Hola!
Espero que estén muy bien. Voy a subir el libro. No está del todo editado, solo arreglé algunos detalles. Espero que les guste, no olviden que sus comentarios me ayudan a mejorar.
Muchas gracias por seguir aquí.
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Huían, ellos escapaban. No tenían idea de que, o de quien, pero no podían dar marcha atrás. Todo lo que conocían estaba acabado. Ya no existía.
Cuando despertaron en la cabaña, después de haberse dado cuenta de que su plan había fracasado, fue que decidieron seguir andando y que harían lo posible por ayudar a los demás. Llegaron con un grupo de refugiados, eran personas que sabían moverse en el desierto, llevaban niños con ellos, algunos de los refugiados eran inmunes y otros estaban contagiados, podían escuchar cómo tosían y arrojaban sangre por la boca.
Dylan y Cheslay se mantenían alejados de ellos para no contagiarse, si es que acaso podía suceder, con la nueva etapa del virus, que los inmunes como ellos fueran afectados.
Las personas del desierto no vivían bajo tierra, más bien se movían de un lugar a otro, así fue como los encontraron en la cabaña. Con ellos venia una pareja de adultos, los demás eran niños que habían recogido en el camino o personas enfermas que decidían ayudar. Dylan supo que así no durarían mucho, pero en aquel entonces aun creía en la humanidad.
El nombre de la mujer era Alicia y su esposo era Bruno, pero por una extraña razón, todos lo conocían como Aquiles y ni Cheslay ni Dylan tuvieron problemas para llamarlo de esa forma también. Se hicieron de un pequeño grupo de amigos, ya que aquellos nómadas no rebasaban a las cincuenta personas.
Al tercer día de caminatas por el desierto, llegaron a un refugio, donde el líder solo los admitiría temporalmente, ya que no quería que su gente se contagiara de los enfermos. Decía que iría a la ciudadela a buscar asilo, nadie sabía que planeaba intercambiar niños por un lugar seguro, si lo hubieran sabido, habrían hecho algo al respecto.
Estaban sentados alrededor de una fogata. Dylan y Cheslay habían acordado no decirle a nadie sobre su condición y sobre el lugar del que habían escapado, era su secreto, y obtendrían información haciéndose pasar por niños inocentes a los que sus padres habían abandonado, su historia era una mezcla de verdad: Eran vecinos desde pequeños y luego sus padres los abandonaron cuando surgió el virus.
—... Y así fue como evadimos a esos vigilantes de mierda— terminaba de contar Aquiles. Él tenía un vocabulario poco digno de un caballero, pero sus historias eran divertidas.
Cheslay le sonrió, ella tenía la boca llena de pollo, aquel alimento que los refugiados habían compartido con ellos. Y a Dylan le encantó aquel gesto, el hecho de que ella aun fuera capaz de sonreír lo llenaba de ternura.
—Y los hijos de puta— continúo Aquiles—. Nunca supieron que fue lo que los atacó...
— ¡Bruno!― lo reprendió Alicia, su esposa—. Cuida tu boca con los niños.
Aquiles tenía el cabello entrecano, una barba que le cubría la mayor parte de la cara y unos ojos tan hundidos en sus cuencas, que difícilmente reconocerías su color azul. Era ancho de espalda y de gestos bruscos, si no lo conocieran bien, pensarían que estaba enfadado, pero no era así. Y Alicia, ella era delicada, con cabello muy largo y rizado, de facciones finas y ojos grandes de color marrón, tenía una sonrisa y palabras sabias para todos ellos cuando más las necesitaban.
La mujer se sentó al lado de su esposo, frente a la fogata.
— ¿Ya comieron lo suficiente?− preguntó con preocupación.
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Mente Maestra la saga
Science FictionNo tengo nombre. No tengo un pasado. No tengo recuerdos. Ellos me buscan. Otros me cazan y otros dicen que quieren protegerme. No sé en quien confiar. ¿En aquel que dice quererme? ¿Aquel que dice haber cruzado el mundo entero por...