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Él se paseaba por la habitación. Debía darle crédito a las personas del palacio. Todo estaba muy ordenado y muy pocas mentes en ese lugar, eso le gustaba.

Sacó a Ike y Noah de esa horrible habitación con los radicales. No se sorprendió cuando ninguno de ellos quiso retarlo, cuando solo se hicieron a un lado para dejarlo pasar. Tal vez tenían miedo de contagiarse, ya que él tuvo contacto con la chica enferma, o quizá era por el arma que no soltaba o por la mirada de loco que les daba. Cualquiera de las tres, logró sacar de ahí al gobernante, sano y salvo, tal y como se lo prometió a Velika.

Ike y Noah estaban en la sala del palacio. Noah extendía las manos frente a la chimenea holográfica. Dom bufó, fuego artificial, calor artificial. Se quedó mirando las llamas falsas por unos momentos. La última vez que tuvo contacto directo con fuego fue cuando Lanhart los rescató a su hermana y a él, quemando el refugio de esas personas que los dañaron.

Noah decía algo, podía ver sus labios moverse, pero como cada cosa que él decía, a Dom no le importaba, así que no se molestaba en leer sus labios o su mente. Ike no respondía, solo caminaba de un lugar a otro, con las manos en la espalda.

Dominique miraba un mueble de madera sólida y de gran tamaño, en él había muchas estatuillas de gárgolas y fotografías enmarcadas. Parecía más la sala de una casa que de un palacio.

— ¿Es el área familiar?―preguntó en voz alta.

Tanto Ike como Noah se estremecieron. Dominique los miró.

—Si—respondió el gobernante—. Ahora estamos tratando de resolver esto...

— ¿Cuántas habitaciones tiene este lugar?

— ¿Qué?― Noah parecía perplejo por escucharlo hablar. Las personas siempre hacían la misma cara cuando lo escuchaban.

—No lo sé.

—Es tu casa, deberías saberlo— giró y comenzó a tomar las piezas del mueble para verlas más de cerca.

Supo que Ike se acercaba a él, lo percibía, mas no lo escuchaba.

— ¿Podrías entregar un mensaje a la resistencia?

—Mañana—dijo Dom.

— ¿Disculpa? Yo creo que es urgente que sepan de esto.

Dominique arrugó la nariz. No iba a recibir instrucciones de Ike.

—Dije mañana. Un día más de enfermedad no hará la diferencia. Ahora estoy cansado. Vas a darme una de esas bonitas habitaciones en tu palacio para que pueda dormir, también comida. Me iré mañana y entregaré tu mensaje—giró para mirarlo, dejando la gárgola sobre el mueble.

—Bien. Le diré a Andrea que te prepare una habitación.

Dom asintió.

Ike le dio la espalda pero el gemelo carraspeó para llamar su atención.

— ¿Puedo quedarme una gárgola?

— ¿Qué?

Tomó la estatuilla y se la mostró al gobernante.

— ¿Puedo quedármela? Eran considerados guardianes en la antigüedad. Me gustaría tener una.

—No importa, puedes llevártela.

Noah negó con la cabeza mientas Ike marcaba un par de cosas en una pantalla.

—Te dije que era muy raro—murmuró Noah.

Dom sonrió. El actuar extraño siempre desconcertaba a las personas y era fácil obtener información de lod demás cuando estaban en una situación así.

Pasó una hora completa, mientras él se mantenía de pie, mirando por las ventanas bloqueadas, estudiando la habitación. Le gustaba ese lugar, le gustaba mucho. Ike y Noah trataron de hablar con él, pero Dom no tenía ganas de hablar. Le dolía la cabeza. No quería recostarse sobre uno de esos bonitos sillones porque no quería estar vulnerable frente a esas personas. Sin Day cerca, no podía quedarse dormido.

Una mujer entró en la habitación. Ike la saludó con bastante familiaridad. Ella dijo algo que Dom no se molestó en saber.

—Andrea te guiará a tu habitación. Dominique es un... huésped especial—dijo el gobernante—. No habla... y no creo que pueda escucharte, así que hay que tener en consideración esto cuando le lleven comida. Gracias por todo.

Dom siguió a la mujer fuera de la sala. Miraba en su dirección de vez en cuando, como si temiera que él robara algo. El gemelo no robaba, si algo le gustaba lo pedía, igual que con la gárgola que sostenía fuerte en su mano derecha. Tal vez la mujer lo miraba con desconfianza por las partes robóticas. Lo que fuese, Dom agradeció que ella no intentara hablarle.

El palacio era muy grande, quizá pudieran hacer otra resistencia dentro de ese lugar, o dar asilo a muchas personas, en vez de eso, solo tenían habitaciones vacías.

Llegaron a una puerta de madera. Andrea pasó una tarjeta dorada por una pantalla y luego se la entregó. Dom le agradeció con una sonrisa de todos los dientes y entró en la habitación, cerrando la puerta a su espalda.

Respiró profundo y observó todo. Era una gran cama, no como las literas de la resistencia. Mantas de color café oscuro la cubrían, barrotes de madera la rodeaban, con cortinas colgando de ellos. Un tapete de aspecto suave cubría el suelo, había dos puertas, una daba al baño y otra a un closet de gran tamaño. Caminó por el lugar, pasando la mano por todos los muebles, ni una pizca de polvo. Dejó la estatuilla de la gárgola sobre el escritorio frente a la ventana.

No había cámaras, tampoco nadie en los alrededores. Se aseguró de que la puerta estuviera cerrada. No quería visitantes mientras descansaba. Dejó su cinturón con armas en una de las mesitas de noche, se quitó el chaleco antibalas y la camiseta para luego dejarlos sobre un sofá. Ordenado, todo estaba muy ordenado y la cabeza le daba vueltas.

Dominique no recordaba la última vez que se sintió enfermo. Tal vez fue cuando perdió el brazo. Se sentía mareado. Quizá era por haber controlado las mentes de todos esos radicales para que no los mataran, o por no dormir mucho últimamente, tal vez era el hecho de que voló hasta ahí en ese viejo deslizador... O que no comió nada en mucho tiempo, pero el pensar en comer le revolvía el estómago.

Cerró los ojos por unos segundos, y luego sintió como su cuerpo golpeaba la suave alfombra. No pudo levantarse para llegar a la cama, se hizo un ovillo sobre el suelo mientras temblaba de frío y su cuerpo era consumido por la fiebre.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora