Un beso saciado.
Aunque tener a Jiang Cheng cabalgándole es una experiencia de la que disfruta a menudo —tan a menudo como les apetece— Meng Yao siempre la aprovecha como si fuera la primera vez. Le encanta. Dejarse caer entre las sábanas y las almohadas de su cómoda cama en su cómodo apartamento es ya de por sí un placer, pero que uno de sus tres fantásticos novios se le suba encima y le monte eleva la experiencia a un nivel superior.
Salvo si lo hace Nie MingJue. Ya han comprobado que esa postura no funciona gracias a los casi cien kilos de músculo del abogado.
Por regla general, a Meng Yao no le gusta ceder el control. Esto se extiende a... todos y cada uno de los ámbitos de su vida, sí. El sexo no iba a ser menos, por eso se ha pasado tantas tardes con Nie MingJue aprendiendo a manejar las cuerdas y practicando nudos en los dispuestos brazos de su adorable Lan Huan. A veces en los de Jiang Cheng también, pero solo cuando le apetece y se ofrece voluntario. En eso es distinto al maestro de música, que ha llegado a ponerse de rodillas sin que tengan que pedirlo, Jiang Cheng tiende a resistirse más. Pero cuando se ofrecen ambos la misma tarde y acaban los dos atados, el uno frente a otro, follados por sus novios... esa también es toda una visión, sin duda. Una que, con solo rememorarla —tiene una oportunidad reciente, ocurrió la semana pasada, ataron a Lan Huan con cuerdas negras y a Jiang Cheng con cuerdas rojas; estaban preciosos cuando los follaron hasta la extenuación— hace que su erección se endurezca todavía más dentro del cálido y estrecho interior de su novio y del condón bien lubricado.
Aun así, hay excepciones a esta regla tan rígida sobre el control. Jiang Cheng cabalgándole es una. Jiang Cheng cabalgándole es la excepción. Su doctorado trata temas bastante distintos, pero está seguro de que puede demostrar esa hipótesis sin mucho esfuerzo. Su vida entera es una tesis al respecto. Y le encanta.
De rodillas en el colchón, con Meng Yao entre sus piernas, Jiang Cheng sube y baja sobre el miembro erecto de su tercer novio. Gime sin reparos cuando, gracias a un mando a distancia de lo más cómodo, Meng Yao sube la intensidad del anillo vibrador que aprisiona su pene. Después vuelve a bajarla, justo cuando nota que las caderas del otro doctorando comienzan a moverse a demasiada velocidad. Jiang Cheng cree que podría chillar. Y, de hecho, chilla.
El vecino de al lado le da un golpe a la pared para que se callen. No lo hacen. A la mañana siguiente seguro que tendrán una notita pasivo-agresiva suya en el felpudo. MingJue las colecciona; dice que es por si alguna vez intenta llevarlos a juicio. Aunque ha debido gemir con tanto ímpetu que Lan Huan se pasa por su cuarto. Entreabre la puerta, al principio preocupado, solo para sonreír cuando ve que están disfrutando.
-¿Todo bien por ahí, amores?
-Todo perfectamente, Er-ge...
-Habla por ti... enano... -masculla Jiang Cheng. El movimiento de sus caderas no se ha interrumpido en ningún momento, con visita o sin ella-, del demonio...
-Oh, A-Cheng, mi dulce A-Cheng. -Susurra Meng Yao, todavía tumbado, mientras acaricia con una mano lánguida los contornos de su cintura. Desde el marco de la puerta, Lan Huan sonríe con una ternura tal que hace que Jiang Cheng quiera esconderse entre los almohadones-. Con lo bueno que estás siendo para mí. ¿Acaso no te estás divirtiendo tú también?
La velocidad de la vibración se dispara, de nuevo al ataque. En proporción, se alza el grito de placer de Jiang Cheng.
-Ya veo que sí que lo estáis. -Comenta Lan Huan, que no parece con ganas de unirse hoy, porque está cerrando la puerta-. Divertíos. Os quiero.
-Y nosotros a ti, Er-ge.
-Te... mierda... ah...
-Vamos, A-Cheng. Solo un poco más.
Jiang Cheng gime, desesperado, pero asiente. Tiene los ojos húmedos. También las mejillas, todo su rostro parece cubierto de placer vidrioso, empapado en su propia satisfacción que no hace más que incrementarse cuando Meng Yao agarra uno de sus pezones y comienza a pellizcarlo.
