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Darrin despertó en la mañana para ir al trabajo como todos los días, se estiró, bostezando junto al cuerpo de Maisy y la observó dormir por unos minutos antes de tener que levantarse.

Su trabajo no era tan demandante, solo organizaba algunas cosas en la imprenta, a veces ayudaba con la impresión de algunos periódicos o supervisaba que todo se hiciera bien y cuando quería terminar su día lo terminaba para volver a casa. Solo cuando había una gran noticia podía demorarse.

Apartó las mantas para bajar de la cama y encontró su camisa manchada en sangre. Se la quitó para ponerla a lavar y sacudió suavemente el brazo de Maisy para despertarla. Ella abrió los ojos sobresaltada con ese instinto de madre que la despertaba todas las noches y Darrin le acarició la mejilla para calmarla y besó su frente.

—Te has vuelto a manchar.

La vio suspirar antes de mirar debajo de las mantas y luego se salió y fue corriendo al baño para limpiarse. Darrin se cambió por su traje y abrió la ventana del dormitorio para que el aire se limpiara. No intervino mientras Maisy retiraba las mantas de la cama para ponerlas a lavar o las cambiaba por unas limpias, dejó que ella se hiciera cargo de sus asuntos como era costumbre y él continuó aprontándose.

—Lo siento —la escuchó susurrar y vio su perfil a través del espejo—. Es la segunda camisa que te mancho en la noche, tal vez debería dormir en otra cama durante estos días.

Darrin se encogió de hombros y terminó de anudar la corbata en su cuello.

—Si te hace sentir más cómoda puedes hacerlo, pero a mi no me molesta, son cosas a las que uno se acostumbra cuando empieza a vivir con una mujer —. La besó en la sien y dejó el dormitorio para ir hacia las escaleras—. ¿Señora Miller ¿ya está listo el desayuno?

—Ya casi, señor.

Darrin tomó asiento en la mesa con el periódico y la señora Miller llegó apresurada desde la cocina con la bandeja y le sirvió a él antes que, al resto de la familia, pues Darrin era el único con los horarios ajustados para marcharse a la imprenta.

—Tendré que molestarla otra vez con las sábanas, señora Miller —se lamentó Maisy y le entregó a la mujer las sabanas enrolladas con la sangre oculta hacia el interior—. Le agradecería si pudiera lavarlas discretamente en el sótano.

—Por supuesto, señora.

Ella se marcho y Maisy se acarició el rostro enrojecido y fue a sentarse a la mesa. No quería volver a tocar el asunto de su sangrado con Darrin, simplemente no era un tema en el cual los hombres intervinieran, los hombres normalmente se dividían en cuatro tipos: 1) los afortunados cuyas esposas apenas sangraban y no llegaban a manchar la cama en las noches. 2) Los que no les importaban las manchas y dormían en la misma cama de todas formas. 3) Los que preferían dormir en camas separadas para evitar mancharse con la sangre y por último 4) Los que ni siquiera querían saber cuando su mujer estaba en sus días.

Darrin era una mezcla entre ese último grupo y el segundo, a él no le molestaba, pero tampoco era fanático de hablar al respecto o despertar tocando sangre y Maisy tenía la desgracia de que menstruaba demasiado, suficiente como para manchar toda la cama en la noche cada noche durante su periodo y aunque Darrin era un ángel que no se quejaba al respecto, le apenaba que todas las mañanas él despertara con sangre en su ropa.

La idea de dormir en dormitorios separados durante esos días empezaba a resultar tentadora. Y eso formaba parte de los tres grupos de mujeres: 1) Las que se avergonzaban de su periodo. 2) Las que preferían aislarse durante esos días y 3) Las que preferían ocultarlo y hacer de cuenta como si fuera un problema que no existía.

Vidas cruzadas: El ciclo. #3 COMPLETA. +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora