—Vas a disculparte—dijo Cheslay apenas llegó con él.
Dylan fue a comer, o a tratar de hacerlo, estaba en el comedor de la resistencia, nadie lo miraba, ni había tratado de sentarse con él. Pasaron cinco días desde que tuvo el enfrentamiento con el gobernante de la ciudadela en la sala de interrogatorios.
— ¿Qué?― dejó caer la cuchara sobre el plato. Claro que a Cheslay no le importaba interrumpir su comida, tampoco el hecho de que él quería estar solo.
Cheslay se sentó con una pierna doblada debajo de ella. Dylan supo que por la posición, ella estaba preparada para marcharse en cuanto comenzaran a discutir. Estaba harto de pelear.
—Con Ike Rosendelf, vas a disculparte.
Hizo falta una mirada de él, para que ella supiera que la respuesta era no. Dylan continuó comiendo.
—Solo escucha—pidió Cheslay—. Entiendo cómo te sientes. Hemos pasado por casi las mismas cosas desde que estuvimos en ese complejo, pero él no tiene la culpa de nada. Ha sido como nosotros.
—No es como nosotros. Es un inmune al que protegieron desde el inicio. Que creció en un palacio lleno de lujos y comodidades, siendo querido y protegido por sus padres. En lo que a mi respecta, es un niño mimado.
—Te equivocas.
—Vas a provocarme gastritis—espetó él y lanzó su plato al otro lado de la mesa.
—Gracias por el cumplido. Ahora que ya no estás ocupado, vas a llamar a Ike y a ofrecerle una disculpa.
— ¿Por qué?
—Porque lo necesitamos.
—Si me dices de qué manera encaja en tus planes, lo haré, no me voy a disculpar, pero voy a hablar con él sobre tus planes. De lo contrario, tengo muchas cosas que hacer.
—No planeo utilizarlo en mis planes. Él ha sido usado toda su vida, y no permitirá ser el juguete de alguien más. He entrado en su mente, no tienes idea de todo por lo que ha pasado, el carácter que ha formado... No es un mentalista, no tiene conocimiento sobre escudos mentales, pero su mente en una fortaleza, no está protegido, sin embargo, es fácil perderte dentro. No pienso controlarlo, quiero convencerlo, pero no quieres comprender porque...
—Tienes razón. No comprendo, porque no te molestas en compartirlo conmigo—dijo con una sonrisa arrogante.
Cheslay comenzó a ponerse de pie, sabiendo que perdería esa batalla. Dylan dejó que se marchara. No la llamaría, no después de haber arruinado su pequeño momento de paz.
Tenía demasiadas cosas en su cabeza como para preocuparse por Ike Rosendelf, pero Cheslay siempre tenía razón, ella siempre lograba darle una lección, aun si no trataba de hacerlo.
Se levantó después de un momento y fue a una de las salas de control. Ahí estaba uno de los sietes que ayudaban en la resistencia.
Dylan se inclinó contra la puerta corrediza, después de pasar su placa por la pantalla.
—Hola—saludó el uno al siete. El chico apenas y lo miró. Dylan suspiró—. Bien, vayamos al grano, tú me haces un favor y me largo de aquí antes de ponerme fastidioso.
El chico puso los ojos en blanco.
— ¿Qué quieres?―preguntó girándose en la silla. Usaba anteojos, no era extraño, ya que pasaba la mayor parte del tiempo frente a una computadora.
Dylan tragó saliva cuando el chico empujó los anteojos sobre el puente de su nariz, un gesto que solía usar Dexter.
—Vas a enviar un mensaje por mí. Uno de suma urgencia, donde citarás al gobernante de la ciudadela en la biblioteca ¿Entiendes?
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Mente Maestra la saga
Science-FictionNo tengo nombre. No tengo un pasado. No tengo recuerdos. Ellos me buscan. Otros me cazan y otros dicen que quieren protegerme. No sé en quien confiar. ¿En aquel que dice quererme? ¿Aquel que dice haber cruzado el mundo entero por...