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5 de marzo 1896

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5 de marzo 1896.
Saint Paul, Minnesota.

Katherina se mordió el labio nerviosa de pie frente al consultorio de Jimmie y dio un par de vueltas por la calle pensando en marcharse varias veces.

Sentía el estómago revuelto a pesar de apenas haber desayunado esa mañana y su mente le decía que todo el mundo en la calle la juzgaba y conocía todos sus oscuros secretos, incluso que una parte en ella quería aceptar a Jimmie Hickman aunque fuera solo como amantes. Por supuesto nadie la juzgaba y nadie conocía su secreto, pero era el sentimiento recorriéndole las venas y la ponía aún más nerviosa.

Tenía ganas de llorar y deseaba tanto poder contárselo a su madre y pedirle ayuda, pero parte de ella sabía que Olivia no lo aprobaría y se decepcionaría de ella, le aconsejaría alejarse de Jimmie y eso era algo que Katherina no se consideraba capaz de hacer.

Era una terrible persona y se odiaba tanto en esos momentos.

Entró en el consultorio y se sentó en una de las sillas del pasillo a esperar junto con otras dos mujeres que irían antes que ella. Siempre era su última paciente del día cuando lo visitaba.

No pudo estarse muy quieta en la silla, se acomodó la ropa múltiples veces, se enderezó el sombrero a pesar de que ya estaba derecho y sintió que las mujeres esperando con ella sabían o... ¿Qué tal si eran también amantes? ¿Qué tal si no era la única?

Las miró, algo recelosa y nerviosa y forzó una sonrisa cuando una de ellas le sonrió.

—¿Vienen seguido? —inquirió, iniciando una conversación intentando parecer natural.

—Yo no, me lo recomendaron para ver si puede encontrar la causa de mis dolores de cabeza.

—Yo sí, pero porque estoy con mi embarazo y el doctor Hickman es el único en quien confío cuando se trata de mis bebés.

Bueno, tal vez no eran amantes después de todo, pero que ellas no lo fueran no significaba que no hubiera otras que sí.

Un hombre salió del consultorio y Jimmie asomó para llamar por una de las mujeres y pudo ver a Katherina en el banco esperando. Su rostro cambió a la sorpresa cuando sus ojos se encontraron y los nervios asomaron por unos segundos, se le aceleró el corazón y quiso poder despachar a esas mujeres rápidamente y dedicarse a atender a Katherina el resto de su día.

Se obligó a mantener la calma, sonreír a su próxima paciente y la llevó hacia el interior del consultorio.

—¿Cómo ha estado el bebé, señora Pender? ¿Sigue inquieto como siempre?

La puerta del consultorio se cerró y Katherina volvió a sumergirse en su confusión. Lo veía y la felicidad despertaba en su pecho, le daba propósito a sus días y a sus sueños, era hermoso y tan atento, pero entonces recordaba que estaba casado y se avergonzaba de sus pensamientos tan indecentes.

Vidas cruzadas: El ciclo. #3 COMPLETA. +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora