Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
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8 de julio 1890. White Oak, Minnesota.
Era temprano en la noche y Gwendoline ya estaba vestida con su atuendo violeta, el cabello recogido, guantes y sombrero a juego y un sutil maquillaje. Esperaba que Caden pasara a buscarla mientras la decepción creyendo que la dejaría plantada crecía en su pecho, técnicamente aun era temprano para que llegara, pero parte de ella sentía que simplemente cambiaría de parecer, se percataría de lo ridículo que era queriendo salir con una mujer como ella y no aparecería.
Sus pensamientos quedaron como erróneos cuando él llamó a la puerta siete en punto y Edgar le permitió ingresar. Lo vio desde el segundo piso y él levantó la vista hacia ella apenas entrar como si pudiera sentir sus ojos sobre su cuerpo. Se veía demasiado elegante con su traje y sombrero, se había cortado el pelo con los lados rapados y degradados hacia el centro y también se había afeitado, dejándose solo el bigote. Le quedaba bien, era un hombre guapo y misterioso, tenía esa mirada que parecía haber visto cientos de maravillas y su cuerpo que estaba segura ocultaba demasiadas cicatrices de guerra.
Se alejó de la barandilla para escapar de su vista y giró su cuerpo hacia su dormitorio. Sus hermanas la habían ayudado a aprontarse junto con Olivia, aunque ahora su madre ya estaba en el salón para recibir a Caden. Marie levantó los pulgares intentando darle seguridad y Elizabeth la abrazó con fuerza y le acarició la espalda.
—Te ves hermosa y él lo apreciará.
—¿Y si no le agrado? —susurró.
—Shh, le encantaras, Gwen.
—De lo contrario sería un estúpido —agregó Katherina y Gwendoline sonrió y las abrazó a todas.
Esa podía ser su oportunidad de finalmente llegar a casarse y formar su propia familia, de ser la mujer que había imaginado podría llegar a ser... ¿Pero podría? Realmente dudaba poder tener el futuro que tanto quería si continuaba demostrando sus conocimientos y compartiendo sus opiniones.
Cuando bajó las escaleras notó que Caden estaba hablando con su padre, Jonathan no parecía enojado, pero tampoco se mostraba feliz. No le gustaba que Gwendoline fuera con un hombre, pero sabía que ya había llegado a una edad en la que sus celos solo la perjudicarían aun más, debía soltarla y ayudarla a conseguir marido, aunque le doliera. Caden asintió a algo que Jonathan le dijo y ambos estrecharon sus manos antes de que Caden se adelantara hacia los pies de la escalera y le ofreciera una mano para ayudarla a bajar.
A pesar de llevar guantes, Gwendoline sintió como su piel se erizaba cuando tomó su mano desnuda. Eran los nervios y temía estar haciéndose muchas más ilusiones de las que pretendía, pero cómo evitarlo, Caden llegaba de forma inesperada a mostrar interés en estar con ella y Gwendoline simplemente no sabía como interpretarlo.
—De regreso antes de las diez, Tatham —remarcó Jonathan y por su tono de voz fue evidente que no era la primera vez que se lo decía.
—La acompañaré de regreso en hora, señor, muchas gracias.
