27.- Intercambios.

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Ella respiraba normalmente, su pecho subiendo y bajando en una respiración común, la de una persona completamente sana. Cheslay permanecía sobre su bolsa de dormir, dentro de la tienda que habían levantado antes. Ella se había desmayado después de...Dylan sacudió la cabeza, no quería pensar en eso. Aunque la chica no parecía Cheslay en ese momento, aun así se sentía una presión en su pecho. Aun no sabía si debía al hecho de que ella besó a otra persona o si sentía pena por Sander.

Él se había quedado sobre el suelo, el peso de Azul lo venció por completo, era como si sus fuerzas lo hubiesen abandonado. Sander se había quedado de rodillas con el cuerpo de la chica completamente flácido entre sus brazos. Él lloraba, las lágrimas se marcaban en su rostro, quitando parte del polvo que antes lo cubría.

Dylan no supo en que momento fue que salió de su trance, acudió a donde estaba y levantó a Cheslay, Sander no hizo nada para impedírselo, parecía completamente retraído. Dylan conocía esa sensación que ahora se apoderaba de su amigo. Llevó a Cheslay a la tiendo, ignorando los sollozos de Sam y como Amanda la consolaba, como Ian dudaba de acercarse a Sander... Dylan pasó todo eso por alto, decidió que se encargaría de todo más tarde, ahora lo único que importaba estaba entre sus brazos. Una vez en la tienda instaló a Cheslay en una de las bolsas de dormir y se alejó de ella, sentado en la entrada, simplemente vigilando sus sueños.

Dylan respiró profundo y frotó sus manos. La noche era cada vez más fría, y sus amigos estaban en la parte de afuera. La última vez que los miró, Ian, Sam y Amanda habían buscado refugio en el auto, mientras que Sander seguía sentado en el mismo sitio de antes, con la mirada perdida en el desierto y su pierna lastimada extendida sobre la fría tierra, en algún momento alguien lo cubrió con una manta, pero eso era todo, trataban de convencerlo de que fuera a refugiarse, pero nadie pudo hacer que se moviera o respondiera, parecía tan mudo como Azul. Dylan miró de nuevo hacia Cheslay, ella llevaba más de dos horas dormida. Recargó la barbilla sobre sus rodillas y abrazó sus piernas ¿Qué pasaba si ella no despertaba? ¿O si lo hacía y le reclamaba todo? ¿Si lo acusaba de ser un asesino? ¿Qué ocurría si ella ya no lo amaba?

Dylan sacudió la cabeza, no debía pensar en eso... pero quería estar preparado. Si Cheslay dejó ir a Azul, es porque lo eligió a él por encima de todo. ¿Qué ocurría si ella lo rechazaba...? Dylan no tuvo tiempo de seguir con sus dudas, hubo movimiento dentro de la tienda.

Cheslay se estremeció y comenzó a incorporarse sobre sus manos, apoyando todo el peso en sus brazos, ella giró y lo miró. Era Cheslay, no había rastro de nada más...Dylan sintió todo su cuerpo tensarse, su mente se quedó en blanco, simplemente podía mirarla, observar como ella se ponía de pie, quedándose a la mitad del lugar.

—Hola— dijo. Su voz sonaba ronca.

Dylan se frotó las palmas de las manos y tragó saliva al no sentir los tres dedos de la mano izquierda ¿Qué clase de hombre se presentaría ante ella? ¡Estaba totalmente mutilado! Lleno de parches, como un mapa viejo. Aunque, a estas alturas, se daba cuenta de que su apariencia fascia era lo de menos.

—Estoy considerando la idea de salir corriendo de aquí—murmuró en broma.

Los labios de Cheslay se torcieron en una pequeña sonrisa.

—No lo harás ¿Verdad?

Dylan se puso de pie lentamente, acercándose a ella como si fuera a salir huyendo en cualquier momento, como si Cheslay fuera a desaparecer. Se acercó algunos pasos a ella, hasta que estuvieron frente a frente, los brazos de ambos colgando a los costados, simplemente mirándose. Dylan había esperado tanto tiempo para esto, la buscaba... y ahora que la tenía frente a él, ahora que simplemente estaban... no podía pensar nada coherente, le costaba controlarse, lo que más quería era estrecharla entre sus brazos.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora