Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
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Olivia apoyó su oreja contra la puerta del dormitorio de Adalynn poco después de haberles llevado la cena y sonrió al escuchar carcajadas del otro lado y las voces de sus hijas mezclándose con la de Jonathan. No podía entender que hablaban, pero parecían estar teniendo una conversación muy animada.
Llamó en la madera antes de abrir y su sonrisa creció al ver que estaban ya acostado en la amplia cama de Katherina, Jonathan apretado en el medio con Elizabeth a un lado y Adalynn al otro y las demás acomodadas hacia los extremos. Se veían cómodos y abrigados y todavía no parecían tener planes de irse a dormir, pues seguían comiendo y charlando como si no fueran las once de la noche.
—¿Mamá ¿te quedarás con nosotros?
—Solo vengo a darles un beso de buenas noches —dijo, sin deseos de interrumpir lo que debía ser solo una noche padre e hijas—. ¿Necesitan más abrigo en la cama o están bien?
—Tenemos los pies fríos —informó Katherina.
—Culpa de papá, sus pies están helados.
—Papá siempre está con los pies fríos en invierno —aseguró Olivia y colocó otra manta doblada sobre los pies de la cama—. ¿Mejor? ¿Necesitan algo antes de que me vaya a la cama?
Negaron y Olivia se inclinó para darle un beso a cada una de sus hijas y otro a Jonathan. Él sujeto su rostro al besarla, evitando que se apartara y acarició el cabello largo que Olivia traía suelto.
—No me extrañes tanto.
—Intentaré abrazar a la almohada e imaginar que eres tú —. Se aseguró de que la ventana del balcón estuviera cerrada y corrió las cortinas para que no entrara el frío exterior. La noche seguía tormentosa—. No se duerman muy tarde ¿de acuerdo? Los amo.
Se marchó, escuchando como retomaban la charla entre risas y se fue a los dormitorios de sus hijos para despedirse de ellos antes de irse a dormir. Encontró que estaban todos vacíos a excepción del de Aiden donde parecían haberse reunido para tener una noche de hermanos.
Cuando Olivia abrió la puerta, lo primero que notó fue como Henry, Grayson y Aiden se sobresaltaban y rápidamente ocultaban la mano en la espalda mientras una nube de humo subía por el aire hacia la ventana entreabierta. Oliva se cruzó de brazos contra el marco de la puerta y Henry se apoyó en una mano con su codo contra el muslo y sonrió, todavía ocultando la otra en la espalda.
—Hola —fue todo lo que pudo decir con una risa nerviosa.
Grayson y Aiden miraban hacia el suelo y el primero estaba intentando obtener una última calada para terminarse el cigarro antes de tener que tirarlo.
—Veo que han armado su propia noche de pijamas —comentó y se acercó para arrancarles los cigarros de las manos—. Y están siendo muy responsables.
—Ay, por favor, mamá, ni siquiera fumamos tan seguido ¿sí?
—¿Excepción por esta noche? —suplicó Aiden juntando sus manos de rodilla en el suelo.
