64 - Staring

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Un beso que cede después de observar los labios ajenos.

Los labios de su novio se mueven. Dicen algo. Vocaliza, pero sobre él, dentro de él, Jiang Cheng no es capaz de entenderlo. Jiang Cheng solo es capaz de contemplar la boca de Lan Huan como si de pronto le hubieran hipnotizado. Quizá así es, quizá lo ha hecho. Después de todo, hacerle el amor siempre es una experiencia que roza lo extrasensorial. Al fin y al cabo, Lan Huan es especial. Todos lo son, por supuesto, sus tres novios son únicos cada uno a su manera, pero Lan Huan tiene algo tan dulce, algo que le hace sentirse tan amado, que le desarma en cuestión de segundos.

-A-Cheng... -murmura Lan Huan entre sus brazos, y es como si Jiang Cheng de pronto hubiera sintonizado la radio y pudiera comprender lo que pasa a su alrededor. Parpadea, pero su mirada poco tarda en perderse en esos labios y su piel en esas sensaciones que siempre le embriagan al sentirse dentro de él-. A-Cheng... te quiero... te quiero tanto...

Ah, así que eso es lo que está diciendo. Normal que se sienta amado, por otra parte, cuando su voz va penetrando como una cura de acción lenta en su subconsciente, pequeñas gotitas de cariño que van erosionando los muros erigidos alrededor de su corazón y de su mente. Escuchándole, sintiéndole, con esas manos heladas que de pronto acunan su cara, Jiang Cheng se pierde. Y, a la vez, está más encontrado que nunca, como si tuviera que estar justo allí mismo justo en ese momento.

Cuando se inclina hacia Lan Huan, lo besa, y permite que sus caderas sigan moviéndose a la par la una contra la otra. El maestro de música gime, encantado, y corresponde a su beso como si se hallase sediento y en sus labios hubiera encontrado una fuente inagotable de agua y placer. Le besa como si quisiera deshacerse en él, perder todo lo que son, y Jiang Cheng le recibe mientras se hunde más y más en ese cálido cuerpo que tan ansioso le recibe.

Entre palabras tiernas, declaraciones de amor y gemidos ahogados, Lan Huan y Jiang Cheng se derriten el uno en el otro hasta que el placer se los lleva por delante. Ocurre de forma lenta, pero intensa, como una enorme ola que rompe contra una playa aún más grande, siempre preparada para recibir la ingente marea. Jiang Cheng jadea, la frente apoyada contra el hombro de su pareja, que lo abraza con toda la fuerza de sus brazos, porque necesita desesperadamente algo a lo que asirse. Y se besan una vez más con toda la intensidad de su orgasmo, de su placer compartido y de su cariño mutuo. 

Minutos más tarde, Lan Huan y Jiang Cheng yacen juntos el uno junto al otro en la cama, mirándose. Los dedos de Lan Huan, despiertos y curiosos, se pasean por la mejilla de Jiang Cheng como si caminasen, siguiendo el recorrido de besos que plantó por todo su rostro antes de lanzarse al coito. Su dueño, sin embargo, tiene los ojos cerrados y una sonrisa pintada en los labios. Labios que Jiang Cheng se descubre una vez más incapaz de dejar de mirar, aunque esta vez no se muevan ni un ápice. Aun así, no puede despegar la vista. Y, como sus ojos no dejan de enfocarlos, los siguientes en prestarles atención son sus dedos. En una caricia tan suave que Lan Huan al principio piensa que está soñando, las yemas de Jiang Cheng recorren su labio inferior con cuidado, con delicadeza. Los párpados del maestro de música aletean y, para cuando los abre, su novio está una vez más absorto en mirarle, esta vez mientras le roza. Lan Huan sonríe, encantado por estas atenciones, y se alarga hacia delante para besar su mejilla. La mano de Jiang Cheng cae hacia su cuello, piel que también acaricia mientras suspira encantado por su beso. Por supuesto, eso no significa que no aproveche después para capturar sus labios en otro de intensidad renovada.

Cuando se separan, Lan Huan le mira como si todas las estrellas del cielo hubieran acabado en sus ojos y se le cierra la garganta.

-¿Qué?

-Antes me estabas mirando justo así -contesta Lan Huan con suavidad. Le acaricia la mejilla que, según sospecha Jiang Cheng con bastante acierto, debe haberse teñido de rojo al pensar en la expresión de su novio reflejada en sus propios ojos-. ¿Cuál es el problema?

-No lo estaba haciendo.

-Claro que sí.

Lan Huan tiene el descaro de, encima, sonreírle, y Jiang Cheng jura que está a puntito de ahogarse con su propia saliva. Vaya bastardo. Cuánto lo quiere.

-No tienes pruebas que lo demuestren.

La sonrisa en los labios de su novio se amplía todavía más. En vez de contestarle, toma la mano ajena y se la lleva al pecho, a la izquierda, justo dónde se encuentra su corazón. Jiang Cheng parpadea un par de veces, confuso, al darse cuenta de que late a toda velocidad, pero Lan Huan ni siquiera le concede este tanto.

-No las necesito, amor.

Jiang Cheng queda desarmado.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora