15.- Errores.

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Hola a todos!

Espero que estén muy bien. Aquí dejo el siguiente capítulo, una disculpa por la tardanza, he estado algo triste últimamente.


Muchas gracias por seguir con este desastre de escritora.

Ya saben que los quiero.

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Fue incapaz de respirar al darse cuenta de todo lo que sucedía, sus manos temblaban tanto que le era imposible sostener firme la pantalla, no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que las lágrimas se deslizaron por su cara, o tal vez era sudor, no estaba del todo seguro.

No eran la cura; soltó el aliento y respiró profundo, tratando de asimilarlo. Eran un arma; parpadeó fuerte para aclarar sus ideas. Un ejército diseñado para acabar con la Alianza enemiga; dejó la pantalla sobre el suelo y apretó los puños para que sus manos dejaran de temblar. El motivo de su existencia era para la guerra; para acabar con los refugiados que esparcían el virus.

No era una cura lo que lanzarían esa noche, se trataba aquello que extrajeron de ellos, de sus cerebros. Esa cosa sería enviada al resto del mundo, lo que convertiría a los inmunes en máquinas de guerra, en evolucionados.

No se percató en que momento comenzó a caminar por el túnel, quizá su cuerpo intentaba decirle por medio del acto reflejo que tranquilizara sus pensamientos o tendría un ataque de ansiedad.

Leyó la información una y otra vez hasta que se agotó la batería de la pantalla. Pasó las manos por su cabello, arrancando mechones entre sus dedos, la desesperación lo carcomía rápidamente. Corrió hasta llegar al segundo túnel, donde pudo ver a través de los pequeños cristales como los científicos seguían trabajando en los niños, siendo espectador de la forma en que sacaban sangre, tejido, líquidos, para colocarlos en frascos, siendo transportados a un a un lugar donde los procesarían y dirían: ¡Esto es la cura!

¡Una maldita mentira! Se trataba de una enfermedad más grande, algo que terminaría de destrozar a la humanidad. Necesitaba hacer algo, Lousen escondió esa información en los túneles por una razón, quizá esperando que Dylan o Cheslay la encontraran. Detener las capsulas que serían lanzadas al día siguiente era su prioridad en ese momento, hacer algo para ayudar a los niños encerrados en el complejo. Cualquier cosa, excepto quedarse en ese lugar como un idiota. Sin embargo, no podía hacerlo solo. Necesitaba a Cheslay, salir juntos de ese lugar, liberar a tantos evolucionados como fuera posible y evitar que lanzaran la capsula que contenía el virus que atacaría a los inmunes, ese virus que se encargaría de acabar con la humanidad.

Dylan salió de los túneles, ni siquiera se dio cuenta de cuando abrió la escotilla, hasta que la lluvia cayó sobre él en un torrente que parecía interminable, cegándolo, entrando en sus ojos y boca, empapándolo en cuestión de segundos. Corrió hacia el complejo habitacional, pasando al lado de su casa, ignorando todo a su alrededor. Antes de detenerse a pensar, pudo ver que se dirigía a donde estaba Cheslay.

No se molestó en arrojar piedras al cristal de su habitación para despertarla, se sentía desesperado. Dylan descubrió la verdad y necesitaba con urgencia que alguien más además de él, tuviera ese conocimiento.

Lousen le había entregado eso, tenía el presentimiento, casi la certeza de que el sargento esperaba que él lo encontrara, su cabeza daba vueltas sobre ese pensamiento una y otra vez. Pero ¿Qué podía hacer? Era solamente un muchacho de dieciséis años.

Hablaría con Nefertari, ella sabría que hacer, al igual que Daphne, la madre de Cheslay, ellas prometieron ayudarlos, sin embargo, en ese momento solamente necesitaba que Cheslay creyera en sus palabras, que lo apoyara en esto, que ella encontrara la forma de hacer algo al respecto, porque Dylan se sentía ansioso y asustado y por más que lo pensaba, por más que trataba de calmarse, no encontraba una salida para esa situación.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora