41 - Forbidden

250 50 6
                                    

Un beso prohibido.

-Yo de verdad que no lo entiendo.

-Pues tampoco es tan complicado, cariño.

Aunque ya ha aprendido que los motes son algo de lo que no va a librarse así como así y que sus tres novios son incorregibles, el más que evidente retintín en el tonito de Meng Yao le molesta, así que le fulmina con la mirada. El deje nasal que le da la congestión le resultaría gracioso... si no la compartiese, claro está. Estando los dos (los cuatro) en la misma situación, no tiene ni puta gracia.

-Admite que era complicado que nos pusiésemos enfermos los cuatro. -Masculla Jiang Cheng, molesto-. A la vez.

A su lado en la cocina, Meng Yao se encoge de hombros. Están haciendo la comida porque al menos ellos dos no tienen fiebre de momento, no como Lan Huan y MingJue. Sobre todo a MingJue. Para ser tan fuerte y tan apasionado del gimnasio y la vida saludable, un resfriado de nada le ha dejado para el arrastre, otra muestra más de que no está todo lo bien que dice y que tiene que hacerle caso al médico con eso de que necesita descanso. Con solo pensarlo, se pone de los nervios. Y mientras Meng Yao, al que hay que arrancarle el móvil de las manos para que no pida a domicilio día sí y día también, ahí está, con solo congestión nasal y algo de tos.

-No tanto. Otra cosa no, pero intercambio de fluidos hacemos todos los días.

Jiang Cheng pone los ojos en blanco y sigue dándole vueltas a la sopa, porque es mejor eso que seguirle la corriente al petardo de su novio. Después, estornuda. Unas cinco o seis veces seguidas, es todo un espectáculo musical. Si sus otros dos novios no les escuchan, deben de estar a las puertas de la muerte por culpa de los mocos.

Por suerte —y aunque sea un idiota insoportable y sabelotodo— Meng Yao también es un buen novio. Tiene la nariz roja, pero aun así es rápido a la hora de pasarle un pañuelo sin usar desde un paquete que acaba de abrir. Debe ser de los pocos que les quedan intactos por casa, porque entre los cuatro gastan pañuelos a un ritmo demencial. Nunca habían necesitado tantos, y eso que Lan Huan es alérgico al polen. Con el tiempo, Jiang Cheng ha descubierto que salir de cita con él en primavera es todo un espectáculo, pero de los lamentables.

-Tendremos que bajar pronto al súper a por más.

-Ya me ocupo yo esta tarde. -Dice Meng Yao con simpleza-. ¿Me pasas la cebolla?

-Toma.

La susodicha cebolla está al lado de Jiang Cheng, encima de la tabla de cortar. Todavía frente a la sopa, el estudiante de Física le pasa ambas sin ni siquiera necesidad de mirar. Meng Yao las recoge mientras sorbe él también por la nariz. Por lo menos el resfriado no ha afectado a su capacidad de trabajar en equipo, sorprendentemente buena pese a sus reticencias iniciales.

Ambos están concentrados cada uno a lo suyo, el uno con la sopa —una receta especial que le pasó su hermana, por cierto— y el otro picando verduras cuando un quejido lastimero les llama la atención. Lan Huan acaba de levantarse. Está en el marco de la puerta de la cocina, con la nariz tan roja que parece Rudolf, el reno, los labios cuarteados y los ojos llorosos. En una mano lleva un paquete de pañuelos, su mejor amigo desde que esta invasión de gripe empezó, y en otra, una taza de té vacía. Cuando habla para saludarles, está afónico.

-Hola...

-¿Y tú qué haces fuera de la cama? -Le regaña Jiang Cheng, encarándole automáticamente, como una madre enfadada, pero con una voz nasal que no le hace ningún favor-. Deberías estar descansando.

Lan Huan como primera respuesta alza la taza vacía. Tienen que esperar a oír la justificación, porque necesita detenerse un momento a toser.

-He venido a por más té...

-Podrías haberme mandado un mensaje -bufa, señalando con la cabeza a su móvil encima de la encimera-, y te lo llevaba yo.

-No quiero haceros trabajar de más... -Murmura Lan Huan en susurros, porque no tiene voz para más-. Vosotros también estáis enfermos...

-Nosotros estamos mejor, Er-ge. Solo es un catarrillo.

Mal momento ese para que a Meng Yao le dé un ataque de tos seca, justo al final de la frase.

-¿Decías, enano?

-Vete a la mierda, niñato. -Le gruñe a Jiang Cheng-. Para una vez que intento darte la razón.

-También necesitáis descansar, A-Yao, A-Cheng...

-Luego. -Dice el estudiante de Física-. A la comida le quedan como diez minutos. Si despiertas al mastodonte ese te hago un té, ¿vale?

Lan Huan asiente mientras esboza una sonrisilla casi tímida, agotada. Le pasa la taza a su novio y se dispone a irse. Claro que, antes de que lo logre, se ve atrapado en un abrazo inesperado. Los brazos de Meng Yao (que podrían parecer flacuchos, pero tienen su potencial) le atrapan por la cintura y se aferran a él como una lapa en un abrazo que Lan Huan no duda ni un instante en corresponder. Mientras su otro novio allí presente enarca las cejas, Meng Yao se pone de puntillas para poder besar a Lan Huan sin dar explicación alguna.

Jiang Cheng los mira darse el lote —y esta vez uno de lo más desagradable— a medio camino entre el asco y la envidia. No puede evitar estornudar, aunque no lo ha hecho a propósito para llamarles la atención y hacer que se separen. Solo ha sentido el picor en la nariz venir en el momento más oportuno, que luego haya mirado a la bombilla de la cocina para poder estornudar no tiene nada que ver.

-Si quieres unirte, A-Cheng, hay formas mejores que decirlo.

Se está sonando la nariz cuando la voz de Meng Yao le interrumpe. Pillado.

Los tres novios se miran, y es patético, porque cada uno tiene un pañuelo en una mano. Es triste y escatológico y no deberían seguir compartiendo fluidos, pero... qué demonios.

Total, no es que puedan contagiarse más.

Por lo menos, y ante las exigencias de Jiang Cheng, esta vez se quedan solo en los abrazos.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora