Un beso de despedida.
-¿Lo has cogido todo?
-Por última vez, Da-ge, nos vamos una semana a casa de tus madres, no un mes a las Bahamas.
-Sí, ya, pero ¿lo llevas todo? ¿Cartera? ¿Cargador del móvil? ¿Espray pimienta?
-¿Da-ge?
Desde el sofá de su apartamento, Jiang Cheng frunce el ceño. Es inevitable, ya no solo porque sea una de sus expresiones por defecto —aunque se le borra fácil, sus novios saben bien cómo— si no también por la conversación que acaba de escuchar. Un poco preocupado (porque... ¿qué demonios? ¿Cómo que espray pimienta?) levanta la vista desde la pantalla de su Switch. Intercambia una mirada confusa con Meng Yao, que también parece perplejo. Sentado en el otro extremo del sofá, con las piernas entrelazadas con las suyas, Lan Huan solo le presta atención a alguno de sus miles de libros. Es el tercero que se lee este mes, y están solo a día nueve. Y como el más normal de sus novios (¿o ese era Meng Yao?) parece demasiado absorto en la lectura, Jiang Cheng le llama la atención con una patada suave en el muslo. O un empujoncito. Funciona, aunque no mucho. Lan Huan tan solo emite un sonido a medio camino entre el "te escucho, cielo" y el "un segundo, que esto es muy interesante".
-¿Viajar con MingJue siempre es así?
-Y peor incluso, baobei.
-Ugh.
-Os estoy oyendo, par de cotorras.
Eso dice, aunque probablemente lo suyo haya sido tan solo intuición, porque tiene media cabeza metida en la maleta de Meng Yao. Maleta en la que, por cierto, cabe el propio Meng Yao. Jiang Cheng no se cansa de repetírselo, por mucho que luego esos comentarios sobre su estatura tengan... curiosas consecuencias.
(Quizá le gusten las consecuencias.)
-Tienen un punto, Da-ge. -Bufa el ayudante de doctor, al lado de su equipaje, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión hastiada-. Creo que sé de sobra qué he metido y qué no en mi maleta. Y te digo que lo llevo todo.
-¿Y las botas para la nieve?
-¡Solo vamos a ver a tus madres! ¡Y no viven en los Alpes!
-No, pero por estas fechas siempre nieva.
-¡¿Y a mí qué?! ¡No pienso salir a hacer senderismo!
Aunque el propio Jiang Cheng sea uno de los más propensos a crear conflicto en su bonita relación a cuatro, las discusiones de Meng Yao y Nie MingJue suelen ser más épicas que cualquiera que él pueda montar. Más frecuentes también, y menos graves, porque aunque se griten mucho los conflictos sobre los que se enfrentan no tienen importancia real y se solucionan echando un polvo. Como saben que la cosa se resolverá en más o menos cinco minutos a lo sumo y que casi seguro terminará con Meng Yao yendo a buscar unas dichosas botas para la nieve, Jiang Cheng y Lan Huan se limitan a intercambiar una mirada. El maestro de música se encoge de hombros y el estudiante de Física pone los ojos en blanco. Cuando se gritan así, mejor no intervenir. Intervenir siempre implica que los dos más enfadados se aliarán contra quién haya osado interrumpirles. En otras circunstancias y ocasiones, a veces es hasta divertido. La vena más masoquista de Lan Huan y de Jiang Cheng —rasgo que de vez en cuando comparten— a veces susurra que no pasa nada por acabar en cuatro en la cama con el culo en pompa. Pero hoy no es un buen día. Como se entrometan, esos dos acabarán perdiendo el tren. Y perder el tren de por sí no es malo... pero hacer enfadar a Nie HuaiSang, sí. Cualquiera de los cuatro preferiría evitar eso, aunque solo sea por salud mental y pocas ganas de aguantar a un cuñado/hermano vengativo.
Como sus dos novios restantes (los que se quedan tan a gusto en casita a pasar esa necesaria semana de vacaciones a solas y follando como conejos) auguran, la discusión se apaga al poco rato, mientras Meng Yao mete unas botas de mala manera en la maleta. Masculla por lo bajo pero dice que no es nada cuando le interpelan, porque así funciona la cabecita de su demonio particular. Y, mientras tanto, MingJue asiente satisfecho como si hubiera ganado la guerra. Una pena que no haya revisado el neceser de Meng Yao —ni el que Meng Yao le ha colado a traición en el equipaje de mano— ni requisado su sospechoso contenido. Cuando lleguen a casa de su familia, se va a llevar una sorpresa.
-¿Ahora ya sí? -Cuestiona el ayudante de doctor, molesto-. ¿Ya podemos irnos?
-Ahora ya sí. -Confirma Nie MingJue. Ante su rotundo asentimiento, Meng Yao pone los ojos en blanco. Es un mal hábito, lo reconoce, pero la culpa es de Jiang Cheng, que se lo ha pegado. Y del abogado por ser un cretino-. A-Huan, A-Cheng, nos vamos.
-Pasadlo bien.
-Buen viaje.
-¿Ya está? ¿Así os despedís de vuestros adorables novios? -Increpa Meng Yao, porque se ve que hoy tiene ganas de guerra-. Ya veo que tenéis ganas de perdernos de vista.
Casi al unísono, Jiang Cheng levanta la vista de la pantalla de su consola y Lan Huan de las letras de su libro. Intercambian otro vistazo a medio camino entre la complicidad y la molestia, y luego buscan a sus dos novios, de pie los dos delante de la barra de la cocina, cerca del recibidor. Nie MingJue tiene cara de haberse perdido en la conversación aunque —salvo cuando está en los juzgados— esa es su expresión más usual. A su lado, sin embargo, Meng Yao sigue molesto.
-A ver -comienza el estudiante de Física con una de esas medias sonrisas socarronas de las suyas-, si quieres os deseo que os perdáis en el bosque y os montéis una porno entre los arbustos, pero para un viaje familiar en el que va a nevar me parece un pelín inapropiado.
-Lo es. Aunque seguro que se lo pasarían bien. -Durante un preocupante segundo, Lan Huan parece meditarlo-. Quizá deberíamos ir de picnic uno de estos días, A-Cheng.
-Prefiero pedir pizza.
-Oh...
-Pero mira que sois incorregibles. -Masculla Meng Yao, acercándose hasta el sofá. Nie MingJue sigue perplejo pensando en que se les está olvidando algo-. ¿Ni un beso de despedida nos vais a dar?
-Si quieres uno, ven a por él.
Hay un brillo maligno resplandeciendo en los ojos de Meng Yao, aunque si le preguntan a Jiang Cheng contestará que siempre está ahí, es su forma de ser habitual. No por nada a veces le llama "pulga perversa", aunque solo cuando está de muy mal humor. El uso de ese mote suele acabar en desastres de proporciones legendarias.
En cualquier caso, con o sin planes malvados, al final solo la parte que está de pie cede. Nie MingJue no sabe que está cediendo, de todas formas, porque Meng Yao le ha cogido de la muñeca y le arrastra con él al infierno. O no al infierno, al interior del salón, pero es que los cuatro suelen ser bastante dramáticos, cada uno a su particular manera. Le suelta cuando están ya cerca de sus dos novios, los vagos del sofá como los llamará de ahora en adelante, y le deja que haga lo que quiera, porque solo tiene la intención de picar un poco a Jiang Cheng antes de marcharse de viaje. Cuando se inclina sobre él y amenaza con besarle y luego con retirarse, parece que funciona. No tarda demasiado, un par de intentos, hasta que el estudiante de doctorado chasquea la lengua, frustrado, se olvida de su Switch y le agarra por las solapas del abrigo. Qué par.
Y, mientras tanto Nie MingJue besa la frente de Lan Huan y luego le corresponde cuando el profesor de música alza la barbilla y le besa en los labios. Todavía no entiende muy bien la situación, pero a él con no perder el tren le vale, la verdad.
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77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
Fiksi PenggemarUna pequeña lista de besos que compartir a cuatro. Porque la vida para Jiang Cheng es más entretenida teniendo a tres novios a sus pies. -Capítulos cortos -Los capítulos no siguen un orden cronológico -AU moderno -Actualización los jueves -Versión a...