12.- Conexión.

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¿Dónde estoy?
No hay ruido, tampoco olor… no hay nada, ni siquiera puedo escuchar mi respiración. Mi cuerpo no siente nada, ni el cosquilleo… nada.
“¿Cheslay?” Pregunto.
No obtengo una respuesta, ella no está conmigo.
Me muevo de un lado a otro, hay una cosa sobre mi boca y nariz ¿Qué demonios es eso? Me llevo una mano hacia la cara para quitármelo, pero algo me detiene, mis manos están atadas ¿Por qué estoy atada? Un horror me inunda, no es como cuando estaba en el Campamento, ya que ahí siempre he sabido lo que me esperaba, aquí no, es un miedo irracional y poco común, un miedo a lo que me espera, a lo desconocido.
Me remuevo de nuevo y me sorprende ver que de ninguna parte comienzan a salir burbujas ¿Dónde estoy? La respuesta llega sola cuando abro los ojos.
― ¡Está despertando!― Grita alguien.
Del otro lado parece haber mucha confusión y caos. Estoy encerrada en algún lugar dentro de ese sitio, hay agua a mí alrededor, y la burbuja en la que me encuentro se mueve.
Una mujer se acerca y me regala una mirada de fascinación. Me parece curiosa, su color de piel no parece común, menos dentro de un lugar tan gris.
―Nos has dado muchos problemas últimamente―. Dice muy tranquila.
¿Yo? ¿Qué clase de problemas? Ni siquiera la conozco.
―No hables con ella―. La reprende un hombre que parece triste y asustado―. Sabes lo que es capaz de hacer.
No puedo escuchar nada más, ella inyecta una cosa dentro de la burbuja y pronto soy arrastrada por un sueño profundo, soy tragada por la oscuridad en la que estaba sumida el mundo antes de la creación.

Ya no hay silencio. Las voces están entremezcladas.
Me levanto de golpe, tirando algo que me cubre hacia los lados ¿Dónde estoy? ¡Déjenme en paz!
“Tranquila” Susurra Cheslay.
“¿Qué haces aquí?” Pregunto.
Ella bufa.
“Aquí estoy siempre ¿Qué esperabas?”
“En mi sueño no estabas” Explico.
No me responde ¿Sabe lo que está pasando?
―Ya despertó―. Dice una persona. Reconozco su voz, es Olivia.
Estoy en la habitación que me dieron cuando llegué al refugio.
Tiemblo de pies a cabeza, la habitación se mueve sola, mi cabeza está a punto de reventar. Siento una plasta contra mi nariz ¿Qué es eso que no me deja respirar?
Alguien trata de acercarse, pero lo alejo con un manotazo. No hay riesgo de un ataque, ya que al parecer mis energías se agotaron cuando enfrenté a Sayuri. Tengo miedo de que se acerquen, ellos quieren hacerme daño ¿No ha sido suficiente ya?
―Tranquila, Azul. Soy yo, Sander―. Susurra.
No me interesa quien sea.
Me llevo la mano a la cara para saber qué es lo que obstruye el paso del aire. Es una plasta asquerosa, una combinación de sangre, tierra y quién sabe qué cosas más.
Sander lleva una especie de toalla en su mano, está desprende un olor muy fuerte a desinfectante.
Quiero alejarme, pero me doy cuenta de que mi espalda ya choca con la pared que está al lado de mi cama. No me he levantado, mis piernas no responden y la cabeza me duele demasiado.
―Váyanse todos―. Ordena Sander.
En la habitación están: Olivia, Regina y para mi sorpresa, Amanda. Las chicas obedecen y nos dejan solos.
Sander se sienta del otro lado, me está dando mi espacio.  Ahora que saben el monstruo que soy ¿Me mataran? ¿Me encerraran como a Sayuri? ¡Los odio! Quiero gritar, los odio por haberle hecho esto a ella, por haberla encerrado como a un animal, no son diferentes de aquellos que crearon el Campamento.
―Entiendo que tengas muchas preguntas, y las responderé, pero antes déjame ayudarte―. Pide con voz suave y al mismo tiempo firme.
Se acerca de nuevo, tratando de poner esa cosa sobre mí cara, le arrebato en pedazo de tela y comienzo a limpiarme yo sola, sin apartar la mirada de él. Sander levanta ambas manos en señal de rendición. Mi respiración es agitada, siento como si algo estuviese atorado en mi garganta ¿Sera que también tragué sangre y tierra?
Limpio primero la cosa que obstruye mi nariz y luego tomo una respiración profunda. El pedazo de tela esta rojo y muy sucio ahora.
Sander extiende la mano para pedírmelo, se lo entrego sin dejar que me toque, no porque no quiera lastimarlo si no porque no ha sido sincero conmigo. Por primera vez me doy cuenta de que no puedo confiar en nadie.
Él limpia ese paño y me lo entrega. Lo tomo de nuevo, solo que Sander roza sus dedos con los míos. Aparto mi mano rápidamente.
―Déjame hacerlo―. Dice―. Por favor, tú te estás ensuciando más.
Niego varias veces con la cabeza.
―¿Por favor?
Vuelvo a negar
Sander suspira lentamente y se gira para encontrar algo que está sobre el suelo. Es un vaso algo grande de color blanco y dentro hay agua.
―Bébela, te hará sentir mejor―. Asegura.
Le arrebato el vaso, parte del líquido cae sobre mi cama por la brusquedad del movimiento. Me lo llevo a los labios y empino ese vital líquido por mi garganta, se lleva lo que antes estaba ahí, lo que parecía una prensa de sangre y tierra. Aquello que lastimaba mi garganta.
Le devuelvo el vaso y él lo deja donde estaba antes.
―Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso, lamento todo lo que te ocurrió antes de que llegaras aquí. Siento que tengas que estar mirándome de esa forma justo ahora, como si fuera a hacerte daño en cualquier momento―. Parece estar dolido. Se sienta sobre el sofá en el que ha dormido antes.
―Azul―. Dice mi nombre de una forma tierna―. Yo no quiero que te pase nada malo. Quería que estuvieras cómoda y feliz aquí. Que comenzaras de cero, olvidando todas las cosas malas por la que pasaste… pero es imposible olvidar, yo no he olvidado. Y las personas aquí tampoco y al parecer lo único que puedo ofrecerte es toda una explicación ¿La quieres escuchar?
Asiento dos veces.
Sander respira profundo y se lleva las manos a la cara para ocultar su rostro. Su voz suena amortiguada cuando vuelve a hablar. Mi corazón se siente pequeño al verlo así de vulnerable.
―Nadie sabe cómo empezó. Un día simplemente las personas comenzaron a morir, no había una explicación, algunos decían que era un virus que se esparcía, una pandemia. El gobierno empezó a hacer algo, pero ese algo nos dejaba fuera a la clase baja. Yo era muy pequeño cuando pasó, mis padres murieron, al igual que mis hermanos ¿Por qué? ¿Por qué yo seguía vivo y ellos no?
―Agentes del gobierno entraron en un refugio al que había llegado y comenzaron a matar a todos los adultos y a los pequeños nos llevaron a los Campamentos. Supe que eso no estaba bien, no habíamos hecho nada malo, no le hacíamos daño a nadie. Fueron los años más horribles de mi vida. Comenzaron a llenar los lugares con más y más niños hasta que estaban a punto de reventar, ahí conocí a Olivia. Juntos planeamos el escape…― Sander se interrumpe y me mira.
―Como quisiera que pudieras hablar, Azul, que me dijeras todo lo que piensas. Si crees que las muertes de todas esas personas en las fugas de los Campamentos son mi culpa o no lo son. Quisiera que hablaras conmigo, que simplemente me dijeras que todo está bien―. Termina en un susurro y esconde de nuevo el rostro entre sus manos.
Puede que tenga miedo de todo esto, al igual que yo, o puede que solo ha llegado a ese momento en el que todas las personas se rompen… no importa, por el momento siento lastima por él.
Dejo a un lado el mugroso pedazo de tela, me bajo lentamente de la cama y me acerco a Sander, estoy a su lado, quito las manos de su cara para poder verlo a los ojos, esos que son del color de la luna.
Él me mira directamente, cómo preguntando por qué lo hago. No tengo una respuesta. Pongo mi mano sobre su mejilla. Siento el cosquilleo familiar sobre la punta de los dedos y los recuerdos empujándose unos a otros dentro de mi mente.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora