32 - At dawn

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Un beso al amanecer.

Despertarse en los brazos de sus tres novios al mismo tiempo es, sin lugar a dudas, una de las cosas favoritas de Lan Huan. Ya no solo en relación a la vida poliamorosa que llevan, si no del mundo en general, porque los adora. Sin embargo, no todas las mañanas al amanecer se encuentra con que ha pasado la noche enredado entre los tres a los que tanto quiere. A veces se despierta en brazos de dos, o tan solo de uno de ellos. Pero la verdad es que no le importa, porque le va a seguir encantado cualquiera de esos amaneceres conjuntos. Y porque, mientras sepa que el o los novios restantes (los que no encuentra en la cama) están bien, él es feliz.

Todas las mañanas, sin apenas excepción, Lan Huan abre los ojos a las seis menos cinco, poco antes de que su despertador suene. Suele apagar la alarma de su móvil todavía adormilado y se revuelve un instante contra sí mismo por el deseo de seguir durmiendo. Es muy poco Lan por su parte, lo sabe —su hermano y su tío se levantan como resortes a las cinco de la mañana, antes incluso de que salga el sol, él es una deshonra en comparación— pero sus novios le han hecho débil. Así que, con los ojos ya entreabiertos pero aún recuperando el contacto con la realidad, se acurruca en los brazos quién sea. Lan Huan es el único que nunca duerme solo. La verdad, cree que ya no sabe hacerlo, por eso lo pasa tan mal cada vez que se va de viaje escolar más de una noche con los críos del cole en el que trabaja. Adora a esos niños, de verdad que sí, pero sin una almohada humana calentita a su lado, conciliar el sueño no es lo mismo.

Hoy, su almohada humana particular es Jiang Cheng.

Lo reconoce al instante, aunque no tanto por el recuerdo de irse a dormir juntos (Meng Yao y Nie MingJue estaban pasando un muy buen rato en su habitación, o por lo menos, por cómo gemía Meng Yao, les dio esa impresión, pero ellos prefirieron ponerse a ver una película acurrucados juntos en el sofá) si no por el olor de su champú. El aroma suave y floral de los lotos inunda sus fosas nasales en cuanto vuelve a hundir la cara en la almohada, enredado en la fuente de calor a su lado, y sonríe. Poco a poco, Lan Huan abre los ojos. Gracias a los primeros rayos de sol que se cuelan por las ventanas, esos rasgos afilados y elegantes se dibujan por una vez dulces y vulnerables ante su visión todavía adormilada. Sonríe.

A Lan Huan le encanta verle así. Le encanta Jiang Cheng en general, pero sobre todo en esas oportunidades en las que puede verle feliz en vez de alerta, relajado y cómodo. En paz. Cree que se lo merece más que nada en el mundo —eso y ser querido— y una de sus metas personales es demostrárselo a cada momento posible. Sabe de buena tinta que, además, es un objetivo que comparte con sus otros dos novios.

Jiang Cheng, a diferencia de él, no es una persona mañanera. O no tanto como un Lan, por lo menos, pero porque pocos seres existen en este mundo tan mañaneros como los Lan. Así que, cuando se despierte dentro de una hora y algo por culpa de su propia alarma, sabe que Lan Huan ya no estará en la cama. No le parece mal, porque luego se lo compensa con creces los fines de semana, cuando remolonean bajo las sábanas hasta que a alguien le entra hambre de comida real y se ven obligados a desayunar. O almorzar. O comer. O, una vez que salieron de fiesta a lo loco, merendar. Así que en días así, de entre semana, tiene asumido que si duerme con Lan Huan se despertará con la cama solo para él. También es consciente de que, antes de levantarse para salir a correr, le habrá llenado de besos por todas partes. Que es, por cierto, justo lo que está haciendo ahora mismo.

Lan Huan le besa con suavidad y ternura, porque no desea despertarle. Llena su cara de una lluvia ligera en la que los roces de sus labios caen por todas partes, desde la frente hasta la barbilla, pasando raudo por sus labios. A veces, cuando le pilla en un estado de duermevela, Jiang Cheng responde como puede a los besos con su propia boca, pero suele ser torpe y no muy consciente de sus movimientos. Hoy ni siquiera llega a eso. Está tan dormido —tuvo un día duro ayer— que ni uno solo de los besos de Lan Huan logra perturbarle. Se mantiene tan calmado, con su expresión relajada, respirando a ritmo acompasado mientras Lan Huan lo colma de cariños y le estrecha entre sus brazos a modo de despedida, porque sabe que ya va siendo hora de levantarse si quiere que le dé tiempo a correr un rato por el parque, quizá comprar algo rico para el desayuno (son sorpresitas que a veces le da a sus novios, siempre y cuando no haya un bizcocho de Jiang Cheng a medio comer en la encimera de la cocina) y darse una larga ducha caliente, a solas o acompañado. Así que hace de tripas corazón, se libera de la dulce prisión de los brazos ajenos y sale de entre las cálidas mantas, asegurándose de arropar a su novio una vez que se ha levantado. Y solo entonces, una vez se ha puesto en pie, susurra:

-Buenos días, amor. 

Incapaz de resistirse a la tentación que representa esa carita dormida para él, Lan Huan se agacha para dejar un último beso en su sien. Jiang Cheng murmura algo incomprensible en sueños, pero aun así adorable, y no puede evitar sonreír al escucharle y verle así, tan cómodo, tan confortable y tan dulce. Después, se dirige hacia su armario. Es hora de salir a correr.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora