31 - At dusk

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Un beso al anochecer.

-Está haciéndose de noche.

Jiang Cheng constata esto con aburrimiento, porque no es más que un hecho no del todo interesante, mientras la cabeza le cuelga desde un lateral del colchón. Encima de él, Meng Yao levanta la vista un instante para mirar por la ventana. Lleva un buen rato tumbado sobre su pecho, colmándolo de besos, de caricias y de todo lo que necesita para relajarse después de una de las exhaustivas presentaciones orales a las que se somete durante el doctorado. Jiang Cheng presenta bien, sabe hacerlo y es capaz de hablar en público sin que le tiemblen ni la voz ni las manos, pero detrás de toda su máscara compuesta hay miedo, un nerviosismo tremendo, una necesidad de control no confesada y un perfeccionismo que amenaza con volverle loco de vez en cuando. Meng Yao es un experto en entender estos entresijos, en ver detrás de las caretas, porque él hace lo mismo en su día a día, e incluso con más éxito. Sus otros dos novios no siempre se dan cuenta —aunque con Jiang Cheng se les hace siempre más sencillo, es muy transparente—, pero él sí. Por eso después de una presentación complicada siempre se asegura de colmarle de atenciones, casi como si le estuviera dando los cuidados posteriores a una de sus sesiones BDSM, ya sea esta en solitario o con MingJue. 

Sabe que su novio se lo agradece, sobre todo porque no se atreve a pedírselos, pero también que, como siga así, se quedará dormido por el agotamiento antes incluso de que se le ocurra empezar con la parte sexual del asunto. Aunque, y esto también es verdad, Meng Yao no siempre la considera necesaria. Hoy, por ejemplo, cree que con mimos y con mantenerle despierto hasta que Nie MingJue y Lan Huan se presenten en casa con la cena (han ido a por pizza, porque es tradición. Siempre les premian con pizza cada vez que alguno de los dos tiene una presentación o un examen, por mucho que después de los exámenes Jiang Cheng haga postres para un regimiento) es más que suficiente. Aun así, no puede contener el impulso de dejar un beso suave y picajoso debajo de su mandíbula. Uno que va acompañado de una caricia húmeda de la punta de la lengua. Es una de sus zonas más sensibles, y Meng Yao lo sabe más que de sobra. Por eso sonríe complacido cuando siente a Jiang Cheng estremecerse bajo su cuerpo. La respiración de su novio se tensa.

-¿Y cuál es el problema, A-Cheng?

-Que llegamos a casa a mediodía, y llevamos aquí desde entonces. -Bufa. Sus ojos siguen clavados en el atardecer-. Ni siquiera hemos ido al baño.

Meng Yao suspira, porque está seguro de que podría reproducir en palabras textuales lo que está pasando por la cabecita de su querido tercer novio y no se equivocaría. Le conoce demasiado bien, ventajas (o desventajas) de su memoria. Jiang Cheng ahora mismo se está lamentando por "perder el tiempo", sin querer admitir que lo que de verdad está haciendo es invertirlo en un merecido descanso que necesita para no subirse por las paredes de los nervios. Y que los mimos de su novio no son más que una recompensa muy bien ganada.

-¿Necesitas?

-No.

-Pues sigo sin ver qué pasa. 

Aunque sonríe, Meng Yao no permite que su novio le vea esa expresión, y menos cuando le escucha bufar (y cuando está seguro de que, si le pone una oreja en la frente, escuchará los engranajes de esa mente obsesiva que tanto adora girar desenfrenados). En su lugar, le obliga a girarse, a rodar por la cama hasta que vuelve a quedar encima de Jiang Cheng, pero así por lo menos su novio tiene la cabeza en la almohada y no puede mirar ni a la ventana ni al reloj que marca la hora. Meng Yao se sienta a horcajadas en su cintura y le contempla desde arriba, sonriéndole. Acaricia el contorno de su rostro con las yemas de los dedos, tan suave que ve cómo contiene el aliento, y le encanta.

