23.-Traiciones.

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Samantha suspiró, estaba completamente aburrida. Dexter no les diría nada, y tampoco pensaba en nada relevante, su mente ocupada con cosas que no tenían sentido, él pensaba en puertas y en pasos, en algoritmos complicados, por su mente corrían un sinfín de imágenes que Sam no conocía, pensaba en las entradas a los túneles, en un montón de códigos que no tenían sentido. No llevaban ni cinco minutos en el interrogatorio y ya tenía ganas de golpearlo. Por un momento, deseó ser como Dylan, o como Chandra, ellos dos sí que se daban a respetar, y las personas los temían. Pero ella era solo Sam, ni siquiera era una mentalista poderosa.

Azul y Cheslay debatían algo entre ellas, Sam podía escuchar los pensamientos simultáneos y contradictorios. Azul quería seguir sometiéndolo a preguntas, hasta que él respondiera y Cheslay quería tomarlo del cabello y raspar su cara contra el suelo. Samantha se enorgullecía solo de pensar en hacer eso, por el momento estaba del lado de Cheslay. Ellas dos mantenían este tipo de discusiones desde que Dylan había llegado a los túneles, era como si Cheslay hubiera despertado de un largo sueño, en ocasiones tomaba el control del cuerpo de Azul, aun sin poder hablar, pero era ella, esas sonrisas altaneras y las miradas de desprecio hacia los torpes.

Samantha se llevó las manos a las sienes y las frotó lentamente.

— ¿Quieren callarse?− preguntó a las chicas que compartían un cuerpo— ¡Me provocan dolor de cabeza! Solo hable una a la vez.

A su lado, Dexter soltó una risa sarcástica y giró en la silla. Las tres lo fulminaron con la mirada.

— ¿Cómo planean interrogarme si ni siquiera se ponen de acuerdo?− se burló.

Más rápido de lo que pensaba, Sam se dio cuenta de que Cheslay había ganado la batalla por el cuerpo, cuando ella dio una patada contra las patas de la silla en la que Dexter se paseaba, él cayó sobre el suelo con un estruendoso golpe, llevándose el asiento con él.

El chico se puso de pie para quejarse, pero Azul ya estaba parada frente a él, cubriendo a Sam con su cuerpo, tenía la barbilla levantada y una mirada asesina amenazaba con perforar los ojos de Dexter, el siete retrocedió dos pasos y la mentalista lo empujó contra la mesa de computadoras, uno de los teclados cayó al suelo, dispersando sus teclas en la parte de abajo.

—B-basta— chilló Dexter y Azul continuo empujándolo.

Azul avanzó dos pasos más, hasta que Dexter estuvo contra la pared, ella se inclinó sobre él, dejándolo sin espacio, sin escapatoria. Ocurrió algo que nadie se esperaba, Azul detuvo su puño a unos centímetros de la cara de Dexter, parecía tensa, atenta, se había crispado igual que un animal que ve venir un ataque. Los pies de Samantha abandonaron el suelo cuando Azul saltó sobre ella y la cubrió con su cuerpo y con las mesas de computadoras, ocultas por las máquinas, por el lio de cables y polvo.

— ¿Qué demonios?− preguntó Sam, pero ella le indicó un gesto que se callara.

Samantha miró por debajo de la mesa, la delgada línea de luz que dejaba traspasar a ese lugar, Sam podía ver las pelusas ir y venir conforme a su respiración, mientras que se inclinaba para ver por la rendija debajo de la mesa, Azul estaba a su lado, respirándole en la nuca.

Sam retrocedió un par de centímetros cuando vio varios pares de pies en el cuarto de máquinas. Podía ver los pies de Dexter, con sus zapatos viejos, también un par de botas muy limpias y muchos pares de botines negros.

— ¿Quién eres?― susurró Sam para Azul. Ella solo la miró, pero no respondió. ¿Estaba con Cheslay o con Azul? A juzgar por las acciones llenas de misterio y precavidas, creyó que se trataba de Cheslay, pues Azul no hubiera sabido cómo reaccionar.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora