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Harry Potter está en problemas.

Graves problemas.

¿Qué clase de idiota pensó que sería buena idea conducir un ford aglia volador en plena ciudad muggle?

Obviamente, a Ron Weasley.

Y Harry (aunque al inicio se negó) por el miedo de no volver a Hogwarts e incentivado por su amigo, se involucró.

Ahora, luego de cruzar por la ciudad, ser casi atropellados por el tren y chocarlo contra el sauce boxeador, se encuentran en la sala del profesor Prince que para más inri desplega un ejemplar de El Profeta Vespertino de aquel mismo día.

— Los han visto —les dice enfadado, enseñándoles el titular:

«MUGGLES» DESCONCERTADOS
POR UN FORD ANGLIA VOLADOR

Y comienza a leer los nombres de los muggles que han visto al auto, y que ese asunto va al departamento donde el padre de Ron trabaja. Prince sonríe de manera aún más desagradable.

»Vaya, vaya..., su propio hijo...

Seguido de unos minutos donde Prince se deleita con el desconcierto sufrimiento de dos niños de segundo año, éste llama a la profesora McGonagall y al director. La profesora - quien tiene los labios blanco de la ira - observa a los dos niños y fríamente dice:

— Siéntense y expliquen.

Harry con la cabeza agachada deja que Ron les cuente desde el impedimiento de atravesar la pared, conseguir un coche (han omitido que es del padre de Ron) y ser atacados por el sauce boxeador.

—... así que no teníamos otra opción, profesora, no pudimos tomar el tren.

—¿Y por qué no enviaron una carta por medio de una lechuza? Imagino que tienen alguna lechuza — dice fríamente la profesora McGonagall a Harry.

Harry se queda mirándola con la boca abierta. Ahora que la profesora lo menciona, parece muy obvio que aquello era lo que debieron haber hecho.

—No-no lo pensé...

—Eso —observa la profesora McGonagall— es evidente.

Los niños salen del despacho, con alivio de no ser expulsados como quería el profesor de pociones. Éste le dirige a Ron y Harry una mirada envenenada antes de irse. Se quedan con la profesora McGonagall, que todavía los mira como un águila enfurecida.

—Lo mejor será que vayas a la enfermería, Weasley, estás sangrando.

—No es nada — dice Ron, frotándose enseguida con la manga la herida que tenía en la ceja—. Profesora, quisiera ver la selección de mi hermana.

—La Ceremonia de Selección ya ha concluido — dice la profesora McGonagall—. Tu hermana está también en Gryffindor.

—¡Bien! — se regodea Ron.

—Y hablando de Gryffindor... —empieza a decir severamente la profesora McGonagall.

Pero Harry la interrumpe.

—Profesora, cuando nosotros tomamos el coche, el curso aún no había comenzado, así que, en realidad, a Gryffindor no habría que quitarle puntos, ¿no? — dice, mirándola con temor.

La profesora McGonagall le dirige una mirada penetrante, pero ha estado a punto de sonreír. Tiene los labios menos tensos, eso era evidente.

Harry sabe que estuvo a punto de sonreír, sin embargo, desconoce la razón.

La profesora McGonagall recordó aquel día en que su padre, James Potter de trece años, había bloqueado la entrada al andén tres cuartos a alumnos de Slytherin causando que llegaran tarde, incluido al mismo y a su amigo, Remus Lupin que por tratar de ayudar a su amigo quedó fuera. Cuando llegaron a Hogwarts y la profesora ya estaba esperándolos, James fue más atrevido y con una sonrisa coqueta le comentó:

QUANTUM SALTUS: HOGWARTS [1976 - presente] (aka "Latinas en Hogwarts")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora