23.- Energía:

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Sander pensaba que tal vez era la última ocasión que veía esos rostros que ya le eran conocidos. No le agradaba pensar de esa forma, pero con los acontecimientos del último año, ya no sabía quiénes entraban en su vida para quedarse.

Cuando el deslizador se estabilizó, todos se pusieron de pie, con la mochila del paracaídas a sus espaldas, sus compañeros estaban a su alrededor, se dio cuenta de que solo una mujer los acompañaba, Juliette, la paramédico de la élite. Supuso que era necesaria. No para él, si para los demás.

Dylan le había explicado que su única función era desviar relámpagos, lo hacía sonar fácil, como si Sander lo hiciera todo el tiempo, como si saliera a bailar como un loco cada vez que una tormenta azotaba. La verdad era que le gustaban los relámpagos, pero nunca había tenido contacto directo con uno ¿Qué pasaba si era demasiado para su cuerpo? ¿Qué si la carga lo mataba?

Marco se removió algo incómodo a su lado. Sander se preguntó por qué llevaban personas normales a un exterminio de cazadores. Se reprendió a sí mismo, en la resistencia no había nadie que aplicara al término normal, todos estaban entrenados, aprendieron a matar, la vida había sido cruel con la mayoría, así que no, nadie normal para esta misión.

— ¿Nervioso?― preguntó Sander a Marco.

Él lo miró con una mezcla de sorpresa y desdén, como si fuera demasiado importante para ser arribado con preguntas de ese tipo.

—No debería estar aquí—espetó.

Una risa femenina hizo a Sander volverse. Juliette estaba en un santiamén al lado de Marco, colgando uno de sus brazos del cuello del muchacho, un gesto totalmente amistoso.

—Tampoco deberías estar en la resistencia—dijo ella con un tono que denotaba burla.

Marco se encogió de hombros para quitársela de encima y se alejó de ellos, lo que lo dejó un poco más cercano a la puerta por la que debían saltar.

— ¿Cuál es su problema?―preguntó Sander.

—Ignóralo, tres. Está resentido porque su hermano mayor es el ministro de Alemania, y en vez de darle a Marco un puesto importante, lo dejó en la resistencia como carne de cañón.

—Vaya.

—No sientas lastima por él, es lo que busca.

—No planeaba hacerlo... Eres la única chica en este equipo.

Juliette se encogió de hombros.

—Necesitaban apoyo médico y Renier murió en la última misión. Así que soy todo lo que tienen.

— ¿Eres una curandera? ― preguntó Sander con curiosidad.

Ella negó un par de veces y levantó las manos enguantadas.

—Soy normal. Inmune, para el mejor de los casos.

— ¿Por qué volverte paramédico? No me parece... sensato

Juliette sonrió.

—La mayor parte de las cosas que hago no son sensatas ¿No te parecería muy egoísta que fuera una curandera y escondiera mi condición?

Sander no pudo evitar pensar en Olivia, en todas las cosas que ella había hecho por él, y a quien a cambio solo le dio una cicatriz y la dejó morir. Recordaba los últimos meses de su amiga, como se deterioraba por curar a los demás.

—No—dijo después de un momento—. No sería egoísta, sería inteligente.

Juliette bufó, más le regaló una sonrisa después del gesto. Sander creyó que ella no parecía una persona hecha para la guerra, de nuevo se reprendió, no podía dudar de esos sujetos.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora