Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
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03 de abril 1897. White Oak, Minnesota.
El sonido de los disparos todavía retumbaba en su cabeza, había olvidado lo ruidosas que las ametralladoras podían ser y como podían cortar el viento y hacer temblar las paredes. Todavía podía ver el rostro de Jonathan como si su mente se hubiera congelado en ese especifico momento, veía el dolor en su mirada mientras las balas lo atravesaban y la sangre que escapaba de los labios de Jonathan y volaba hacia el rostro de Olivia.
Con Jonathan sobre ella, no podía moverse, su cuerpo pesaba toneladas y podía sentir como estrujaba sus huesos, no era capaz de moverlo y tampoco estaba lo suficientemente lucida para hacerlo.
No fue consciente de lo fuerte que gritaba hasta que sus hijos llegaron corriendo y retiraron el cuerpo de Jonathan. Estaba bañada en su sangre de tanta que había perdido y cuando se sentó con dificultad, temblaba de pies a cabezas y tenía los ojos abiertos como dos enormes esferas a segundos de saltar de sus cavidades.
Geordie fue el primero en ir hacia su padre mientras sus hermanos atendían a su madre. Las mujeres habían quedado en los dormitorios porque no tenían permitido salir tras haber escuchado los disparos, pero ahora todas temían lo peor. Cuando Geordie giró a Jonathan para acostarlo sobre su espalda, sus manos se empaparon de sangre apenas tocarlo y vio que estaba repleto de agujeros en todo su cuerpo y rostro.
Se miró las manos repletas de sangre y llevó sus ojos hacia sus hermanos, conteniendo la desesperación y las lágrimas. Grayson lo apartó de toda la sangre y le indicó se alejará.
—Yo me encargo, Geordie, ve a lavarte.
Grayson miró hacia su padre y la impresión le removió el estómago. Las balas habían abierto agujeros en todo su cuerpo, demasiados habían entrado en el torso desde la espalda y no habían salido, muchas otras habían entrado en sus piernas y habían rozado a Olivia antes de impactarse en la puerta y tres balas le habían dado en la cabeza. Una en la mejilla y otras dos en el cráneo, su rostro estaba casi completamente deforme.
—¿Mamá... ¿Mamá, puedes oírme?
Olivia escuchó la voz de Aiden como un eco distante, se giró en el suelo sobre un enorme charco de sangre y temblando se arrastró débilmente hacia el cuerpo de Jonathan. Se aferró a su camilla y lloró más fuerte al verlo, se enteró en su torso y gritó, lo abrazó, levantando su cabeza del suelo con dificultad para acunarlo contra su pecho y le acarició la mejilla desfigurada y se meció con él en sus brazos.
—¿No puede morir ¿verdad? —susurró Hardy—. ¿No está muerto o sí?
Olivia no podía ver su pecho moviéndose o aire escapando de su nariz, con tantas balas que habían entrado en su cuerpo, probablemente sus pulmones estaban destrozados.
Unió sus frentes y no pudo soltarlo ni siquiera cuando escuchó a sus hijas gritar desde las escaleras. No le importó, no podía importarle cuando sostenía al amor de su vida y no tenía nada para confirmar que seguía con vida.
