70 - Scrunched up

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Un beso en un ceño fruncido.

-Vamos, A-Cheng, si no ha sido para tanto...

-¡Habla por ti! ¡La próxima vez que vea a ese puto idiota, le partiré las piernas!

Lan Huan no puede hacer más que suspirar porque, quiera admitirlo o no, en el fondo Jiang Cheng tiene un poco razón. Bueno, bastante razón... Vale, tiene toda la razón. Wei Ying les ha metido en un lío enorme. Y lo peor no va a ser lidiar con Jiang Cheng y su muy justificado enfado, si no que Nie MingJue y Meng Yao se han ido de viaje una semana a ver a las madres de Nie MingJue, que viven en otra provincia, y cuando vuelvan se van a encontrar con una noticia... como poco complicada.

Cada cosa a su tiempo. Tiene dos días para pensar en cómo decírselo a sus otros novios, así que ya cruzarán ese puente cuando lleguen a él.

Si fuesen una pareja o una familia convencional (¿madre virgen, hijo santo y padre paloma? La concepción de la "familia convencional" es un poquito rara, de todas formas) no tendrían tanto problema. Pero el caso es que no lo son. Y que, gracias a la enorme bocaza de Wei Ying, Lan QiRen se ha enterado de que su sobrino predilecto, no tiene un novio y dos compañeros de piso, no. Tiene tres novios, ni más ni menos, porque él no es tan aficionado como Meng Yao o MingJue a lo de las relaciones casuales o cometas. Y claro, después de la consecuente bajada de tensión —creyeron que iban a tener que llamar a la ambulancia— resulta que ahora Lan QiRen quiere conocer oficialmente a sus tres novios, comer con ellos y darles La Charla™. 

No es que Lan Huan se esté planeando cometer un fratricidio político... Pero si la policía interroga a Jiang Cheng por el asesinato o las piernas rotas de su hermano, él declarará haber estado con su novio todo el tiempo en la otra punta de la ciudad a la hora del crimen y aquí ninguno ha visto nada.

Lan Huan y Jiang Cheng cierran la puerta de casa tras ellos. Tenían planes para cuando volviesen de fiesta, pero es tarde —casi las dos de la madrugada— y lo más probable es que la noticia de Wei Ying les haya jodido cualquier polvo que tuvieran pensado echar, cosa que no mejora la situación. Mientras su novio guarda los zapatos de ambos, Jiang Cheng se dirige entre improperios hasta la cocina. Sus acciones contrastan con todas esas joyitas que van saliendo de su boca y que lograrían hacer que hasta el más rudo (Nie MingJue, sin ir más lejos) se sonrojase. Acaba de sacar dos de sus tazas favoritas de la alacena, llenarlas de agua y meterlas al microondas. Para cuando Lan Huan llega a la cocina, ya tiene en la mano dos bolsitas de infusiones relajantes y la cuenta atrás del microondas avanza desde los tres minutos para abajo. Lan Huan suspira antes de envolver a su novio en un abrazo por la espalda. Pretende tranquilizarle. O tranquilizarse a sí mismo, quién sabe.

-Era un paso que teníamos que dar en algún momento, A-Cheng...

-Ya, pero me habría gustado que decidiéramos nosotros cuándo darlo y cómo -gruñe su novio. Deja las bolsitas de hierbas en la encimera de la cocina y se gira hacia su novio para pasarle los brazos por la nuca. Aunque esté enfadado, eso siempre es buena señal-. Los cuatro, juntos. No me gusta que el gilipollas de mi hermano se vaya de la lengua y nos meta a todos en un lío.

-Conocemos a Wei Ying. Era inevitable.

Jiang Cheng pone los ojos en blanco.

-Inevitable va a ser la patada en el culo que le voy a dar la próxima vez que lo vea -masculla-. Es que además ¡se lo tenía que decir a tu tío! ¡No a tu madre ni a tu padre, a tu tío! ¡Ya me jodería! ¡La próxima vez seguro que nos saca del armario con mi madre!

-Pero si tus padres ya lo saben.

Y es fuente habitual de conflictos y dolores de cabeza varios.

-¿Y de quién crees que fue la culpa?

Lan Huan suspira, los brazos apretados alrededor de la estrecha cintura de su novio. Jiang Cheng frunce el ceño, todavía enfurruñado, y al microondas le sigue quedando un minuto. Es tiempo más que suficiente para conseguir borrar a besos ese ceño suyo. O no, porque su adorado A-Cheng no se relaja tan fácilmente, pero puede intentarlo. Será un nuevo récord.

Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, Lan Huan se lanza a besar a su novio por todas partes, desde las mejillas a los labios y desde la barbilla hasta el puente de la nariz, hasta que acaba llegando a su entrecejo arrugado por la molestia y llenando de besos la delicada curva de sus cejas, esa forma tan natural y tan perfecta que cualquiera podría pensar que se las arregla. No lo hace, no lo necesita. Al principio, Jiang Cheng se revuelve, molesto, y gruñe algo ininteligible entre dientes, pero no logra zafarse del abrazo Lan, una jaula perfecta de la que es imposible escapar. Nadie suele querer escaparse, de todas formas.

Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Eso dicen por ahí, y por una vez —cuando se da cuenta de que la resistencia es inútil— Jiang Cheng decide hacer uso de esta estrategia tan útil. Poco le importa a Lan Huan, después de todo, que el microondas esté pitando porque ya se ha acabado el tiempo. Cuando su novio le besa (todavía con el ceño fruncido, no ha cumplido su misión) el mundo desaparece en esos labios suaves por el bálsamo que se echó antes de salir de casa, esos labios que conservan un regusto amargo a cerveza. Las yemas de los dedos de Jiang Cheng se pierden en su pelo como la tentativa de un masaje y sus propias manos se aprietan. Descienden de la cintura a las caderas, los dedos bien clavados en su cuerpo y, para cuando quieren darse cuenta, se están derritiendo el uno en el otro. Y Wei Ying, Lan QiRen y el ataque de nervios que le pueda dar a sus dos novios cuando vuelvan poco importa ahora.

Son cosas con las que, visto lo visto, lidiarán más tarde. De momento, parece que terminar la noche por todo lo alto todavía es una posibilidad. Por eso cuando vuelven a por las infusiones semi desnudos, con el cuerpo lleno de marcas de mordiscos y un orgasmo más tarde, les toca recalentar el agua.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora