16.- Precipitaciones:

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— ¡Raphael Lousen!― exclamó Camila mientras entraba en la oficina.

—Ministro Suker, que gusto verla—dijo Lousen, caminando alrededor del escritorio para recibirla.

Ella colocó las manos sobre sus caderas, dando a entender lo ofendida que se sentía por ser recibida formalmente y no como una vieja amiga. Torció la boca en un gesto poco agradable.

—Bien ¿Cuántos años han pasado? ¿Cómo está ella?

Raphael la invitó a sentarse, cuando la ministro estuvo en su lugar, él caminó hacia el mini bar en su oficina.

—Han sido muchos años—respondió— ¿Algo de tomar?

—Café, solo café, necesito mantenerme despierta.

—No has cambiado nada—dijo él, entregándole su bebida y dirigiéndose a su asiento.

—Han cambiado muchas cosas... ¿Debería ignorar el hecho de que estas postergando la respuesta? ¿Cómo está Velika?― Camila se inclinó al frente, rozando con los dedos la orilla del escritorio.

Lousen sonrió y dio un trago a su bebida.

Camila se veía igual que cuando era joven, con esa imponente personalidad y carácter fuerte. Aunque había algo detrás de su mirada, la tristeza por la muerte de su hermana, la guerra que destruyó su país de origen. Frente a él ya no estaba una joven con ideales de libertad, había una mujer con una historia llena de muertes y fracasos a su espalda, sobre todo, estaba frente a una dama con la madurez que solo se adquiere con los años.

—Está viva, es fuerte, inteligente, decidida, le falta un poco de liderazgo pero espero que con los años pueda manejarlo. En pocas palabras es igual a su madre. Katrina estaría orgullosa.

Camila suspiró y dio un sorbo a su bebida caliente.

—Estoy segura de que mi hermana lo estaría. La última vez que vi a la niña, estaba enferma, no creí que sobreviviría, pero aquí está.

—Puedo llamarla si quieres, probablemente no esté en la resistencia, tal vez se encuentre en otro lugar, causando algún desastre que tendré que arreglar luego.

Camila sonrió.

—Suena igual a Katrina, pero no, no quiero conocerla... ni siquiera quiero que sepa quién soy. En lo que a mí respecta, a sus ojos debo ser ministro de Croacia.

—Le dará gusto conocerte, no puedes prejuzgarla...

—No la juzgo a ella, Raphael, el juicio que emito recae sobre mí y sobre nadie más. La última vez que la vi era una niña moribunda que acababa de perder a su madre, tenían que cortar su brazo, pero ¿Qué hice yo? Escapé hacia la ciudadela, utilizando de pretexto mis obligaciones, aunque lo que quería era alejarme de ella, de la muerte de Katrina, de una niña que me necesitaba. Así que no, no quiero conocerla, me basta con saber que es una mujer fuerte, estoy segura de que el hombre que termine a su lado será afortunado.

— ¿Hombres?―iInquirió Lousen, de todo el discurso de Camila eso fue lo que más llamó su atención— ¿Crees que a Velika...? No...

Suker soltó una carcajada.

—No iba a ser una niña para siempre, te apuesto una cena a que tiene muchos pretendientes a su espalda.

Él frunció el ceño, pero no respondió a la provocación de Camila. Su hija no... es decir, lo que más quería Lousen en su vida era la felicidad de su hija, pero nunca se imaginó tener que entregarla a otro... Sacudió la cabeza ante la mirada de burla de Camila.

—No fue para hablar de Velika el motivo por el cual te cité aquí—dijo después de un momento.

— ¿Por qué siempre tienes que ser tan aburrido y formal?― preguntó fastidiada.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora