CAPITULO 47

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CAPITULO 47

Harriet.

Despierto por la alarma de mi celular, no quiero levantarme. Quiero seguir durmiendo. Estiro el brazo alcanzo mi celular, apago la alarma. Sin ganas me paro yendo directo a la ducha. Luego de un baño con agua fría un poco del sueño se ha ido.

Ayer después del beso con Adam se fue, sorprendentemente no me lo cogí. Besa increíblemente rico, más que el hijo, espero que también coja mejor. Elijo el vestido que me pondré hoy, es azul con cuello alto. Las marcas que me dejó Dorian no se irán pronto. Mientras me lo coloco miro entre todos mis vestidos eligiendo cual usaré en la fiesta de compromiso, faltas algunos días, pero quiero tenerlo listo.

Debajo no me pongo ropa interior, el culo me sigue doliendo, aunque la pomada que puso Dorian en el ayudó bastante con el ardor y dolor, haré que me la ponga de nuevo. Me coloco los tacones, el cabello solo me lo cepillo, dejaré que se seque por si solo. Me aplico un labial rojo, delineador y mascara de pestañas. Las cejas jamás me las he maquillado, no lo necesito, están muy bien pobladas y formadas, lo único que hago es sacar los vellos que salen alrededor de ella.

Admiro lo buena que me veo por unos minutos antes de tomar mi bolso y las llaves del Bugatti.

Opto por irme por las calles menos transitadas a esta hora, tardaré más en llegar, pero quiero algo de acción, adrenalina. Me hundo en el asiento cuando piso el acelerador hasta el fondo, el auto sale disparado hacia enfrente dejando todo detrás en un abrir y cerrar de ojos. Mantengo ambas manos en el volante, controlando el auto. Ignoro los letreros que advierten no ir a más de cierta velocidad, los semáforos, los altos y a los pendejos que pitan cuando les paso por el lado.

Saco la mano por la ventana mostrándoles el dedo medio y cuanto me importa su molestia. A lo lejos, por el espejo retrovisor, diviso unas luces rojas y azules; una patrulla. Estoy demasiado lejos como para que puedan alcanzarme, divertida freno de golpe en un semáforo, esperando a que se acerquen. Se dirigen directo hacia mí a velocidad máxima. Una vez que empiezo a escuchar las sirenas vuelvo a pisar el acelerador desatando una divertida persecución.

Recorremos kilómetros así, ellos detrás mío, intentando alcanzarme. Yo bajo la velocidad de vez en cuando permitiendo que se acerquen, dándoles por lo menos un poco de posibilidad de alcanzarme. Giro por distintas calles, avenidas, me meto por callejones. Las calles poco transitadas se acaban y termino metiéndome en el tráfico, rebasando autos, metiéndome entre ellos. Las sirenas hacen que se aparten para darle paso a la patrulla, pero terminan facilitándome el "huir".

En algún punto llaman a refuerzos que comienzan a salir de distintas direcciones en un intento fallido por acorralarme. Esto si es adrenalina y no estupideces. Tres vienen detrás mío, otras dos salen por delante.

—Pare al auto ahora. No querrá más problemas de los que ya tiene —advierte uno a través de los altavoces.

La suya pendejos.

En segundos se lo que haré para salir de esto, aumento la velocidad dirigiéndome a los que están frente a mí, justo cuando estoy apunto de estrellarme contra ellos doy una vuelta que no se esperan quemando las llantas del auto contra el suelo, el olor me llega a la nariz rápidamente, me topo con los que venían detrás, que ahora son los de enfrente pasándoles por el lado. Obvio muestro el dedo medio gritándoles:

—¡Chinguen a su madre putos!

Si, esas groserías me las enseñó el mexicano y debo admitir que me encantan.

Me rio mientras los dejo detrás, continúan persiguiéndome. Cerca de llegar al psiquiátrico acelero todavía más perdiéndolos por unos segundos. El guardia se apresura a abrirme la puerta al verme con tanta "prisa". Al momento de cerrarla las patrullas aparecen. No me miraron meterme aquí, pero sé que se bajaran a preguntar.

HarrietDonde viven las historias. Descúbrelo ahora