Sus gritos se elevan, el ritmo de sus caderas se hace más fuerte y el vecino vuelve a golpear la pared. Lo ignoran.
Notando el conocido picor del orgasmo empezar a viajar desde su vientre hacia sus genitales, Meng Yao se incorpora en el colchón. Sube una última vez la vibración del anillo y le rodea la cintura con los brazos. Le abraza y besuquea su pecho mientras Jiang Cheng continúa moviéndose y gimiendo como si no pudiera controlarse. No puede, y su novio lo sabe y planea aprovecharse de ello todo lo que pueda. Tiene la cara hundida entre sus pectorales cuando comienza a mordisquearle el pezón que antes había estado torturando. Pellizca el otro, y entre toda esa vorágine de sensaciones oye a Jiang Cheng sollozar. También le siente con una claridad meridiana, y todo su cuerpo se estremece cuando, estando ambos tan cerca del orgasmo, el estudiante de Física le araña la espalda de arriba a abajo. Tiene las uñas largas, así que está casi seguro de que eso habrá dejado marca. Surcos rojizos que quizá duren varios días. Da igual. Le gusta. Le encanta.
El orgasmo llega y les sobrecoge a ambos. No es una sorpresa para ninguno, pero hay tantas sensaciones, tanta estimulación y tanto placer que se derrumban incluso mientras se corren. Jiang Cheng es el primero en convertirse en una especie de peso muerto sollozante en sus brazos y en cuanto el clímax le arrebata las fuerzas con las que sostenerle, Meng Yao cae de vuelta al colchón envuelto en el cuerpo ajeno. Su novio se revuelve un momento, inquieto y gimotea como si algo le doliese. Es el anillo vibrador, que sigue funcionando sobre su miembro flácido e hipersensible a máxima potencia. Meng Yao, con manos torponas y lentas, se lo quita sin apagarlo y lo arroja lejos de ellos por la cama. El mando a distancia está en algún lugar cuya ubicación ninguno de los dos conoce, y es probable que se le gasten las pilas antes de que lo encuentren, así que no se molesta en intentarlo y deja que siga zumbando un rato.
Enredados, Jiang Cheng alza la vista para mirarle. Sus labios entreabiertos y enrojecidos se han quedado resecos, y como eso no puede ser, Meng Yao se lanza a besarlos. La lengua de su novio es lenta, perezosa al entrelazarse con la suya, tan distinta a la boquita hambrienta y demandante que le condujo desde el salón a su cuarto porque quería sexo. Ahora que ya lo ha conseguido, es como besar a quién no puede más y apenas atina a mantenerse despierto. Lleno, porque sigue lleno de él. Cuando se separan, Meng Yao aprieta ese abrazo. Es un instinto del que luego trata de retractarse, pero Jiang Cheng no le deja.
Hay un segundo de silencio absoluto, porque sus jadeos apenas cuentan como ruido. Es un segundo en el que se miran. El segundo se prolonga sobre un minuto entero. Luego dos. La batería del anillo vibrador se gasta y se apaga. Al tercero, ambos juran que acaban de escuchar un grito amortiguado venir desde el apartamento del vecino. Algo así como un "¡por fin, joder!".
Meng Yao y Jiang Cheng se miran a los ojos un instante y luego irrumpen en carcajadas jadeantes. Para dos personas que creían que se odiaban, poder reír así, juntos, abrazados, es refrescante.
-¿Tan terribles somos? -Pregunta Jiang Cheng, después de intentar, sin demasiado éxito, dejar de reírse.
Mirarle es precioso. Lo tiene solo un poco por debajo, porque está tumbado en uno de los almohadones que más cerca cayeron y Jiang Cheng a su vez usa su hombro como apoyo. Sus piernas se entrelazan allá hacia la cabecera de la cama, tan largas que parecen infinitas, y esos ojos resplandecen con una sonrisa pintada en ellos, una que en nada se parece a su irritante ceño fruncido. Solo por eso, Meng Yao no puede evitar acariciarle los labios con un pulgar un instante antes de besarle.
-Somos horribles. -Contesta-. Los peores.
-Vaya. -Aunque su tonito suena decepcionado, la sonrisa de esos ojazos azules suyos no se desvanece-. Entonces supongo que tendremos que esmerarnos más, ¿estás de acuerdo?
-Por supuesto que sí, mi dulce A-Cheng.
Y se lanza otra vez a besarle, porque al parecer no están tan saciados como creían.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...