Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
VESTIDO DE OLIVIA (IZQUIERDA) Y GWENDOLINE (DERECHA) AL IR A LA CORTE.
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17 de octubre 1890. Minneapolis, Minnesota.
Jonathan abrió la puerta del dormitorio en el hotel y entró cargando el baúl con la ropa de Olivia y la maleta con la suya. Ella le siguió, llevando algunas de las maletas más pequeñas y cuando entraron, dejaron todo frente a la cama y Jonathan se regresó para cerrar la puerta.
Era una habitación elegante y sencilla, con la pared tapizada, una cama de dos plazas con un sofá en los pies. El armario donde seguramente Olivia guardaría toda la ropa considerando que estarían en la ciudad por un tiempo y también una estufa. Acarició la superficie del tocador con su silla y espejo y miró hacia el pequeño escritorio a un lado, donde podrían escribir sus cartas para enviar a casa.
—¿Gwen y Caden compartirán dormitorio? —. Jonathan asintió y se sentó a los pies de la cama, en el sofá—. ¿Y Owen y Eli?
—Se han pagado sus propios dormitorios.
Olivia levantó la maleta de Jonathan para subirla a la cama y retiró las trancas. Él la observó cuando empezó a hacer las vueltas para meterlo todo en el armario, se veía hermosa como todos los días, con el vestido cayendo elegantemente sobre su cuerpo, ya no se usaban polisones para dar volúmenes a la tela, así que la forma permanecía natural y su cintura resaltaba por el corsé que traía debajo de toda la ropa. Olivia empezó a guardar la ropa que se había traído en su baúl y Jonathan se acostó en la cama y cerró sus ojos un momento con la esperanza de poder obtener algo de descanso.
Tan rápido como había cerrado los ojos se había dormido y no despertó hasta horas más tarde, cuando uno de los empleados del hotel les subió la cena. Se enderezó, desorientado y bostezando, solo para confirmar que ya había oscurecido y Olivia tenía encendida la luz sobre sus cabezas.
—Me hubieras despertado, ángel.
—Estabas cansado y no me pareció malo dejarte dormir un rato —. Dejó la bandeja con la cena sobre el escritorio y la acercó hacia la cama para que pudieran comer juntos desde allí—. Fui a ver a Gwen y los muchachos, están todos bien y ya se han instalado y afortunadamente los rumores no parecen haber llegado a la ciudad todavía.
