CAPITULO 51

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Lean la escena Dorriet con Animals de Marron 5, es superior. La canción de Taylor con la escena de Harriet también lo es. 

Advertencia. En este capítulo se narran asesinatos explícitos. Leer bajo su responsabilidad. 

CAPITULO 51

"Enfermero y psiquiatra personal"

Harriet.

—Tus deseos son ordenes, mamasita —dice luego de haberle dado un vistazo a la información.

—Si lo haces bien, como yo lo quiero te daré 30 mil, si no parece accidente solo 20 y si muere nada. ¿Entendido?

—Eres tan caliente cuando te pones mandona.

—Siempre lo soy. Quiero otra cosa —señalo el estante bajo llave lleno de armas.

Sus cejas se alzan y luego frunce el ceño. Las manos en mi cintura la masajean mientras me observa con los ojos entrecerrados.

—Mira, mamasita, nunca te he negado nada, pero es que como que medio te patina el coco y ya así, solita, das miedo y ahora con un arma...

—¿Me estás diciendo loca?

Medio sonríe.

—Tan cuerda no estas.

Razón no le falta. Alzo los hombros y estiro la mano esperando a que me de la llave, no muy convencido la pone en la palma de mi mano. Me quito de encima yendo al estante, meto la llave en la cerradura, la giro y se abre y así lo hago con las otras cuatro cerraduras.

Abro ambas puertas dejando ver el montón de armas de fuego y blancas. Se usar distintas armas de fuego gracias al mexicano, pero no son esas las que me interesan, tomo un cuchillo, me gusta porque es fácil de ocultar, pero muy eficiente. Tomo otro más grande, ese me gusta porque es muy filoso, demasiado. Los saco de sus fundas verificando que estén limpios, las cuchillas brillan y veo mi reflejo en ellas.

Paso la punta de mi dedo por el filo, los guardo, cierro el estante llevando los cuchillos conmigo y devolviéndole la llave al mexicano. Este me observa con curiosidad, pero no dice nada. Dejo los cuchillos sobre el escritorio, vuelvo a sentarme en sus piernas, esta vez a ahorcajadas, me toma por la cintura nuevamente.

Apenas voy a hablar cuando la puerta se abre, el güero se asoma por la puerta.

—Se toca antes de entrar.

—Lo siento, vuelvo después.

Y se va. Odio las putas interrupciones, me quito de encima saliendo del ¨despacho¨, voy a mi auto por la ropa que traje y una peluca. Para lo que tengo planeado hacer no puedo llevar mi cabello natural al descubierto, me meto de nuevo en el despacho, el mexicano sigue sentado en la silla. Se gira, dejo la ropa sobre un mueble comenzando a desvestirme bajo la atenta mirada del mexicano, primero me quito el top y luego el jean quedando completamente desnuda.

Veo como traga saliva recorriéndome con la mirada, los ojos cafés se ven oscurecidos por el agrandamiento de la pupila. De forma lenta y mordiéndome el labio inferior deslizo mis piernas dentro del jean de cuero, batallo para subírmelo del culo, sigo con la blusa de manga larga, los calcetines, las botas, la chaqueta y por último unos guantes de cuero. Todo lo anterior en color negro.

Me pongo dos correas para cuchillo alrededor de cada muslo, otra en el brazo.

—Dame tres navajas —le ordeno al mexicano mientras me ato el cabello en una apretada trenza.

HarrietDonde viven las historias. Descúbrelo ahora