26.- Amistades involuntarias:

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Las visiones cambian constantemente, un día son mis padres muertos, otro día solo soy yo recibiendo alguna paliza, hay días en los que aparece Sam, atrapada en la lluvia ácida.

Abro los ojos y veo la nieve alrededor, no tengo idea de porque a todos les gusta pasar tiempo en el exterior, cuando yo disfrutaría más estar metido debajo de las mantas. Aunque claro, en esta ocasión no estoy afuera para entrenar, he salido porque Sam me lo pidió, dijo que estaba harta de estar encerrada.

—Tengo frio—me quejo mientras froto mis brazos.

Ella no responde, tampoco se ríe como suele hacerlo cuando me quejo de algo. Mantiene las piernas abrazadas contra su pecho, suelta la respiración y pestañea un par de veces. Sé lo que intenta hacer y es no llorar. Es raro ver a Sam llorar.

— ¿Está todo bien?― digo poniéndome de pie, me acerco a ella para estar justo frente a sus ojos apagados.

—No, nada está bien.

—Sam.

Niega un par de veces y esboza una pequeña sonrisa. Sé a lo que se refiere cuando dice que nada está bien. Hace cuatro días que hay alerta dentro de la resistencia, todas las personas tienen la orden de buscar a un prisionero que ha escapado. No hay vuelos programados, ha sido revisada cada parte de la zona oeste de la resistencia, también cada deslizador y vehículo, no hay rastros del sujeto. Dylan está furioso por ello, incluso se atrevió a golpear a Lanhart, fue algo patético de ver en realidad, ya que si los gemelos no hubieran intervenido, el general habría terminado en una cama de hospital. Nadie sabe quién lo dejó escapar, ni cómo es que se ha mantenido oculto durante tanto tiempo.

Hoy van a partir hacia la zona sur de la resistencia para revisarla, luego será la norte y el este. Dejarán para el final la zona central que es donde se formó la primera colonia.

Tomo una respiración profunda antes de arriesgarme y extender mi mano para tomar la suya, cuando no la retira suelto el aire. Sus manos están frías.

—Hay que volver adentro—digo y trato de tirar de ella, se queda tan quieta como una estatua.

— ¿Sabes que Cheslay diseñó un sistema de comunicación muy efectivo? Utiliza a Luisa para estar en contacto con las maquinas a su alcance, a Chandra para saber qué sucederá, y a mí para estar al tanto de cada pensamiento y de cada persona en la línea de control de ambas. Es algo agotador, pero eficiente. Haru quiere unirse, al igual que otros sietes, pero aún no lo permite. Somos el ensayo, prueba y error. El punto aquí, es que me enseñaron a captar las frecuencias mentales de cada persona en la resistencia. Esta frecuencia es muy cambiante cuando somos niños, después de cumplir los quince, se vuelve la misma hasta el día de nuestra muerte. Cheslay nos dio la frecuencia mental del sujeto, pero no podemos encontrarlo. Es como si hubiera dejado de existir.

— ¿Crees que cambió su frecuencia mental?―pregunto asustado y aprieto sus manos.

—Es algo imposible de hacer. La única persona que conozco que es capaz de hacerlo es Velika, aunque no creo que sea consciente de ello. Supongo que se debe a la fuerte empatía que desarrolló a lo largo de su enfermedad.

—No crees que... no... olvídalo.

—Dilo. Tus pensamientos no están en orden, así que dilo.

—Bueno. He hablado con Dom sobre esto. A él le hicieron sus implantes robóticos cuando era mayor, eso fue cuando ya tenía una frecuencia mental estable o lo que sea. Pero Velika fue contaminada cuando era menor. Y es obvio que esas partes están conectadas a terminaciones nerviosas en su cerebro, por lo cual, no sé, quizá esa parte no puede cambiar cuando te haces mayor. Tal vez se queda igual...— Caigo de espaldas sobre la nieve cuando Sam se pone de pie.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora