Me dejo caer contra el suelo del túnel cuando siento que ya he caminado lo suficiente. Ya no escucho los gritos de mis amigos llamándome. Sam se los dijo, ella les dijo que me dejaran sola, a todos menos a Sander.
Siento un hueco en el pecho, es algo que no me deja respirar, como si una piedra hubiese entrado a la fuerza por mi garganta. Mi cara está completamente mojada debido a las lágrimas. Me limpio la nariz con la orilla de la camiseta. No quiero estar en este lugar, pero tampoco hay algún otro sitio al que pueda ir, quizá solo deba recostarme sin hacer nada y dejar que las ratas me coman.
Ha pasado algo de tiempo. Cheslay ha tratado de hablar conmigo, pero le dije que me dejara sola, que necesito mi espacio, no ha vuelto a molestar. Y ahora estoy completamente sola, como nunca lo he estado, se siente extraño de alguna forma, ya que ella siempre me acompañaba, ayudaba y explicaba las cosas.
Suspiro una y otra vez para tratar de calmar los sollozos, pero nada parece funcionar ya que al horrible nudo de mi garganta no se va.
No llores, Azul, no llores. Ese no es mi nombre, mi nombre no es Azul y quizá ni siquiera tenga uno.
Tal vez pueda volver a la bodega y ayudar a Chandra de alguna forma, pero eso será hasta que descubran la clase de cosa que soy y ellos sí me mataran.
Ese simple pensamiento hace que me recorra un escalofrió. No me había dado cuenta, pero estoy temblando de los pies a la cabeza. Llegué a una parte del tunes donde puedo aspirar el aire de afuera, quizá sea una parte de la Ciudadela. No quiero ir ahí y que me descubran y por eso ser una herramienta en sus manos. El aire se siente frio contra mi cuerpo mojado, débil y tembloroso. Mi única compañía son las ratas.
Soy como una de esas ratas. Una muy fea, mal oliente y asesina rata de alcantarilla.
Esa simple analogía hace que todo encaje perfectamente en mí. Soy una rata.
Me llevo las manos a la cara sin poder soportarlo más y rompo a llorar de nuevo, siento las lágrimas resbalar y el horrible nudo formarse en mi garganta, agregándose al que ya estaba, es una sensación que no me deja respirar. Me siento tan frágil… tan vulnerable… tan tonta.
Aprieto los puños una y otra vez para contenerme de llorar, hago tanto esfuerzo que incluso mis dientes duelen. Tengo mis piernas abrazadas y siento algo dentro de la bota…está húmedo, pero no por eso deja de ser algo rasposo.
Me limpio las lágrimas y saco aquello que tengo en la bota. Me sorprendo al descubrir la libreta en la que Sander me enseñó a escribir. Paso las hojas de una por una, recordando los días en los túneles, cuando estaba con mis amigos y ellos me ayudaban y explicaban a entender las cosas. Sorbo por la nariz mientras le doy vuelta a la página con mis dedos entumidos por el frio, la libreta resbala de mi pierna y la atrapo antes de que caiga y se moje más de lo que ya está. Miro mi mano al sentir un pequeño dolor, y me doy cuenta de que me he cortado la punta del dedo índice con el papel.
No se siente como el dolor interior. Es más como un pequeño alivio, una herida que sangra es menos peligrosa que aquella que se guarda. Miro la sangre durante un instante que parece eterno, hasta que se pone más oscura y entonces escribo con ella sobre el papel:
“Azul, mi nombre es…” Dejo la frase inconclusa y paso mis dedos varias veces para hacer que se borre.
―Necesitas un lápiz―. Dice una voz a mi lado. No quiero girar y mirarlo, así que cubro mi cara con las manos―. No, no llores, por favor…
Tomo las pocas fuerzas que me quedan y lo miro. Sander está pálido, más que de costumbre, su pecho baja y sube muy rápido, tiene las manos recargadas sobre las rodillas, parece cansado. Toma una respiración profunda y se incorpora.
―Creí que te habías ido―. Comenta.
Asiento una sola vez.
― ¿Por qué?― Pregunta.
Como si necesitara una respuesta por mi parte. Es bobo que lo pregunte, ya que fue él quien me obligó a irme, él y sus temores.
Miro hacia el otro lado del túnel y no respondo nada, ni en mi mente, ni trato de hacerle saber lo que estoy pensando, tampoco uso mi sangre en la libreta. Sigo mirando hacia la lejanía, hacia el paisaje frio que me ofrece la salida del túnel. Tal vez si lo sigo ignorando se vaya.
―Es la Ciudadela, o bueno, una parte de ella―. Explica―. Este túnel lleva a ella. Es una de las pocas reservas naturales que tienen, el mundo debe recuperarse poco a poco, igual que nosotros... ¿Quieres conocerla?− Pregunta.
Giro la cabeza y lo miro con la sorpresa reflejada en mis ojos ¿Salir? ¿A la Ciudadela? ¿Con él? ¿Y qué ha pasado con todo ese enojo?
Está sentado a mi lado, su cabeza recargada contra la pared metálica. Sus labios se están tornando de un color morado y frota sus manos constantemente. Tiene frio, igual que yo.
―Pronto llegaran las primeras nevadas del año―. Dice―. Casi no salimos de los túneles, pero las nevadas parecen ser un buen momento para hacerlo, cuando las tormentas que nadie puede controlar ocultan nuestras huellas. El Gobierno no tiene ni la menor idea de la red de túneles que se extiende por todas partes―. Se encoge de hombros—. Supongo que por eso es fascinante hacer cosas arriesgadas.
Lo miro con el ceño fruncido ¿Qué rayos pasa con él?
Sander recarga la cabeza de nuevo contra la pared y sonríe, no es una sonrisa feliz, como la que me dio cuando lo conocí, esta es una sonrisa triste y cargada de amargura.
―Era un lugar muy hermoso―. Comienza—. Aunque en aquel tiempo no sabía apreciarlo, ahora me doy cuenta de que el mundo era realmente fantástico, no tenía nada de qué preocuparme. Tenía a mi familia, a mis amigos… y todo eso terminó, acabó incluso más rápido de lo que comenzó. Cuando estaba en el Campamento, solo podía pensar en que quería una nueva vida, algo que no fuera tan malo, aunque sabía que ya no podía aspirar a mi feliz y despreocupada infancia. Hice todo lo que pude por ayudar y proteger a las personas, a mi nueva familia, cuidaba de todos ellos, hasta que llegaste tú―. Dice y me mira—. Y no sé, cuando te vi del otro lado de esa valla, me di cuenta de que nunca había visto unos ojos que expresaran tantas preguntas. Eran preguntas de las cuales yo te quería dar la respuesta, parecías tan inocente e indefensa… quise protegerte. Planeamos el escape de ese Campamento y muy pocas sobrevivieron, creí que habías muerto, hasta que te vi corriendo para ocultarte y fue donde decidí que cuidaría de ti también. Pero ahora me doy cuenta de que no necesitas de mí, no… tú no me necesitas tanto como yo a ti. Y me siento asustado. No de lo que hiciste, tú nos salvaste a todos, estoy aterrado de la mirada que me diste en ese momento, porque en ese instante parecías… no eras tú, era algo más, algo a lo que no puedo encontrar una explicación…
Sander frunce el ceño. Miro hacia el suelo y entrelazo mis dedos con los suyos. No le ofrezco pensamientos ni nada para reconfortarlo. Me pongo de pie y tiro de él, quiero ir afuera, conocer la nieve y la Ciudadela.
Sonríe, comprende lo que quiero. Se levanta y me sigue, con mucho cuidado salimos hacia la reserva natural.
―Es un lugar poco frecuentado durante las noches―. Explica—. Nos moveremos con cuidado, pero creo que podemos.
La luna brilla sobre el cielo y el viento frio roza la piel desnuda de mis brazos, me siento como si pudiera flotar. Abajo hay muchos árboles, no están secos ni rotos como los de las calles o como los de la valla, no, estos son verdes y frondosos.
―Es muy extraño―. Comenta y me regala una sonrisa—. Antes había estaciones. Primavera, verano, otoño e invierno. En cada una sucedían cosas extraordinarias con la naturaleza. Pero ahora… ahora todo está volteado al revés, los arboles dan sus frutos poco antes de las nevadas para luego morir congelados. Es como si se hubiera hecho una combinación muy extraña…
Meneo la cabeza para decirle que no piense en esas cosas ahora. Es un lugar muy hermoso.
Puedo ver desde donde estamos que hay agua. Justo en el centro de ese lugar, hay una pequeña laguna. Las nubes se están reuniendo en el cielo, y algunas comienzan a cubrir la luna. Me parece muy extraño que esta área no esté cubierta por Detectores. Al menos el techo no lo está.
Sander asiente, toma mi mano y juntos bajamos por lo que parece un pequeño acantilado. Me doy cuenta de que hay rocas que hacen que parezca que el túnel no existe. Es como lo que Dexter me explicó se llama camuflaje.
Corremos por todo el lugar, tomados de las manos. En un momento me di cuenta de que no llevo puestos los guantes y por ello mis dedos están muy fríos. Pero no estoy asustada, ya no. Parece como si el poder o aquella bestia que vive en mi interior, ahora durmiera. O al menos eso quiero pensar, ya que al tocar a Sander, no grita ni da batalla para salir, simplemente me deja ser. Cheslay tampoco ha aparecido.
Somos solo nosotros dos y esa idea me resulta maravillosa.
Nos dejamos caer sobre el pasto que ha comenzado a cubrirse con una cosa de color blanco que cae del cielo.
―Te estuve buscando―. Dice Sander―. Llegó la ayuda cuando aún estábamos en los túneles, y cuando di la orden de que todos volvieran… faltabas tú. No me quisieron decir a dónde fuiste, pero el decir que estaba asustado es poco. Te busqué por toda la red hasta encontrarte. No vuelvas a irte. Prométeme que nunca te irás a un lugar al que no pueda seguirte―. Pide.
Giro la cabeza para mirarlo a los ojos. El pasto me pica en los brazos fríos y en los tobillos. Veo cómo sale el aire de mi boca, se torna blanco al contacto con el ambiente. Con el aliento de Sander sucede lo mismo, la punta de su nariz y de sus orejas esta roja.
Asiento para él. Es una promesa.
Sander ríe, y toma mi mano, después une su dedo meñique al mío y le da un apretón.
―Es una promesa irrompible―. Me asegura.
Asiento de nuevo, porque confío en él.
Nos levantamos y seguimos caminando por el lugar. Casi no hacemos ruido, para no despertar las sospechas de nadie. Veo que esa cosa sigue cayendo del cielo, así que extiendo mis palmas y veo como caen sobre ellas y se derriten al contacto con mi piel.
―Es nieve—. Me explica—. Es blanca, fría y esponjosa, eso es la nieve. Mi padre solía decir que mataba las plagas pero también algunos cultivos.
Asiento, casi no le presto atención, ya que toda se dirige a la algodonosa sustancia que cae del cielo. Quiero saber qué forma tiene y por qué se derrite. Algo ocurre, no es como si lo planeara o me esforzara por hacerlo. Escucho algo y sueno bien, feliz, son como campanillas como una… una… una risa. Me estoy riendo y nadie me ha enseñado cómo hacerlo.
Sander me mira con sorpresa y antes de que pueda reaccionar, pone las manos en mi cintura y me levanta, dando vueltas en el aire. Más risas se escapan de mi garganta, se siente bien, me hace creer que soy como la nieve, así de ligera y así de blanca. Me deja de nuevo sobre el suelo y entrelaza mi mano con la suya.
¿Cuándo fue que logré controlar esto? ¿Cuándo me convertí en esta persona? ¿Cómo fue que Cheslay terminó siendo mi amiga? Demasiadas preguntas, pero la que más me llama, la que me grita, es aquella que no sabe ponerle nombre a la forma en la que me siento justo ahora.
Llegamos a una pared. Es toda de color blanco.
―El final de este sitio―. Comenta un tanto molesto.
Paso la mano por la pared, es algo rasposa pero se nota que es nueva, las personas debieron construirla para cuidar este sitio.
― ¡Tengo una idea!― Exclama Sander y toma una de las ramas sueltas que hay en el suelo.
Me doy cuenta de que es un trozo de madera. Lo pone entre sus manos y de estas se desprende calor, para cuando me deja ver, el trozo de madera ya es de color negro. Lo deja caer sobre la nieve para que se enfrié, lo levanta y me lo entrega.
―Su lápiz, un lienzo en blanco la espera, señorita―. Expresa y hace una reverencia.
Otra risa escapa de mi boca. Me giro hacia la pared y escribo:
“Azul, mi nombre es Azul”
―Bien hecho―. Me dice con un asentimiento.
Sigo escribiendo cosas, hasta que se me ocurre algo:
“¿Cómo eras de niño?” Escribo la pregunta.
―Excéntrico―. Responde―. Era un niño muy excéntrico y anormal. Mi madre me llevaba al psicólogo, pero nunca encontraron nada malo, me gustaba hacer reír a las personas.
Sonríe ampliamente al recordar.
“¿Qué es un psicólogo?” Escribo.
Sander se rasca la cabeza, de esta caen copos de nieve.
―Son… eran personas que le ayudaban a más personas a descifrar sus emociones, a saber porqué se sentían de cierta forma… no es algo fácil de explicar―. Frunce el ceño―. Nunca me gustaron mucho.
Me llevo la mano al pecho, mi corazón late muy rápido, pero no es porque esté cansada o agitada. Es otra cosa, es ese sentimiento que me hace sentir cálida a pesar del frio, es eso que cuando cierro los ojos lo único que puedo ver es el rostro de Sander.
“¿Descifrador de sentimientos? ¿Cómo me siento yo ahora?” Pregunto en la pared.
― ¿Sientes que tu corazón saldrá de tu pecho? ¿Qué sólo puedes pensar en una sola persona? ¿Qué sin esa persona todo lo demás deja de tener sentido? ¿Es eso lo que sientes?
Asiento en respuesta ¿Cómo lo sabe?
―Se llama amor―. Contesta y sonríe―. Y me siento exactamente igual.
Algo en su mirada me hace ruborizarme.
“¿Amas a tus amigos? ¿Amabas a Dany?” Pregunto.
Se muerde el interior de la mejilla antes de responder.
―Hay diferentes formas de amar. Sí, lo amaba, era mi amigo, casi mi hermano. Me ayudó en muchas ocasiones y le salvé el trasero en muchas más. Me preocupan las personas de los túneles porque he llegado a encariñarme con ellos, quiero darle una mejor vida a todos―. Explica con paciencia.
Frunzo el ceño.
“Amas demasiado, ese es tu problema” Escribo en la pared con letras grandes.
Sander me quita el pedazo de carbón y escribe la respuesta debajo de mi conclusión.
“Si existe otra forma de amar no la conozco”
Lo miro. Ahora comprendo mejor las cosas. Al darle nombre al sentimiento, al darle un sentido a todo aquello que antes no lo tenía.
Toma mi mano y la coloca sobre su mejilla. El poder tampoco acude ahora y así está bien, no puedo dejar de mirarlo a los ojos. Sander se acerca, primero rápido y a unos centímetros de mi cara se detiene. Puedo ver su frio aliento contra el mío. Sus ojos son firmes y felices al mismo tiempo. Sostiene mi cara con sus manos mientras que mi mano sigue reposando sobre su mejilla.
―Parece una broma ¿No?― Pregunta y sonríe―. Hasta hace poco insistía en tratarte como si no conocieras nada de este mundo, y tú me has mostrado más a mí de lo que algún día pueda enseñarte.
Abro la boca en busca de palabras que no puedo pronunciar. Sólo que en unos segundos las palabras dejan de hacer falta.
Sus labios están sobre los míos. Abro los ojos a causa de la sorpresa ¿Así debe sentirse? ¿Cómo si fueras todo y nada? Veo que sus ojos están cerrados, así que lentamente cierro los míos. A pesar de eso, no dejo de ver su rostro, como si estuviese grabado dentro de mi mente. Sus labios son fuertes y reconfortantes, como algo nuevo, pero que no te hace daño ni tampoco asusta, solo es algo que parece destinado a suceder.
Siento que mi corazón se saldrá de mi pecho, que puedo flotar como los pequeños copos de nieve, me siento parte de todo lo que me rodea y esa simple idea me hace sentir fuerte y frágil al mismo tiempo, protegida y expuesta…
Me parece que algo me falta cuando sus labios me dejan. Muerdo el interior de mi mejilla y me atrevo a mirarlo a los ojos.
―No sé desde hace cuánto tiempo deseaba hacer esto―. Dice y sonríe.
Entrelazo mis dedos con los suyos. Sander se lleva mis manos a sus labios y las besa, para después soplar aire caliente sobre ellas.
―Hay que irnos antes de que pesques una hipotermia―. Bromea.
Juntos caminamos hacia la entrada al túnel. Dejando atrás aquel paraíso, aquel lugar que hasta hace unas horas era de color verde y ahora está cubierto de nieve.
Me asalta el pensamiento de ¿Qué harán las personas al descubrir su lugar protegido profanado por un par de chicos enamorados? Esa simple idea me hace sonreír.
¿Cuántas personas lo verán antes de ser borrado? Miro a la pared una última vez, para observar esa frase:
―Amas demasiado. Ese es tu problema.
―Si existe otra forma de amar no la conozco.
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Mente Maestra la saga
Science FictionNo tengo nombre. No tengo un pasado. No tengo recuerdos. Ellos me buscan. Otros me cazan y otros dicen que quieren protegerme. No sé en quien confiar. ¿En aquel que dice quererme? ¿Aquel que dice haber cruzado el mundo entero por...