se extiende por sus cuerpos y sus piernas mientras intentan dilucidar en sus mentes cuál será el siguiente paso a tener en cuenta antes de plantearse ponerlo en palabras. 

Contra todo pronóstico, Lan Huan es el primero en lanzarse.

-He... He comprado preservativos -confiesa, tan modosito que parece impensable que pueda estar sugiriendo lo que sin duda está sugiriendo-. A escondidas... Los subí sin que mi tío se enterara, pero estuvo a punto de pillarme.

El primer impulso —ese que no puede evitar— de Nie MingJue es sonreír todavía más, los mofletes tan tensos que le pican. No porque no quiera, más bien todo lo contrario. Él también ha comprado y traído un paquete de condones, aunque con bastante menos habilidad. Nie HuaiSang le descubrió cuando los metía en la mochila. Y, por supuesto, adivinó en su primer intento con quién pretendía usarlos. Aunque lo que más le sorprendió es que esta vaya a ser la primera vez que los usan. Según la imaginación desbocada de su querido hermanito, al parecer llevaban ya mínimo tres años saliendo.

Pero eso es lo de menos, porque en casa de su mejor ami... su novio, no tiene que preocuparse por su hermano, solo por el boyante estado de su erección. Así que asiente, azorado.

-Yo también -dice, rogándole a lo que quiera que haya allá arriba, lo que le manda esos sueños tan raros en los que Lan Huan viste de blanco, para que no le tiemble la voz-. Podemos ir intercambiándonos...

-Sí. -Lan Huan asiente, con una sonrisa que ilumina todo su rostro, aunque tengan las persianas semi bajadas y la luz no sea gran cosa-. Podemos.

-Si quieres claro, si no...

-A-Jue. -Las manos del futuro estudiante de Magisterio, que antes caían cada una a un lado del colchón, están de pronto sobre su rostro, sobre sus ardientes mejillas, apretándole, y a Nie MingJue se le congela el aliento en la garganta al mirarle y darse cuenta no por primera vez de lo bonito que es-. Quiero. Quiero todo esto. Te quiero.

Eso es más de lo que puede soportar, pero precisamente porque es mutuo. Porque ambos tiemblan con los mismos nervios y las mismas ganas. Así que desciende con cuidado mientras su pelo recogido en una coleta cae como una cortina sobre sus rostros y posa los labios en los de Lan Huan. El suyo empieza como un beso suave, dulcísimo, lleno de sentimientos inocentes y puros. Lan Huan comienza a responderlo con ese mismo toque pausado, lleno de calma y que a la vez habla por detrás de una sed imparable y sorda que en nada se diferencia del amor que sienten el uno por el otro, porque su cariño puede abarcar multitud de formas, todas ellas igual de bellas, igual de válidas.

Si empezaron a salir hace apenas un mes, son muchas ya las veces en las que se han besado. También las veces en las que han ido más allá. En este mes veraniego, tras los exámenes de acceso a la universidad, sus manos han empezado a conocer y reconocer el cuerpo ajeno, aunque siempre a escondidas de sus familias y de sus amigos. Siempre detrás de alguna esquina, en un rinconcito escondido en su parque favorito o en cortos intercambios a la puerta de casa, justo antes de tener que subir a toda prisa, porque Lan QiRen sigue imponiéndoles un toque de queda a sus sobrinos. Sin embargo, esta vez es distinta. Esta vez tienen toda la casa para ellos. Lan QiRen no volverá hasta mañana y Nie MingJue ha hablado con sus madres y les ha dicho que piensa quedarse a dormir con Lan Huan. Le han dado su visto bueno y una de las dos —la biológica de HuaiSang, aunque no suelen hacer esas distinciones en casa— incluso le preguntó si tenía suficientes condones o necesitaba dinero para comprar una caja. Nie MingJue jura que no ha pasado tanta vergüenza en su vida.

Aunque se conocen desde el comienzo del instituto, Lan Huan es toda una caja de sorpresas. Y es que su novio, siempre tan correcto y tan modosito, el niño perfecto, es el primero en colar las manos en su pelo y darle a ese beso un toque más necesitado, más hambriento, más pasional. Desata en Nie MingJue un auténtico huracán, una tormenta de sensaciones que hace que le tiemblen las rodillas y que necesite aferrarse a su mejor amigo con todo lo que tiene. Así, se besan hasta que empieza a faltarles el aire. E incluso cuando se encuentran con que apenas pueden respirar, continúan arrancándose besos y mordiscos sin dientes dentro de ese gran contacto que conforma una puerta abierta para ambos, una exploración de sus mutuas sexualidades tomados los dos de la mano. 

Se separan jadeando y sonriendo. Lan Huan es luminoso como el sol y, cuando lo tiene tan cerca, Nie MingJue cree que se derretirá. Y, al mismo tiempo, siente que lo necesita para vivir, que no sabría qué hacer sin él en su vida. Lan Huan es para él mucho más de lo que sabe, mucho más de lo que —todavía, tiempo al tiempo— se siente capaz de admitir. Así que mientras le desea, mientras desea sentirle en cada recodo de su piel y de su cuerpo y mientras desea llenar de besos cada milímetro de su existencia, se inclina para volver a besarle. Esta vez el beso que comparten empieza igual que acaba: sediento y excitado. Cuando sus sendas erecciones se rozan sin querer, ambos se estremecen. Y cuando se alejan una vez más, sus bocas comienzan a estar rojas e irritadas. Sus respiraciones, aceleradas.

Después de besarse así, es lógico que apenas tarden un minuto en perder los pantalones.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora