10.- Adversidades.

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Magnus tomó una respiración profunda antes de llamar a la puerta ¿Cómo les diría a esos niños que Lousen estaba muerto? Él era su amigo.

La puerta de madera hizo un sonido hueco cuando el general la golpeó.

Fue Nefertari quien abrió. La mujer estaba vestida con jeans y una camiseta negra, recordándole a Magnus otra época, una vida diferente. Ella frunció el ceño ante su semblante lleno de seriedad.

— ¿Puedo ayudar en algo?― preguntó con voz acusatoria.

Magnus respiró profundo y cuadró los hombros.

— ¿Puedo pasar?― interrogó cortésmente.

Nefertari le lanzó una mirada de duda, pero se hizo a un lado y lo dejó entrar.

En el suelo había regadas varias cosas: sillas, libros, hojas de papel con muy buenos dibujos en ellas, también galletas a medio comer. Aquello parecía una zona de desastre.

—Lamento el desorden— dijo Nefertari mirando alrededor—. Dylan acaba de salir del hospital y tuvimos una pequeña fiesta.... Busca a mi esposo ¿Verdad?― preguntó la mujer un tanto ansiosa.

—No. Vengo a ver a los niños—respondió Magnus.

— ¿Van a llevárselos? ¡No pueden! Dylan aún no se recupera del todo de sus heridas...

—No he venido a llevármelos. Tengo una noticia para ellos y me gustaría que tú también estuvieras presente.

Nefertari levantó la cabeza y se encontró con que el general tenía la mirada perdida ¿Qué pudo haber sido tan horrible?

—Los llamaré enseguida— dijo y subió por las escaleras.

Ella llegó a la recamara de Dylan, únicamente para encontrarla vacía. Salió al balcón y vio que los chicos estaban sentados sobre el tejado de la casa.

— ¡Dylan! ¡Cheslay!— gritó y ambos asomaron sus cabezas—. Es hora de entrar, el general Lanhart quiere verlos.

—Estamos ocupados— replicó la niña—. Eponina acaba de decirle a Marius que...

—Eponina y Marius pueden esperar— contestó la mujer con tono firme.

Un minuto después vio como Cheslay saltaba hacia el balcón y Dylan la seguía. Los dos chicos estaban de pie frente a ella.

—No deberían hacer estas cosas hasta que estés completamente recuperado— regañó la madre a su hijo.

Dylan se encogió de hombros.

—Me curo rápido. Ya puedo correr y saltar— aseguró con una sonrisa arrogante.

Nefertari quiso responderle, pero era hora de que bajaran, así que mejor los apresuró. Ella caminaba detrás de los niños... No, se corrigió. Ya no eran unos niños. Dylan tenía catorce y Cheslay doce. Estaban entrando en lo que sería una de las etapas más difíciles de sus vidas, sin embargo, seguían comportándose como antes. Cuidando el uno del otro sin que nada los afectara. El mundo podía seguir girando si Cheslay y Dylan estaban bien.

Entraron a la sala los tres juntos. Magnus los esperaba de pie junto a la ventana.

—Será mejor que tomen asiento— dijo el general lleno de seriedad.

Los chicos intercambiaron una mirada y no obedecieron al hombre. Nefertari se quedó de pie detrás de ellos.

—Me parece que así estamos bien— dijeron los chicos al unísono.

Magnus se sorprendió ante la respuesta de ellos. No era el hecho de las palabras, si no el tono y la coordinación con el que las pronunciaron.

El general respiró profundo antes de hablar:

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora