Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
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06 de octubre 1896. White Oak, Minnesota.
Faltaban solo unos días para que la Universidad de Olivia abriera sus puertas así que el ambiente en la casa era tranquilo considerando que solo quedaban los hombres. Olivia y sus hijas se habían marchado hacia la ciudad para asegurarse de que todo estuviera en orden y Jonathan las había acompañado, dejándoles el espacio para ellos solos.
Estaban en el salón de caballeros, donde podían fumar sin que Olivia les lanzara algo por la cabeza al regresar. Hardy y Aiden estaban concentrados en una partida de ajedrez y Grayson intentaba leer sentado en el sofá con los pies sobre la mesilla, pero su mente no conseguía concentrarse en los párrafos.
Cerró el libro bruscamente y se puso de pie, saltó el sofá que tenía enfrente y se detuvo frente a sus hermanos. Ninguno de los dos lo miró.
—¿Alguna vez han odiado tanto a una mujer que solo pueden pensar en follarla una y otra vez?
Hardy se rio y Aiden se pellizcó el labio con dos dedos mientras pensaba su siguiente jugada y no le respondió hasta que hubo movido su caballo hacia el frente.
—No, pero sí amé a una.
—Ugh, no, no es lo mismo —. Se agarró la cabeza y caminó de un lado hacia otro por el salón con un cigarro entre sus dedos. Se lo llevó a los labios y peinó su cabello con la otra mano—. La odio, es fea y perfectamente podría sentarme a verla caer de un décimo piso y disfrutarlo, pero...No me la saco de la mente.
—Ve a follarla entonces —contestó Hardy encogiéndose de hombros.
—No puedo, le dije que iría el sábado y si aparezco ahora creerá que estoy desesperado.
—¿No lo estás?
—¡No es el punto, Hardy! —. Se sentó en el sofá otra vez y bufó—. Me molesta desearla, porque lo que quiero es cerrar mis manos entorno a su cuello y... ¡Aghh!
—Ya moviste, es mi turno.
—Oh, perdón —. Aiden se giró en la silla para mirar hacia Grayson y se rio—. ¿Por qué la odias tanto?
—Porque me robó...Dos veces, me pateó en los testículos y no hace nada más que insultarme todo el puto día...Y no se sale de mi cabeza, también por eso. Es tan arrogante y grosera.
—Suena que encontraste tu media naranja —se burló Hardy y Aiden se rio y regresó su atención al juego—. ¿Cómo la estás pagando si papá te cortó el dinero?
—Me dio ochocientos dólares y tenía guardado otros doscientos los cuales ya no tengo, por lo que pensaba, ya saben, pedirles prestado un poco —. Ambos se rieron y lo ignoraron—. Se los pagaré.
—¿Sí? ¿Cuándo? Al paso que vas papá no te regresara tu dinero hasta que tengas cincuenta —aseguró Aiden.
—Además no vamos a darte dinero para que lo gastes en putas y apuestas, Grayson.
