33.- Compañerismo:

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Estaban vivos. Era lo importante.

Evelyn Shepard llegó esa mañana, y los puso en su lugar. Magnus se sintió reprendido, igual que un niño pequeño.

— La zona de entrenamiento está destruida, todo por un capricho, por la estúpida decisión de permitir una pelea entre dos poderosos evolucionados. Nunca había puesto en duda tu capacidad de liderazgo, Raphael― dijo Shepard con calma.

Magnus resopló como respuesta y salió de la oficina, dejándola sola con Lousen, el cual no podía escapar de sus obligaciones. Se alegraba casi a diario de no tener que enfrentar las mismas cosas que su amigo. Odiaba la política más que a las personas.

Lanhart se echó atrás en la silla, los sonidos característicos de los hospitales le provocaban sueño. Estaba cansado.

Cuando las cosas dejaron de caer en la sala de entrenamiento, que estaba totalmente destrozada. La mentalista corrió hasta donde fue el impacto final, los demás fueron detrás de ella, y Magnus quedó impresionado. Mas que impactado, todos, incluida Aksana, se quedaron de pie, mirando alrededor, como el humo se dispersaba y los dejaba ver a los contrincantes... Aun se sentía curioso por lo que sus ojos vieron en ese momento.

Magnus sacudió la cabeza para alejar el sueño. Tenía más de cuatro días sin dormir bien. Estaba preocupado por Dominique, quien no había regresado de la ciudadela, estaba preocupado por Sander, quien se mantenía inconsciente sobre una cama de hospital a su lado. Y... ¡Que los dioses lo perdonaran! Estaba preocupado por Farmigan y por el fuerte golpe que recibió en la cabeza.

También se sentía un poco inquieto por el hecho de que los ministros fundadores de la resistencia estaban en la oficina de Lousen. Se pondría al corriente más tarde con Raphael, para mantenerse informado sobre los siguientes pasos en la guerra.

Miró la habitación, era la segunda vez que Sander estaba en una cama de hospital desde su llegada a la resistencia. Magnus supuso que no era fácil que el tres llegara con el riesgo suficiente como para ser hospitalizado, solo una pierna infectada y un agotamiento que casi lo llevó a la muerte. Lanhart se sintió estúpido por haberlos motivado a tener esa pelea.

El pecho de Sander subía y bajaba en una rítmica respiración, pero no había despertado desde que lo sacaron de los escombros.

La puerta del cuarto se abrió, era una de esas puertas de cristal corredizas automáticamente. El general miró al recién llegado.

El muchacho se había arrancado la intravenosa y unas gotas de sangre bajaban desde la parte interna del codo hasta sus dedos. Vestía con ropa de hospital, iba descalzo, varias heridas se extendían por su cuerpo, pero la que sobresalía, estaba debajo de un vendaje en su cabeza.

Los hombros de Dylan subían y bajaban, le costaba trabajo mantener su respiración controlada, estaba alterado. Los ojos del uno se dirigieron a la cama donde estaba inconsciente el tres. Se pasó la lengua por sus secos labios y carraspeó un par de veces.

—Esta... ¿Esta muerto?― preguntó en un susurro.

Magnus se golpeó las piernas con ambas manos y se levantó, caminando hacía la ventana se recargó en la orilla de esta. No fue por haberse dado cuenta de que las piernas de Dylan estaban temblando por el esfuerzo que le suponía estar de pie, tampoco porque estuviera herido... era la preocupación detrás de su mirada, lo que lo hizo recordar su edad, que aunque él creyera que era un hombre, no era más que un chico jugando a ser el más fuerte.

—Siéntate—gruñó Magnus y asintió hacia la silla donde antes estaba.

El uno le dio una mirada furiosa, esa estúpida mirada que también le daba Nefertari, una que decía: No me des órdenes. Aun así, obedeció y se dejó caer sobre el asiento.

Mente Maestra la sagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora