20.- Temporales.

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Dylan y Cheslay abandonaron la idea de entrar en la ciudadela por dos razones.

Una: Los estaban buscando y la mayor les seguía la pista.

Dos: Era un lugar demasiado grande que solo era reservado para personas privilegiadas. No podían encontrarse con la resistencia del norte ahí dentro.

Juntos abandonaron el desierto, dejando atrás a aquellas personas que habían tratado de aprovecharse de Cheslay y que habían golpeado a Dylan. Con renovadas fuerzas decidieron rodear la ciudadela y embarcarse en la primera caravana que encontraran para poder llegar al otro lado del mar.

Dylan solía decirle a Cheslay que estuviera tranquila, que ya todo había pasado. Pero solo lo hacía para que ella durmiera tranquila, cada día era más notorio que le costaba trabajo dormir, casi no comía, además decía que sus sueños con esa chica, con la niña del laboratorio, cada vez eran más recurrentes y que le era imposible escapar de ella aun estando despierta.

Él solo la abrazaba y le susurraba que cuando estuvieran a salvo en la resistencia, todo iría mejor. Cheslay solo asentía contra su pecho, como si realmente le creyera.

Habían pasado semanas desde que se encontraron con el último grupo. En ese tiempo se habían movido por puentes subterráneos, por túneles de lo que antes había sido el tren subterráneo, peleaban contra cazadores y contra vigilantes. No los mataban, solo los incapacitaban para que no pudieran seguirlos. Ellos no querían ser asesinos, aun después de la matanza del laboratorio.

Cheslay había decidido que solo mataría a aquellos que se lo merecieran, juzgando por sus pensamientos y recuerdos. Y Dylan había tomado la decisión de no matar a nadie, él no quería perderse a sí mismo de esa manera.

—Come algo— dijo a Cheslay una noche. Esa tarde Dylan había robado comida de una vieja y derrumbada tienda. Los refugiados de ese sitio amenazaron con matarlo si volvía.

—No quiero— respondió la chica y giró la cabeza para evitar ver la comida y encontrarse con su semblante preocupado.

—No has comido nada en todo el día. Juro que lo verteré por tu garganta si sigues así.

La chica lo miró. Una chispa de locura detrás de sus ojos, una llama que apenas comenzaba a arder.

—No serias capaz de lastimarme— no lo dijo con un tono de petulancia, más bien con seguridad, como quien sabe que tiene la razón—. Además, solo necesito dormir...

—Has dormido demasiado este día, casi no hemos avanzado por eso. Me preocupas...

—Si lo que quieres es avanzar rápido, entonces déjame atrás— replicó ella con un dejo de enfado. Su humor y carácter estaban cambiando.

Dylan no respondió a eso. La noche anterior habían tenido un enfrentamiento contra unos vigilantes, Cheslay había matado a dos de ellos y eso la lastimaba, la mataba poco a poco. Optó por dejarla dormir mientras él vigilaba la oscuridad. Se estaban ocultando en una vieja casa, pero sabían seguir avanzado, o la mayor los encontraría, los rumores sobre niños cambiando y personas muriendo eran cada vez más fuertes. Además de los avistamientos de los deslizadores y de la mujer del parche que dirigía ejércitos de la ciudadela y robots.

Dylan se preguntó cuándo se daría por vencida. Quizá cuando llegaran a la resistencia del norte ella los dejaría en paz, ya que no podría contra tantas personas. A Dylan le gustaba imaginarse la resistencia mientras observaba la oscuridad, pensaba en ejércitos imparables de robots, de personas tan fuertes y valientes como Lousen, de esos que usaban exo-trajes. Le gustaba pensar que eran invencibles, que por eso las alianzas y la ciudadela no habían intentado nada contra ellos. Con esos pensamientos es que lograba mantenerse despierto toda la noche.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora