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Un beso pequeño, justo antes de devorarle.

Hay veces en las que Meng Yao y Jiang no se soportan. Y otras en las que se soportan demasiado bien. O, por lo menos, esto es lo que llega a pensar Nie MingJue cuando, un martes de verano por la tarde, se pasa por la cocina con la intención de aprovechar que Jiang Cheng va a poner una lavadora. Él está tan tranquilo, ¿vale? Móvil en la mano mientras charla con su hermano, los calcetines que ha usado hoy en el gimnasio en la otra y, por supuesto, sin camiseta, porque hace mucho calor. Ya bastante tienen sus novios con que use camiseta (y de manga corta) en invierno. Lo de ponerse algo en verano también le parece abusar.

En cualquier caso, la lavadora resuena por todo el apartamento. Nie MingJue, sin embargo, lleva auriculares en los oídos y no la oye. Si el programa lleva poco tiempo, puede que no haya problema. Y no lo habría. No lo hay, técnicamente. No con sus calcetines.

El problema viene con la estampita que se encuentra nada más entrar en la cocina.

-Oye, ¿me da tiempo a meter los... -Nie MingJue se va callando poco a poco, de manera paulatina, hasta que las sílabas se apagan-, calcetines en la lavadora? 

No es algo que no haya visto nunca antes ni mucho menos. Todo lo contrario, en realidad, tiene una imagen reciente en circunstancias similares justo de la noche anterior. Pero claro, ahí no estaban el uno contra el otro mientras la lavadora da vueltas. Nie MingJue ya se ha quitado uno de los auriculares y lo tiene en la mano. El otro se le cae, y cuelga del cable que descansa alrededor de su cuello.

Por lo menos, por lo menos, Jiang Cheng y Meng Yao, que se estaban comiendo la boca como si no hubiera un mañana, los dos ya con los pantalones bajados —Meng Yao sentado en la encimera de la cocina y Jiang Cheng de pie frente a él, justo entre sus piernas— tienen la decencia de parar, mirarle y sonrojarse... Vale, no, en realidad no. Jiang Cheng la tiene, porque Jiang Cheng siempre será un poco vergonzoso a la luz del día, aunque cada vez que follen pierda todo reparo. Meng Yao, sin embargo, con los brazos alrededor del cuello de su novio, le regala al abogado una de esas sonrisas zalameras suyas que no prometen nada bueno.

- Hola, Da-ge -dice mientras rodea la cintura de Jiang Cheng con las piernas y entrecruza los tobillos a su espalda-. Te da tiempo, pero tendrías que pasar por encima de nosotros.

-¿Sabes qué? Puedo esperar.

-Qué aburrido. -Meng Yao le pone un puchero, pero esas artes no funcionan con él. Más o menos... Más menos que más. Ver el culo de Jiang Cheng desde aquí, respingón, redondo y desnudo, con sitio de sobra, es todo un reto, ¿vale? Y uno de los dos capullos que tiene por novio se da cuenta, porque la mirada de Meng Yao apenas tarda un instante en descender en dirección a su entrepierna, allá donde la tela del amplio pantalón de chándal comienza a levantarse-. Si encima lo estás deseando, Da-ge...

-Déjale meter los putos calcetines y ya está...

-No, no, no. -Como le pilla por sorpresa, Jiang Cheng da un respingo (y gime) en cuanto Meng Yao se estira y una de sus palmas se estrella con relativa fuerza en su trasero al descubierto. Nie MingJue necesita contener el aliento, sobre todo cuando esos condenados dedos agarran con fuerza la nalga recién golpeada y su otro novio parece ver las estrellas por cómo se le corta la respiración y estira el cuello-. ¿Vas a desaprovechar esta oportunidad, Da-ge? 

Nie MingJue baraja su situación durante un instante tan efímero que en realidad da la impresión de que ni siquiera ha llegado a pensárselo. Deja el móvil sobre la superficie plana más cercana, tira los calcetines sucios a algún lugar de cuya ubicación no queda constancia —Lan Huan se los encontrará tras la puerta de la cocina cuando vuelva, y les regañará en consecuencia por ello— y comienza a bajarse sus propios pantalones nada más quedar situado tras Jiang Cheng. En cuanto le agarra por la cintura y su falo se roza contra la abertura entre sus muslos, su novio gime, hambriento. Meng Yao también, porque sus propios miembros deben de estar en contacto ahí delante. 

Ninguno pierde el tiempo, porque Nie MingJue apenas se detiene un segundo antes de empezar a meterle los dedos, y el propio Meng Yao ya debía de estar bastante dilatado. Entre ambos, Jiang Cheng comenzará a ver las estrellas dentro de nada, pero eso no le impide responder con sus propias tácticas, sus movimientos de caderas y sus bruscas caricias que a veces dejan marca. Besa a Meng Yao, quién sabe si a modo de venganza o a modo de recompensa. Su primer beso es pequeño, efímero. Jiang Cheng se separa tan rápido mientras le acaricia y pellizca uno de sus pezones que su contenido novio no puede evitar que se le escape un gimoteo descontento, una queja que en realidad se asemeja hasta a un gruñido frustrado. Así que se la devuelve, salvo que dada la vuelta. Sus bocas colisionan a medio camino en el espacio entre ambos mientras la lavadora suena y vibra bajo sus tres cuerpos semi desnudos y Nie MingJue se afana en estirar la ya elástica entrada de uno de sus dos novios. Y en ese beso parece que quieren abrasarse, beberse el uno al otro hasta que de ellos no quede nada, hasta que no haya aire en sus pulmones y las piernas no les sostengan. Ahí, Meng Yao tiene ventaja, cuenta con el respaldo de la encimera. Jiang Cheng, sin embargo, tendrá que fiarse de los brazos de Nie MingJue, fuertes para sujetarle incluso cuando sus piernas dejen de responder. Pero besa a Meng Yao con esa misma fuerza devoradora que no se para ni un segundo a pensar en las consecuencias de sus actos, como si estas no le importaran. Y no lo hacen. 

Después, repite con Nie MingJue, hasta que les arden los labios.

77 kisses [Mo Dao Zu Shi Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora