CAPITULO 53

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Antes de que lean el capítulo, ¿ya leyeron las aclaraciones importantes? Les recomiendo que lo hagan. 

CAPITULO 53

Harriet.

Le doy un empujoncito para que entre en el ¨Cuarto negro¨, la dejo en el medio de la habitación yendo por lo que usaré con ella. No volteo a verla ni una vez mientras tomo las cosas, por el bien de su culo debería de estar de rodillas y desnuda. Dejo todo encima de un mueble, excepto un látigo, ese lo traigo conmigo.

Me giro hacia ella, está sentada sobre sus talones, completamente desnuda y mirando al suelo. Me quito los tacones y el vestido, aún tengo marcas en el culo y ayer Dorian volvió a dejarme en la cadera, pero como Aline no va a verme no me preocupo.

Voy con ella, posándome detrás, alzo el látigo hacia su hombro, apartándole el cabello de el para descubrirlo, deslizo la punta por su cuello, hombro y espalda. En esta última se yergue con el escalofrío que la recorre. La primera vez que estuvo aquí no fui salvaje, pero hoy si por lo que la tomo del cabello jalándoselo mientras le digo:

—De pie.

El tirón de cabello la sorprende, me obedece. Mi mano se estrella contra una de sus nalgas sobresaltándola, le doy un apretón.

—Camina —con el látigo la guio a la cruz—. Alza los brazos.

Lo hace. Dejo el látigo encima de un mueble y tomo su brazo derecho acercándolo a una de las cadenas que vienen desde el techo y pasan por unas argollas metálicas incrustadas a los extremos inferiores de la cruz, de la cadena cuelgan unos grilletes de cuero negro. Le pongo una alrededor de la muñeca apretándola bien, para que le quede justa, repito el proceso con la otra. Se me queda viendo con la boca entreabierta y nerviosa mientras lo hago, pero no dice nada.

Queda viendo a la pared, con el culo dando hacia mí. Las son largas y le permiten flexionar un poco los brazos. Gira un poco la cabeza, mirando sobre su hombro.

—No te dije que te giraras —enseguida devuelve la vista a la pared.

—Perdón —susurra.

—¿Qué más?

—Ama, perdón, ama.

——Inclínate y separa las piernas —acata la segunda orden primero, luego se inclina hacia enfrente, un poco—. No quiero que te muevas de esa posición, ni un poco, si lo haces no te voy a dejar tener un orgasmo.

—Si, ama —en su voz noto la vergüenza que siente.

Doy algunos pasos hacia atrás para ver bien la posición, ahora si tengo todo su culo a la vista. Esta muy bien proporcionado, es firme y redondo. También puedo ver parte de su rosada vagina, brilla por sus fluidos. Me gusta azotar con el látigo, pero más me gusta sentir el cosquilleo en mi mano después de estrellarla contra su trasero.

Vuelvo a acercarme tomando el látigo y guiándolo a su vagina. Un jadeo abandona su boca, deslizo el cuero por sus húmedos pliegues mojándolo con sus fluidos, la calenté tanto durante toda la cena y durante todo el camino que con el simple roce del cuero puede correrse.

—Cuenta —le ordeno alejándolo y alzándolo en el aire, tomando vuelo para estrellárselo en el culo, en ambas nalgas, el impacto resuena por la habitación al igual que el gritito que suelta, acompañados de un respingo.

—Uno.

Su piel rápidamente se pinta de rojo, me gustaría más que estuviera rojo por la sangre. Vuelvo a alzarlo y dejarlo caer contra su trasero, con más fuerza, salta y jadea.

—Dos.

Desde este comienzo a hacerlo con vehemencia. Le lanzo cinco latigazos seguidos haciendo que chille sorprendida y excitada, miro encantada como sus nalgas se mueven con la fuerza de los golpes y como se le enrojece la blanca y suave piel. No los cuenta y le asesto otro más fuerte esperando que lo haga.

HarrietDonde viven las historias. Descúbrelo ahora