Después, su ataque comienza.

-Te mereces una tarde libre, A-Cheng. -Sentencia, sin dar lugar a réplica-. Y no tiene nada de malo.

-Empiezas a hablar como mi psicólogo.

-Porque tu psicólogo lleva toda la razón, y lo sabes.

Jiang Cheng pone los ojos en blanco. Se siente rodeado por toda una panda de pesados cuya preocupación no entiende —¡si él está bien!— por mucho que lo intente. Salvo que no lo intenta, no en serio. Pero es que no es solo Meng Yao ni son solo sus novios los que suelen darle esta charla. Sus hermanos también suelen insistir en esto, y no, el adicto al trabajo que necesita tomarse descansos más a menudo es Nie MingJue, no él. ¡Incluso sus cuñados! Ha tenido que aguantar a Lan Zhan dándole la razón a Wei Ying en que debe descansar y a Jin ZiXuan mandándole a casa con un termo de sopa de su hermana o a echarse una siesta en la habitación de invitados. Ya no le queda nada por ver.

Ante el gesto de su novio, Meng Yao no se da por vencido. En general, no suele hacerlo, solo se replantea sus planes para encontrar la forma más eficiente y discreta de que las cosas le salgan justo como quiere. Pero esta vez no. Esta vez es directo y vuelve a la carga con un beso en los labios, profundo y húmedo, en el que se ocupa de que las neuronas de Jiang Cheng se centren solo en él y abandonen de una condenada vez los bucles. Le deja sin aliento y el estudiante de Física —agotado después de un día especialmente intenso— comienza a derretirse bajo sus manos y sus labios. Se deja hacer mientras responde perezoso a los intensos movimientos de su lengua y a las caricias con las que los combina e incluso gime en su boca cuando le pellizca un pezón por encima de la ropa. 

Vale, puede que Meng Yao acabe de decidir un cambio de planes en cuanto a lo de acabar o no su ronda de cuidados y mimos en sexo, porque ahora mismo y de ser por él le haría el amor toda la noche. Al fin y al cabo, sabe más que de sobra que no puede resistirse (ni él ni nadie) a la carita jadeante y enrojecida de Jiang Cheng, ni a cómo esos ojos tan bonitos se tornan vidriosos ante un beso tan intenso. Así que el ayudante de doctor sonríe y se relame los labios, encantado. 

-Ah, mi dulce A-Cheng... -murmura, inclinado sobre sus labios y con una mano todavía encima de su pecho-, ¿no crees que mereces una recompensa por todo el trabajo duro?

-Yao-gege...

-¿Debería tomarme eso como un sí?

Jiang Cheng desvía la mirada un momento hacia el reloj digital que da la hora encima de su mesilla. Son casi las ocho, y Nie MingJue y Lan Huan se fueron a por la cena hace un cuarto de hora, poco después de llegar del trabajo, porque a los dos les tocó hacer tarde, para su desgracia (les encanta participar en las sesiones de mimos de Jiang Cheng y Meng Yao, pero saben que habrá cariño de sobra para ellos cuando vuelvan). Aun así, su pizzería favorita no es que quede lo que se dice cerca, preparar la comida lleva lo suyo y Lan Huan y Nie MingJue son de los que se entretienen dando paseos largos a la ida, así que lo más probable es que ni siquiera hayan llegado al restaurante todavía. Con ese cálculo mental —que quizá tengan todavía hora o hasta hora y media antes de la cena— Jiang Cheng asiente, breve pero con intensidad en sus movimientos. La sonrisa que se extiende por el rostro de Meng Yao es enorme, plena y satisfecha, sobre todo al ver toda la extensión de cuello de descubre para él, blanco e inmaculado como las camisas que tanto le gusta llevar a Lan Huan.

Solo necesita empezar a besar y morder para que se tiña de rojo, como el cielo.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora